En 1987 el holandés Paul Verhoeven estrenó Robocop, filme que con el tiempo se convirtió en un clásico de la cinematografía de los años 80`. Es probable que usted, amigo lector, haya visto esta obra en varias oportunidades. Bueno, le puedo decir que yo la he visto tantas veces que me es imposible precisar un número exacto. Después que el guion de Robocop fuese rechazado por varios directores, Verhoeven que ya tenía un prestigio por sus cintas rodadas en Europa (Soldier of Orange, Spettersy El Cuarto Hombre) se dejó seducir por Hollywood, pero sin dejar de aportar el estilo violento que lo caracterizaba. El resultado fue exitoso, tanto que este extrovertido realizador se posicionó como uno de los cineastas más relevantes de los estudios estadounidenses con otras películas como Total Recall y la controvertida Bajos Instintos.
Robocop en su apariencia es una cinta de ciencia ficción sobre el policía Alex Murphy (Peter Weller), quien es acribillado por una banda de maleantes. Sus restos y memoria pasan a constituir las bases de un súper policía en la forma de un robot, si bien éste comienza a recordar cuando era un hombre y padre de familia. En la obra de Verhoeven está la violencia acostumbrada, es decir, varias dosis de disparos, explosiones y destrucción. La armazón de Robocop se impone ante criminales con facilidad, a la vez que se convierte es un nuevo símbolo de la desplazada ciudad de Detroit.
Lo que hace tan estimulante a Robocop es su subtexto, una enorme cantidad de mensajes y simbolismos que critican abiertamente a la sociedad estadounidense o bien la occidental. En ésta abundan los clichés, pero también manifestaciones sociales evidentes, entre ellas, el culto a la televisión, la frialdad de los medios de comunicación y la emancipación moral de las grandes corporaciones, en este caso de la OCP que finalmente tiene el poder de controlar a la policía junto con decidir el destino de malogrados oficiales aniquilados en la línea del deber.
A través de Robocop, Paul Verhoeven realiza una sátira sobre el exitismo de los años 80` y en la mayoría de las escenas del filme se deslizan bromas, además de una visión de la sociedad moderna atrapada en el materialismo y desapegada de la identidad personal. En Robocop abunda el sarcasmo y desde su estructura se burla abiertamente de las cintas de acción norteamericanas, incluso siendo una de ellas. Murphy es un Frankenstein moderno, cuyos creadores y artífice intelectual, Bob Morton (el fallecido Miguel Ferrer), son despreciables en muchos aspectos. Robocop es máquina, pero en su interior tiene más humanidad y sentido del deber que todos los que lo rodean con excepción de su única amiga, la oficial Anne Lewis (Nancy Allen). También en su actuar podemos identificar algunas referencias bíblicas, ya que hacia el final del filme lo vemos caminando sobre un charco de agua para después ser atravesado por una vara de acero, imágenes que son claras y evidentes referencias mesiánicas.
Peter Weller nunca ha sido un actor demasiado descollante, si bien de él hemos visto notables interpretaciones en obras como El Festín Desnudo de David Cronenberg. En Robocop le vemos muy poco la cara, pero es importante reconocer que actuar en la piel de una máquina, con todas esas prótesis y efectos especiales a cargo de Rob Bottin (The Thing), no debió haber sido fácil. Weller otorgó al filme un carácter trágico. La escena en donde lo despedazan es muy cruda, incluso para los estándares actuales. Vemos en pantalla la idea del hombre sacrificado, pero que después resucita para salvarnos.
La mirada sarcástica de Paul Verhoeven también la podemos distinguir en la visión del mundo corporativo, un terreno tremendamente competitivo y con reglas propias en el que abunda la indiferencia (la escena en que accidentalmente matan a un ejecutivo de la OCP es un notable ejemplo). A su vez, en los medios de prensa podemos ver otro tipo de disfuncionalidad. En las noticias se comentan noticias absurdas y horribles que hablan de un mundo violento, lo que se acrecienta con publicidades que también banalizan la familia, la salud, la infancia y la sociedad en general.
Robocop es una obra fascinante y totalmente disruptiva, cuya visión corresponde a la de un autor que suele analizar ideas como la militarización y la independencia de ideas (por ejemplo, en la subvalorada Starship Troopers). Robocop de alguna forma representa la imagen del caballero andante con su reluciente armadura. Vigila las calles para proteger la vida de inocentes al compás del exquisito y célebre score de Basil Poledouris, cuyo tema principal es uno de los más reconocidos tanto por espectadores como cinéfilos. Estamos ante una película muy bien rodada que sobresale por ideas, interpretaciones y enormes avances de la técnica audiovisual en el apartado de los efectos especiales. Peter Weller repitió el rol de Robocop en la decente secuela de 1990 a cargo de Irvin Kershner (El Imperio Contraataca), pero prefirió no participar en la malograda tercera parte de 1993. El impacto del filme de Verhoeven ha sido tan grande que en 2014 se realizó un remake a cargo del brasilero José Padilla, el que tenía ideas bastante interesantes y hace poco se anunció una nueva saga de la franquicia que estará a cargo de Neill Blomkamp (Distrito 9). Independiente de los efectos narrativos y visuales de las nuevas versiones, me quedo con la obra de Verhoeven de 1987 porque esta película siempre vuelve a mi cabeza, ya sea por sus ideas, sus imágenes y su espíritu cínico hacia una sociedad que defendió el oficial Alex Murphy, y que más de 30 años después se parece mucho a la actual.
Título original: Robocop / Director: Paul Verhoeven / Intérpretes: Peter Weller, Nancy Allen, Ronny Cox, Dan O`Herlihy, Kurtwood Smith, Miguel Ferrer, Robert DoQui, Ray Wise, Felton Perry, Paul McCrane, Jesse D. Goins, Calvin Jung, Del Zamora, Lee de Broux y Michael Gregory / Año: 1987.