Las comparaciones suelen ser odiosas, más todavía cuando la referencia corresponde a un filme de culto como Blade Runner, obra cumbre de la ciencia ficción dirigida por Ridley Scott en 1982 y basada en un relato de Philip K. Dick. Dicho filme es casi un santuario para muchos cinéfilos por diversos motivos: nos llevó a soñar con el futuro, demostró que el cine de ficción se podía nutrir de los códigos del film noir, vimos que Harrison Ford era capaz de interpretar un rol contenido al estilo de Humphrey Bogart, alucinamos con la música de Vangelis y nunca nos olvidamos de las palabras pronunciadas por el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) sobre naves en llamas en Orión y el brillo de rayos en la puerta de Tannhäuser. Blade Runner se estrenó en un año clave para el género señalado compartiendo tribuna con E.T., El Extraterrestre, Tron, El Enigma de otro mundo y Star Trek, La Ira de Khan, si bien durante su estreno fue rechazada por la crítica. Al igual como le sucedió a Hitchcock con Vértigo, tuvieron que pasar algunos años para que Blade Runner se posicionara como un referente clave, como si se tratase de una “vaca sagrada” del celuloide.

Blade Runner 2049 es la continuación soñada por algunos y mirada con suspicacia por otros. Villeneuve no lo tenía fácil, pero el hecho de contar con Ridley Scott como productor en los créditos y con Hampton Fancher, el guionista original de la saga, lo blindó bastante. Aquí lo importante es analizar el filme como continuación de un referente audiovisual y también como la obra de uno de los autores más interesantes de la última década.

El filme tiene una imaginería sublime, la que en ocasiones es capaz de dejar atónito a cualquier persona, ya sea amante del género o no. Estamos ante una proeza escénica, en donde la fragilidad humana está supeditada a la inteligencia artificial, a las posibilidades con las que soñó o advirtió Philip K. Dick en la mayoría de sus historias. Lo mecánico, lo meca, está fusionado con las grandes corporaciones. Blade Runner 2049 transmite la misma sensación de sobrepoblación, de integración desordenada de razas e idiomas en una sociedad abarrotada y fría. Los replicantes continúan siendo más humanos que los propios humanos en una sociedad que hace referencia a un gran apagón, una suerte de “reseteo” mundial en el cual el pasado luce más distante y ajeno. El protagonista de este nuevo capítulo es K (Ryan Gosling), un joven Blade Runner que trabaja más por deber que por convicción. Es un replicante de mirada triste que anhela el afecto y la corporeidad de los humanos. En Blade Runner nunca supimos si Harrison Ford era un replicante o no, lo que proporcionaba misterio a una obra que habla del ser humano y de su mortalidad. En cambio, en Blade Runner 2049 lo intimista, el misterio, se dibuja sobre un escenario de mayor envergadura, con connotaciones cuasi bíblicas que hablan de la creación y la humanidad en el espacio circunscrito a lo artificial.

Quizá en algunas secuencias el filme es un poco autoconsciente de donde viene y a quien va dirigido, es decir, un producto que viene a enfrentar las expectativas de diversas generaciones de cinéfilos y espectadores más o menos apegados al filme de 1982. A pesar de esta percepción, y de imágenes referenciales a logos como el de Atari, Villeneuve crea algo nuevo, con imágenes que impresionan y perturban. En Blade Runner 2049, K debe investigar un misterio que es el doble de magnánimo que el que tuvo que enfrentar el detective Deckard (Ford) en el filme de Scott. Ser y humanidad están presentes en ambos filmes y también es muy probable que en 30 años más la obra del director de Sicario sea considerada como una pieza clave en la ciencia ficción de la segunda década del siglo XXI.

El filme debe ser tomado como una continuación que responde algunas interrogantes, a la vez que incluye sorpresas desde el punto de vista interpretativo. En el filme de 1982 la técnica tenía un lugar privilegiado con el trabajo del fallecido director de fotografía Jordan Cronenweth (Cutter`s Way, Tiro de Gracia) y los efectos especiales de connotados magos del cine, entre ellos, Douglas Trumbull (2001: Odisea en el Espacio). En Blade Runner 2049 se repite el expertise de técnicos, especialmente con talentos como Roger Deakins, quien debería obtener el tan esquivo premio Oscar a Mejor Fotografía (luego de 13 nominaciones) porque realiza una labor apabullante con colores, sombras y luces que pocas veces se han visto en pantalla. La distopía de Blade Runner 2049 y aquella sensación apocalíptica no hubiese sido posible sin la visión del autor de las luces y sombras de Fargo. Sólo un detalle lo distancia de Cronenweth. En Blade Runner 1982 la fotografía era una extensión narrativa del personaje de Ford. En cambio, en esta segunda parte, la fotografía extrapole no lo individual, sino el cuadro completo de la sociedad que poco a poco va destruyendo la humanidad del hombre.

Pero Blade Runner 2049 también es la obra de un autor que es muy concisa con su filmografía. Villeneuve en forma continua ha profundizado en la idea de la soledad. Los personajes de sus filmes suelen ser sujetos con absoluta dedicación a su trabajo (como también sucede con las películas de Michael Mann), característica que esconde algo más profundo que se vincula con la imposibilidad de conectarse con los demás. En Prisioneros está el detective Loki (Jake Gyllenhaal), quien es un hombre solo que lucha día a día contra las circunstancias y la maldad. Un caso similar se repite en Sicario, en donde la agente Kate Macer (Emily Blunt) quiere hacer lo correcto, si bien está absolutamente aislada en su cometido. En La Llegada, la académica Louise Banks (Amy Adams) busca comunicarse con seres de otro planeta, pero en su vida privada no es capaz de conectarse casi con nadie, a la vez que experimenta una tristeza inexplicable. En Blade Runner 2049 sucede algo similar con el personaje de K, que es un meca que busca algún grado de pertenencia en medio de lo que queda de humanidad. Busca compañía y amor en otra inteligencia artificial (una sorprendente Ana de Armas). En el fondo busca conectarse fuera de una vida de reglamentos y exigencias.

Blade Runner 2049 es una digna continuación de Blade Runner 1982 en dimensión, impacto y en el interés de proponer algo nuevo. Es cierto que hay algo de autocomplaciencia hacia el final del filme. Sin embargo, lo que se puede considerar como pequeñas faltas queda totalmente de lado al ver el panorama completo. Denis Villeneuve pasa la prueba porque en su dirección se nota el respeto y cariño hacia la obra de Scott. Blade Runner 2049 es espectáculo, pompa, introspección y una advertencia sobre la mortandad del ser humano y las posibilidades de la inteligencia artificial, la que si continúa desarrollándose posiblemente sea la única creación que sobrevivirá al propio ser humano.

Título original: Blade Runner 2049 / Director: Denis Villeneuve / Intérpretes: Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Dave Bautista, Robin Wright, Sylvia Hoeks y Jared Leto / Año: 2017.