El principal artífice de la comedia estadounidense, y deudor indiscutido de Ernest Lubitsch (Ninotchka), siempre tuvo claro que a Hollywood se le debía mirar con distancia y recelo. Billy Wilder, en más de 40 años de carrera, entendió como pocos la utilidad del lenguaje cinematográfico, así como los caprichos de productores, directores y, en particular, de las estrellas de cine. Su filmografía se sustentó siempre en el sarcasmo y en la crítica, a veces burlona, hacia la fama y la supuesta perpetuidad de la imagen. A ello se sumó que fue uno de los autores que comprendió la influencia del diálogo, haciendo de su cine un vehículo para la crítica social, a la vez que no dudó en exponer la ramplonería del espectador y su extraña necesidad de admirar a otros.
Fedora fue el canto de cisne de Wilder, como también lo fue Ricas y Famosas para George Cukor y Antes que el Diablo Sepa que Has Muerto para Sidney Lumet. En el penúltimo filme de Wilder el argumento se centró en un productor de cine (William Holden) que busca desesperadamente a Fedora (Marthe Keller), estrella de cine con ecos de Greta Garbo que decidió aislarse del mundo, privando a espectadores de su eterna belleza y talento interpretativo. El filme es una mezcla de flashbacks en torno al misterio detrás de la hermosura de Fedora, su aislamiento voluntario y también de su abrupta muerte. También es una obra que cita al cine y su industria, y probablemente a las propias experiencias de Wilder como cineasta. Es la cinematografía que habla de sí misma, de sus soles y bemoles, y de su génesis y artificialidad.
Siempre se ha dicho que Wilder fue un gran director de comedias, pero para poder crearlas es necesario conocer el drama, además de las fealdades y contradicciones del ser humano. Wilder las conocía y entre escenas jocosas usualmente siempre deslizaba una crítica, la que podía ser muy sarcástica. En la película se puede apreciar el desencanto del Hollywood clásico a través de una ex estrella estadounidense que se esconde en Europa (en la figura de Fedora) y en la obsesión -y poco innovadora idea- por realizar una nueva adaptación de Ana Karenina de León Tolstói (en los intereses del productor interpretado por Holden). Fedora brilló en la época de esplendor del sistema de contratos de los grandes estudios, pero aquella mitificación de la actriz detrás de diversos roles corría el riesgo de perderse en los años 70`. Es un fantasma o bien un recuerdo de la veneración popular hacia las estrellas de cine. Billy Wilder profundizó en varios conceptos, si bien detuvo su mirada en la idea de la belleza, una que comparte puntos de vista con la filosofía de Platón, quien la identificaba como todo aquello que nos provoca un estado de admiración y fascinación, en cualquiera de sus formas.
Fedora representa una idea de sofisticación que fascina y que es transversal a todos sus roles en la pantalla. Siempre produce expectación porque se trata de un concepto intangible detrás de la corporeidad femenina. Sin embargo, queda desfigurada producto de la idolatría hacia su imagen pública, lo que resuelve cuando logra perpetuar el mito de la estrella de cine en la ingenuidad de su hija. Es interesante como Wilder trabaja la suplantación de la identidad, tema también atingente a la idea del cine como arte y expresión visual, y en la que sus protagonistas crean personajes con características usualmente disímiles a sus propios temperamentos. En Fedora abundan simbolismos como los espejos, los que son útiles en la medida en que reflejen a la otrora actriz siempre perfecta y hasta cierto punto etérea. El filme en forma constante se remite a los recuerdos. Predomina la referencia a un estilo particular de realización cinematográfica, la que cambió abruptamente y de la cual Wilder fue testigo, además de protagonista.
El realizador de subvalorada La Vida Privada de Sherlock Holmes fue un realizador-autor indiscutido. También era -como lo es hoy Ridley Scott- un creador consciente de su cinematografía porque Fedora está directamente emparentada con los códigos del film noir de Sunset Boulevard. Ambas hablan de fama, ambición, belleza y decadencia. En cuanto a sus diferencias, Fedora se sustenta en el melodrama en contraposición a Sunset Boulevard que es operática y mucho más grandilocuente, incluso desde su intimidad. En otro ámbito, Fedora es una obra desencantada, quizá porque la dirigió un cineasta que en 1978 empezaba a despedirse del cine.
Los personajes de Wilder siempre tienen una ambición, la que es latente y febril. En Perdición era el interés sexual, en Días Sin Huella la autodestrucción y en El Gran Carnaval predominó la necesidad de fama de un inescrupuloso en la piel de Kirk Douglas. La síntesis argumental de Fedora es la perpetuidad de una figura iconográfica del cine, la que resiste el paso del tiempo desde la ficción.
Ver y observar las películas de Wilder suele ser una experiencia en la que abunda la comicidad, pero también son críticas solapadas a los espectadores. Wilder nunca pretendió ser un moralista, sino más bien un expositor de la mezquindad e idolatría que el ser humano puede llegar a sentir sobre sí mismo. Fedora tiene muchas lecturas por cada visionado, siendo la más llamativa el protagónico de William Holden, quien lideró otros filmes de Wilder como la citada Sunset Boulevard, Stalag 17 y Sabrina. Él también podría ser la extensión de Fedora, de su pasado. En ocasiones el filme parece un baile en torno a los sobrevivientes del Hollywood clásico. José Ferrer ganó el Oscar a Mejor Actor por Cyrano de Bergerac y Henry Fonda se interpretó a sí mismo como presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Ambos actores no están ahí por accidente, ya que son una referencia consciente al cine clasicista de Estados Unidos. Dicho ejemplo y otros hacen de Fedora una película tan fascinante como su hipnótica protagonista.
En el cine americano es usual ver historias que se remiten al arte del cine y entre todas ellas Fedora es el ejemplo más sobresaliente. Es uno de los filmes más autoconscientes de sus mensajes y del significado de la fama. Wilder sintetizó su trabajo y sus intereses en esta obra, la que continúa tensionando a los espectadores. En la última escena del filme vemos la mirada melancólica y desencantada en el rostro de William Holden, la que también pertenece a la de Billy Wilder. Sin duda, la filmografía de este querido cineasta corresponde a la de un director cuya complejidad continúa planteándonos nuevas inquietudes.
Título original: Fedora / Director: Billy Wilder / Intérpretes: William Holden, Marthe Keller, José Ferrer, Hildegard Knef, Frances Sternhagen, Mario Adorf, Stephen Collins, Henry Fonda, Michael York, Gottfierd John y Hans Jaray / Año: 1978.