La noche es el espacio común de los outsiders, quienes actúan según códigos de conducta que usualmente no calzan con el día. Deambulan, respiran y piensan sus mejores artilugios bajo la protección de las sombras y de la tenue calidez de las luces de neón. Una gran parte de la historia del cine se ha desarrollado en dicho terreno, el cual suele fascinar constantemente a los espectadores, ya que casi siempre en las calles y en las esquinas mojadas de las grandes ciudades se encuentran modos de vida que usualmente son omitidos por el establishment.

House of Games (1987) se centra en las reacciones de una psiquiatra (Lindsay Crouse) respecto del mundo de los bajos fondos, al que se acerca poco a poco a través de las experiencias de sus pacientes. Estamos ante una historia que habla de iniciación, pérdidas y, sobre todo, de algunas decepciones.

En una primera lectura podríamos decir que el filme ofrece una historia repetida y más cercana al estilo maqueteado de los telefilmes. Sin embargo, la hábil dirección de David Mamet, sumado a su talento para la construcción de diálogos, hace de House of Games una profunda lectura sobre el choque de realidades opuestas a través de una moralidad endeble y flexible.

Crouse interpreta a una psiquiatra esclavizada por una vida de hábitos, estructuras y reglas morales, que carecen de emociones y de relaciones interpersonales. Su único objetivo es evaluar y catalogar fenómenos humanos. Sin embargo, es en el terreno de los buscavidas y en las artimañas de estafadores de poca monta donde se siente viva. En este espacio se le presentará la oportunidad de encarar algunos miedos que son ajenos a perfiles psiquiátricos y conductuales.

House of Games es un laberinto mental o más bien una partida de cartas que pone a prueba la atención del espectador sobre trucos, mentiras y chantajes. Mamet explora en los códigos y en la cultura de los estafadores en donde los fraudes no sólo son un método de subsistencia, sino un desafío que es necesario superar, más aún cuando se cuenta con la interpretación de un magistral Joe Mantegna.

El cine y los guiones de Mamet son básicamente obras de teatro llevadas al terreno de lo audiovisual. Sólo basta con recordar los duelos interpretativos de Glengarry Glen Ross, película que escribió Mamet para el cineasta James Foley. También tenemos que considerar que House of Games comparte algunos paralelismos con otras cintas tales como Después de Hora (Martin Scorsese, 1985) y Bright Lights, Big City (James Bridges, 1988).

House of Games es uno de los filmes esenciales de la década de los ochenta, una de esas pequeñas obras cinematográficas con tufillo a independiente que sobrecoge por la energía de sus diálogos con ecos en el film noir. Se caracteriza por su ambiente citadino, en especial por algunos coqueteos de su banda sonora con el jazz, además de cierta toscocidad en la dirección de arte ejemplificada en escenarios sombríos y planos. La primera película de Mamet es un juego de víctimas y victimarios al que vale la pena apostar.

Título: Casa de Juegos (House of Games) Director: David Mamet / Intérpretes: Lindsay Crouse y Joe Mantegna / Año: 1987.