Después de llamar la atención de la crítica mundial con La Masacre en Texas (1974) y de haber alcanzado la gloria en boleterías con Poltergeist (1982), Tobe Hopper llevó a la pantalla su proyecto más ambicioso: Lifeforce. Este filme se estrenó en 1985, contó con un presupuesto millonario, el guión fue escrito por Dan O´Bannon (guionista de Alien), los efectos especiales estuvieron a cargo del ganador del Oscar, John Dykstra (Star Wars) y la banda sonora fue compuesta por Henry Mancini (La Pantera Rosa, Sed de Mal) e interpretada por la Orquesta Filarmónica de Londres. Sin embargo, la película fue un fracaso comercial, si bien con los años se ha convertido en una película de ciencia ficción de culto. La primera vez que vi Liforce quedé seducido por su historia, la que podría corresponder a uno de los filmes más estrafalarios de la década del ochenta.
La cinta parte con la misión del transbordador Churchill, cuya misión es desentrañar los misterios del cometa Halley, el que después de 70 años vuelve a acercarse a la órbita terrestre. Durante su incursión por el astro los astronautas encuentran una nave alienígena con tres seres humanoides en su interior. A partir de este punto Lifeforce se transforma en un pastiche de géneros, los que incluyen terror, ciencia ficción y thriller.
Hopper no escatimó en gastos y en un mismo largometraje mezcló zombies, vampiros, telepatía, gore, fuerzas sobrenaturales, la destrucción de Londres y naves espaciales. Esta combinación en manos de un novel cineasta podría conducirnos directamente a un desastre, pero con el director de Invasores de Marte (1986) el resultado es más que satisfactorio. Estamos ante un filme efectivo y que a pesar de actuaciones caricaturescas (entre las que se cuenta un moderno Van Helsing) consigue fascinar por su historia, ya que nos muestra lo mejor de la ciencia ficción y nos permite apreciar el talento de su autor al momento de construir escenas con mucho ritmo y ambiente.
Probablemente Hopper cumplió el sueño de hacer una película en donde todo estuviese permitido. Incluso, los desnudos y escenas de sexo de la espectacular actriz francesa Mathilda May (La Teta y la Luna). Lifeforce es una película absurda, grandilocuente, apocalíptica, pero que entretiene sin mayores justificaciones. No es un intento serio y existencialista como 2001: Odisea en el Espacio (Stanley Kubrick) o El Día que paralizaron la Tierra (Robert Wise). Al contrario, Lifeforce tiene como deudores lo mejor del cine de ciencia ficción clase B de la década del 50´, aquel cine de matiné que alimentó la imaginería de otros subvalorados cineastas tales como Joe Dante (Greemlins, Viaje Insólito).
Lamentablemente, Tobbe Hopper ya no dirige mucho y lo poco que ha hecho en los últimos años (Cocodrilo) apenas se deja ver como un pálido recuerdo de sus trabajos previos. Sin embargo, películas como Lifeforce sirven para mostrar lo que fue su talento. Cuando vi este filme por primera vez no podía creer que era real y que alguien se atreviese a mezclar tantos estilos y fuentes cinematográficas. Hooper no tuvo mucho éxito en ello, si bien otros cineastas han seguido dicho camino, entre ellos, Quentin Tarantino y sus pastiches visuales. Lifeforce es literalmente una locura visual, pero tremendamente sugestiva en lo formal. Es cine que no se toma en serio en la pantalla, pero sí en su realización, aspecto que te hace comprender que la cinematografía lo permite todo, desde lo absurdo a lo más racional. Todo filme tiene algún grado de valor desde su lugar. Lifeforce es irresistible y todavía sigue siéndolo.
Título: Lifeforce / Director: Tobe Hooper / Intérpretes: Steve Railsback, Peter Firth, Patrick Stewart, Frank Finlay, Nicholas Ball y Mathilda May / Año: 1985.