En 1940 las tropas del Tercer Reich avanzaban por toda Europa sin casi ningún tipo de contrincantes. La esvástica representaba la tiranía al mando de Herr Adolf Hitler, un cabo que contra todas las posibilidades terminó conquistando a la mayoría de la civilización occidental, destruyendo a su paso la vida de civiles y soldados que poco o nada podían hacer contra los hombres del régimen nazi. En los años previos a la invasión alemana pocos hombres fueron capaces de anticipar los planes de Hitler. Winston Churchill fue uno de ellos, pero durante los años 30 era un político en desgracia con una lengua muy poco diplomática, además de haber planificado una desastrosa campaña militar en la batalla de Galípoli en la Primera Guerra mundial.

Contra todo pronóstico este hombre insolente, alcohólico, fumador empedernido y poco agraciado finalmente fue la persona escogida para salvar a Inglaterra de una ideología que sólo se sustentaba en la aniquilación de seres humanos. Churchill asumió casi por accidente y sin respaldo de su partido hasta que logró cambiar el destino de una debilitada Inglaterra, nación que durante los primeros años de la segunda Guerra Mundial prácticamente combatió sin ningún apoyo, con una fuerza armada sin recursos y con aliados como Estados Unidos que preferían mantenerse como observadores de la caída del mundo libre. No fue hasta el ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, que la administración de Franklin D. Roosevelt declarara la guerra a las Potencias del Eje (Alemania, Japón e Italia). Por lo tanto, Churchill estuvo prácticamente sólo durante más de un año y medio, si bien su punto de inflexión, las horas más oscuras de Inglaterra, se produjo cuando fue designado Primer Ministro en mayo de 1940.

El filme de Joe Wright se mueve en el terreno del cine histórico, un biopic acerca de un estadista despreciado y algo excéntrico que carga con la responsabilidad de una nación que se debate entre negociar un acuerdo de paz con Hitler o pelear y morir en el campo de batalla y, principalmente, en las calles de Londres. La política es un arte impredecible, pero también caprichoso. Churchill vive la opresión de quienes deben tomar decisiones, buenas o malas, que implican riesgos en vidas. De Churchill se han dicho demasiadas cosas en centenares de libros de historiadores. Sin embargo, el filme de Wright, que pudiera tener o no discrepancias con la realidad, apunta a humanizar a uno de los más importantes líderes mundiales del siglo XX.

Gary Oldman realiza una interpretación descollante y la más compleja de su carrera al mostrar a un hombre que detrás del puro y el whisky está increíblemente presionado, atrapado en un juego de poder que en un segundo plano cuesta vidas. Al principio le miente al pueblo inglés hasta comprender que éste podría ser su principal aliado si es que habla con la verdad. Churchill sabe que Hitler es un monstruo, un niño que se apropió de un poder impensado. Es consciente de que Inglaterra está en las fauces de un tigre que al final ignorará cualquier tipo de acuerdo. En sus primeros días como Primer Ministro no sabe en qué forma transmitir su mensaje, pero es en el contacto con la gente en donde encontrará la respuesta a la incertidumbre.

En las películas históricas es usual la descripción del mero hecho, a la vez que el lenguaje visual suele convertirse en un acompañamiento insípido, casi presencial. En Las Horas Más Oscuras el cineasta Joe Wright utiliza un lenguaje clasicista que es muy propio a previos trabajos como Orgullo y Prejuicio y Atonement. Aun así, busca innovar con encuadres y movimientos de cámara que parecen ser una extensión física y psicológica de Winston Churchill, haciendo hincapié en los peores momentos de su nuevo cargo. Es un hombre de más de 60 años que es arrinconado por la duda representada en la oscuridad. La escena en que entabla una conversación telefónica con el Presidente Franklin D. Roosevelt resume la opresión que lo envuelve. La cámara de Wright es elegante y delicada en la forma en que refuerza ciertas ideas en torno a la soledad del poder. Otro punto sobresaliente son los momentos entre Churchill y el Rey Jorge VI (Ben Mendelson), espacios en los que es interesante la contraposición de dos hombres muy distintos en la forma, pero que desde el terreno de las responsabilidades y deberes son muy parecidos.

Las Horas Más Oscuras es un testimonio emocionante sobre un líder que termina encontrándose a sí mismo en el metro de Londres, junto a personas que desde su anonimato son aún más sabias que todos los miembros del parlamento británico. Es probable que algunos de las mejores películas históricas sean Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) y Patton (Franklin J. Schaffner, 1970) porque eran obras que también hablaban del misticismo detrás de fascinantes figuras, las que también eran solitarias en su grandeza y acciones. Las Horas Más Oscuras está en otro terreno, pero al igual que los filmes citados también consigue fascinar. Lo anterior, gracias a la interpretación de Gary Oldman y por tratarse de un testimonio de cuando el mundo libre estuvo a punto de caer a manos de la tiranía más impensada que ha existido desde la creación de la humanidad.

Título original: Darkest Hour (Las Horas Más Oscuras o El Instante Más Oscuro) / Director: Joe Wright / Intérpretes: Gary Oldman, Kristin Scott Thomas, Ben Mendelson, Lily James, Ronald Pickup y Stephen Dillane / Año: 2017.