Escenas de indescriptible violencia, cadáveres que se levantan desde la tumba en cámara lenta, sesos que salen a borbotones de cabezas destrozadas, paisajes sombríos en los que sopla un viento huracanado, neblina que impide ver la punta de la nariz, la utilización de scores reiterativos, mujeres hermosas que experimentan locura o poderes paranormales, detectives sin mucha suerte y galones de sangre, de mucha sangre, son algunos de los elementos presentes en la filmografía de Lucio Fulci, cineasta italiano tan o más relevante que Dario Argento (Suspiria, Profundo Rojo). El cine de Fulci pertenece al ámbito de un tipo de violencia casi siempre sobrenatural y cuyos antecedentes se pueden identificar en las historias góticas, barrocas y fantásticas de escritores como Edgar Allan Poe y, en particular, de H.P. Lovecraft.

Dario Argento siempre ha sido más estilizado en sus propuestas visuales con guiños muy evidentes al arte y otras manifestaciones culturales como fuente de inspiración (la influencia del pintor Edward Hopper en Profundo Rojo es un ejemplo). En cambio, Fulci era más convencional, pero siempre interesante y dispuesto a remecer a los espectadores desde su posición de videntes pasivos. El cine de Fulci suele invitarnos a un viaje de excesos, en donde lo imposible es posible a través de un tratamiento gráfico de la violencia.

El director de El Descuartizador de Nueva York desarrolló tanto obras mayores como menores, si bien todo su trabajo tuvo como característica principal la idea de cierta belleza inherente a la destrucción (como también lo hizo Sam Peckinpah). A Argento le gustaba crear crímenes enmarañados con un sentido operístico sumado a una muy evidente complejidad visual. En vez de este estilo, Fulci prefería ser más directo y escabroso, lo que contribuía a producir como respuesta en el espectador una sensación de asco y de tremenda perturbación. Son célebres sus imágenes en cámara lenta mientras que la sangre se escurre por paredes, pisos y ventanas. Otra característica fueron sus guiños al spaguetti western, ya que es usual ver en sus películas primerísimos primeros planos de los ojos de cada intérprete, en general de aquellas víctimas enfrentándose al miedo producto de un loco, zombie o demonio en la tierra. Es posible que una de las grandes obras de Fulci sea The Beyond (El Más Allá), pero yo prefiero detenerme en La Ciudad de los Muertos Vivientes, filme de 1980 que todavía consigue impresionar por su crudeza e imágenes.

Un perturbado cura, lo que antes era un hombre de fe, sucumbe a los flagelos de la angustia y la maldad. Mientras deambula por un cementerio decide quitarse la vida ahorcándose, acto que en el pueblo de Dunwich es sacrilegio. Esto porque aquel lugar se vincula con las célebres Brujas de Salem, además de ser una clara referencia al pueblo creado por Lovecraft en su relato El Horror de Dunwich. Es así que la acción de este pérfido cura levanta una maldición y de paso abre las puertas del infierno, lo que podría implicar el fin de la humanidad. Lejos de aquel lugar una vidente interpretada por Catriona McColl, colaboradora habitual de Fulci, presagia esta situación hasta que se une con un veterano reportero para buscar el pueblo y así detener la condena que se cierne sobre los vivos. Un psicólogo los ayudará en esta tarea, a la vez que el pueblo se viene abajo con muertes inexplicables, asesinatos en masa y zombies violentos dispuestos a desgarrar el rostro, cabeza y alma de hombres, mujeres y niños.

El filme es un festival de adictiva entretención desde los primeros minutos porque Fulci consigue sorprendernos con escenas muy bien logradas en cuanto a la ambientación. Es usual que en los lugares en donde transcurren las historias de los filmes de Fulci luzcan abandonados. Pareciera ser que una sensación de desolación se apodera de cada una de sus historias, donde sólo pocas personas podrán ser héroes. En la Ciudad de los Muertos Vivientes pareciera que todos están condenados. Persiste la sensación que todo ser viviente padecerá horribles flagelos físicos. El terreno de Fulci es la exageración visual, a la vez que trabaja muy bien el suspenso. Nos preguntamos hasta dónde llegará su cámara, hasta qué momento dejará de retorcer cráneos. Las películas de Fulci suelen maximizar los recursos, ya sea con actores estadounidenses poco conocidos o que han perdido popularidad, y con efectos especiales sencillos que gracias a una astuta combinación con el score y con composiciones visuales muy novelescas nos conduce hacia nuestras angustias.

Me encanta el cine de Fulci, sus apariciones en cámara en roles de médicos, detectives o forenses (un evidente guiño a Alfred Hitchcock) y también la forma en cómo nos invita a introducirnos en historias que son escabrosas y que se vinculan con las abominaciones de demonios o bien de poderes que están más allá de nuestro entendimiento. Su cine es totalmente B en escala, ejecución y resultado, y también porque se sustenta en relatos que interpelan nuestro morbo y capacidad para tolerar la violencia desde la cinematografía que se mueve en el terreno del gore.

La Ciudad de los Muertos Vivientes pertenece a un cine que fue muy polémico en 1980, pero que hoy se echa mucho de menos, ya que en su tratamiento no hay efectos por computadoras, sino artesanía pura como se hacía antes en el cine de los monstruos de Universal Pictures (El Hombre Lobo, Drácula, etc.). A ello se debe agregar la sexualidad y el estilo del terror italiano.

Lucio Fulci falleció hace más de 20 años, pero su cine continúa apropiándose de nuestros temores, sueños y pensamientos. Fue un realizador apasionado del cine y de historias en donde el miedo era producto de una fantasía y exageración violenta, pero a veces necesaria desde el punto de vista cinematográfico. Muchos cinéfilos veneramos su obra. Sin embargo, la valorización de su cine, a partir de una perspectiva académica y desde la crítica cinematográfica, todavía es un tema pendiente.

Título original: City of The Living Dead (La Ciudad de los Muertos Vivientes o Paura nella cittá dei morti viventi) / Director: Lucio Fulci / Intérpretes: Christopher George, Catriona MacColl, Carlo De Mejo, Antonella Interlenghi, Giovanni Lombardo, Daniela Doria, Michele Soavi y Luca Venantini / Año: 1980.