Hace tiempo que quería hablar de esta película de Costa Gavras del año 1997. Las razones son varias, pero la más poderosa de todas es que se trata de uno de los mejores filmes en cuestionar la influencia, el circo y los excesos del Cuarto Poder, denominación con la que se conoce a la prensa. En la película tenemos al veterano periodista Max Brackett (Dustin Hoffman), quien durante el desarrollo de un reportaje insignificante a un museo identifica la historia que podría devolverle la tan anhelada fama. Mientas está en el baño ingresa al edificio Sam Bailey (John Travolta), guardia de seguridad que fue despedido y que con una escopeta en mano intenta recuperar su trabajo. Entra al edificio y amenaza a su ex jefa (Blythe Danner). Discuten y en medio de la situación salen corriendo un montón de niños en una visita escolar. La situación se sale de control y Sam en forma accidental dispara su arma hiriendo a otro guardia del edificio. Max Brackett observa atento toda la situación hasta que se da cuenta que está en medio de la noticia, una que podría ser de enorme interés para los espectadores porque mezcla a inocentes con una situación extrema y peligrosa que podría escalar y salirse aún más de control.
La filmografía de Costa Gavras pertenece al ámbito de la denuncia política, desde la vulneración de los derechos humanos por regímenes totalitarios (Missing, Z) hasta la fragilidad moral de instituciones como la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial ante los abusos del régimen nazi (Amen). En Mad City pone su atención en los medios de prensa, pero principalmente en el estilo periodístico de países como Estados Unidos, en donde abunda el pan y circo en torno a la televisión. Max Brackett es un periodista que por diversos motivos cayó en desgracia. Por lo tanto, la historia de Sam Bailey representa la oportunidad de un golpe noticioso grande, llamativo e ideal para la figuración de este periodista. Las cadenas de noticias comienzan a pelearse por el rating porque Bailey para algunos es un pobre diablo prisionero de las circunstancias, mientras que para otros televidentes es simplemente un loco peligroso que mantiene como rehenes a niños inocentes.
El filme fascina por el morbo de la sociedad estadounidense, de una opinión pública que actúa como una masa frente a la televisión. En pocas horas se arma un circo que incluye a policías, vendedores oportunistas con poleras con la cara de Bailey, decenas de reporteros, raperos, neonazis, fanáticos de las armas, hippies y trabajadores que también han enfrentado el despido y la falta de oportunidades. Detrás de ellos están los conductores de noticias y las emisoras que se pelean la exclusiva, exprimiendo el máximo jugo posible a familiares, testigos o simples aparecidos en torno a esta tragedia. Sam Bailey es un hombre confundido, algo infantil en sus decisiones. No es un mal hombre, pero la desesperación, la posibilidad de quedar en la pobreza, lo lleva a un estado de rabia descontrolada. Max Brackett lo aconseja, empatiza con su captor, lo escucha y también le recomienda qué o no hacer. Costa Gavras muestra la manipulación de personas que no están empuñando un arma, pero que al final son más deplorables y nocivas que el propio Bailey.
Mad City es una película sobre la alteración mediática, sus códigos y la forma en que la televisión es capaz de dictar cuándo alguien es inocente o culpable. La imagen nos señala parámetros sobre lo que debemos creer, ya que si sale o se dice algo en televisión debe ser porque es verdad. Esta especie de santificación de lo visual es lo que muestra Costa Gavras en pantalla. Los medios parecen ser más violentos y destructivos que cualquier arma. En las primeras escenas del filme vemos a Max Brackett y cómo éste se prepara para abordar a un entrevistado. Observamos planos del micrófono, la preparación de la cámara y los reporteros listos para “cazar” a su presa. Pareciera ser que estamos ante el rifle de un sicario o de un asesino a sueldo. La escena es brillante al quedar de manifiesto la influencia de los medios, cuyo alcance puede aniquilar a gobiernos o salvar a monstruos de la cárcel.
Max Brackett no es amigo de Bailey y a lo largo de la película lo conduce hacia determinadas acciones. Sin embargo, estamos ante un periodista con experiencia, de la vieja escuela que aún puede distinguir los excesos. Al final empatiza con Bailey. Trata de buscarle algún tipo de redención mediática, pero es demasiado tarde. Todas las personas que estaban esperando la resolución de este hecho obtienen la sangre que estaban buscando. Es así que Brackett grita que la muerte de Bailey es culpa de todos, a la vez que la camarógrafa que le ayudó al principio se convierte en una persona deshumanizada, quizá la peor versión de Brackett, además de transformarse en un reflejo de los espectadores.
Mad City es una de las buenas películas de los años 90` del cine estadounidense, la que recupera parte del cine contestatario de los años 70` en clásicos como Tarde de Perros y Network de Sidney Lumet. Costa Gavras realizó una película que no da respiro, la que también se sustenta por el dúo protagónico entre Hoffman y un inspirado John Travolta. Estamos ante una obra cuyos mensajes no han perdido ni un ápice de vigencia. Los medios continúan destapando casos horribles de abuso de poder, pero también el rating y los golpes mediáticos siguen siendo parte de su esencia y dualidad.
Título original: Mad City (también conocido como El Cuarto Poder) / Director: Costa Gavras / Intérpretes: Dustin Hoffman, John Travolta, Alan Alda, Mia Kirshner, Ted Levine, Robert Prosky y Blythe Danner / Año: 1997.