Los últimos años de trabajo de Alfred Hitchcock fueron difíciles por problemas de salud y por la poca recaudación financiera de sus películas. A uno de los realizadores más venerados de la cinematografía del siglo XX le importaba la crítica, pero mucho más la asistencia de espectadores en los estrenos de sus filmes. Los Pájaros en 1963 fue su último gran éxito de crítica y de público. Sin embargo, después vinieron los fracasos comerciales de Marnie, La Ladrona (1964); La Cortina Rasgada (1966) y Topaz (1969), probablemente el más estruendoso de todos. Es importante que seamos justos, ya que los primeros dos filmes mencionados son notables. Ambos poseen escenas, el estilo visual y los tópicos usuales del mundo hitchkoneano. Incluso, Topaz tiene momentos muy bien logrados. Lo que sucedió con Hitchcock es que venía de una década de los años 50 increíblemente exitosa, con obras indiscutidas por sus propuestas visuales. El éxito fue demasiado y después se produjeron revalorizaciones a filmes como Vértigo (1958), hoy considerado uno de los largometrajes más reputados de la historia y que en 2018 cumple 60 años desde su estreno. Otro antecedente relevante fue que el director de La Soga tuvo que sobrevivir a la cambiante década de los 60, una en que los espectadores comenzaban a modificar sus preferencias producto del cine de autor de países de Europa. A ello se suma un espíritu mucho más cínico de la sociedad, la que comenzaba a preocuparse de temas sociales, de conflictos armados como la Guerra de Vietnam o bien de movimientos globales en contra del racismo y a favor del empoderamiento de la mujer en el mundo laboral.
A pesar de todos estos cambios el cineasta inglés vio en la novela Goodbye Piccadilly, Farewell Leicester Square de Arthur La Bern la posibilidad de reinventarse a los 72 años. Este interés dio como resultado Frenzy, palabra que hace alusión a un comportamiento descontrolado que concluye en una acción violenta. El guionista Anthony Shaffer (La Huella) se encargó de adaptar la novela de La Bern, proporcionándole de paso a Hitchcock uno de sus materiales más transgresores.
Frenzy parte con una panorámica de la ciudad de Londres, dato interesante porque Hitchcock hacía años que no filmaba en su tierra natal. Poco a poco la toma aérea recorre la ciudad, cruza el Puente de Londres y se posiciona en lo que parece ser un discurso político que habla sobre la futura limpieza de las aguas del río Támesis. De la nada aparece el cuerpo sin vida de una mujer totalmente desnuda y con una corbata amarrada a su cuello. A través de un corte directo pasamos a la siguiente escena con el protagonista del filme, Richard Blaney (Jon Finch), quien comienza la mañana amarrándose el nudo de su corbata. En tan sólo unos minutos Alfred Hitchcock aplica un montaje brillante, dejando al espectador a merced de las posibilidades, es decir, la conexión sin palabras entre el posible victimario de la malograda mujer y el actor principal de Frenzy.
En Frenzy se repite la línea argumental de Alfred Hitchcock, la del sujeto común atrapado por la presunción de un crimen. Poco a poco nos empieza a dar pistas sobre el verdadero criminal, un vendedor aparentemente inofensivo, pero que esconde una violencia latente hacia las mujeres. Se trata de un psicópata que se revela en una de las escenas más brutales del cine de Alfred Hitchcock, la que corresponde al intento de violación y posterior asesinato de la ex mujer del protagonista (Barbara Leigh-Hunt). En esta escena Hitchcock no esconde nada. Al contrario, hace algo que seguramente tenía en mente hace varios años, ya que la escena es muy gráfica, incluso vista en la actualidad. Es así que a través de Frenzy tenemos a un Hitchcock más osado que nunca, a la vez que exprime al máximo las posibilidades del plano sonoro.
El mundo de Hitchcock es la economía de lo narrativo. Siempre privilegió el aspecto visual, pero en Frenzy se renueva y va un poco más lejos al explorar algunas facetas del ámbito sonoro de filmes previos. Por ejemplo, se atreve a dejar la cámara en un plano que busca mostrar el descubrimiento del crimen y violación antes mencionada. Como espectadores somos capaces de rellenar las imágenes en nuestra mente, lo que hace la escena más cruenta. En otra escena del filme vemos al asesino de la corbata junto a la novia del protagonista a quien conduce hacia su departamento. La cámara filma la pared casi en silencio, baja unas escaleras y se dirige hacia la salida de la casa en donde se está produciendo un crimen. Esta escena es notable, ya que Hitchcock sólo insinúa. Intuimos lo que está sucediendo y nuestra mente, en toda su capacidad, consigue elaborar la escena, es decir, lo que sucede detrás de aquella pared.
Alfred Hitchcock es mi cineasta favorito porque no he visto nunca un realizador de su envergadura o capacidad para configurar la visualidad cinematográfica (quizá el otro cineasta que tuvo dicho talento fue David Lean, el director detrás de Lawrence of Arabia y La Hija de Ryan). Hitchcock redefinió la palabra suspenso en el cine. Con él aprendimos que el voyerismo es casi una catarsis intelectual. Su cine tiene algo de maquiavélico, ya que constantemente juega con nosotros, nos pone a prueba, nos enfrenta a nuestra ruindad como seres humanos y nos conduce hacia secretos íntimos. Con Frenzy nos reta a seguirle el ritmo y nos invita a obsesionarnos con su cine, con su forma de ver la vida y al ser humano que en sus fechorías nunca logra salirse con la suya.
He leído bastante de Hitchcock, he visto todos sus filmes una y otra vez, y si alguna vez pensé en ser director de cine, sin duda, su forma trabajar es la que más me ha llamado la atención. Por tales motivos, Frenzy es una de mis películas favoritas del realizador de Intriga Internacional. Esto porque tengo claro el esfuerzo y cariño -junto a Alma Reville, su mujer- que le puso a esta película. Fue su oportunidad para demostrar que seguía ahí, que todavía estaba activo y que tenía cosas importantes que mostrar en imágenes con más de 70 años. François Truffaut comprendió muy bien el valor de esta obra, a la que todavía se le considera un trabajo sobresaliente, pero menor. Desde mi punto de vista Frenzy es una de sus mejores obras y las interpretaciones de Jon Finch (MacBeth, Kingdom of Heaven) y de Barry Foster (La Batalla de Bretaña, Van der Valk) en el rol del villano de turno son bastante logradas, así como la de Anna Massey (Peeping Tom).
En el filme también hay espacio para el humor negro de Hitchcock en la figura del inspector de Scotland Yard Tim Oxford (Alec McCowen), quien debe soportar las excéntricas propuestas culinarias de su esposa. También este humor está presente en una escena en la que el asesino trata de recuperar un pin de corbata con sus iniciales, artículo que podría vincularlo con su verdadera identidad.
Family Plot fue el último filme de Hitchcock en 1976. Sin embargo, Frenzy es probablemente su última gran obra, una que incluye casi todos los atributos del estilo hitchkoneano. Los espectadores encontrarán en esta película un deleite visual, así como un testimonio de la visión y transgresión de un autor que continúa sorprendiendo por lo que hizo para la historia y valorización del cine como lenguaje artístico en 53 películas, sin duda, un logro que pocos son capaces de hacer.
Título original: Frenzy (Frenesí) / Director: Alfred Hitchcock / Intérpretes: Jon Finch, Barry Foster, Anna Massey, Barbara Leigh-Hunt, Alec McCowen, Vivien Merchant, Billie Whitelaw, Johnny Porter y Bernard Cribbins / Año: 1972.