El cineasta Peter Farrelly dio termino a la sociedad que durante décadas tuvo con su hermano Bob en el cine. Juntos dirigieron Una Pareja de Idiotas, Loco por Mary, Kingpin, Pegado a Ti, Amor Ciego y Los Tres Chiflados. En todas estas películas desarrollaron historias absurdas empaquetadas en un tipo de comedia simplona y cargada hacia el humor escatológico. En algunas películas lograron deslizar algunos mensajes sobre la aceptación, la tolerancia y la diversidad, pero siempre desde un tratamiento cómico con brocha gruesa. Eran obras que más que relatos se conducían a través de pequeños gags, algunos delirantes y otros totalmente forzados y carentes de gracia.
Green Book es el intento academicista de Peter Farrelly que busca alejarse de aquel tipo de cine que le otorgó popularidad y una carrera en Hollywood. El resultado de este esfuerzo es más que satisfactorio, si bien su composición sigue un manual medido y calculador para cada escena que vemos en pantalla. Partimos con un sello que suele llamar la atención de los espectadores: una historia real, la de Tony Lip (Viggo Mortensen) y el Dr. Don Shirley (Mahershala Ali). El primero es la rudeza y la falta de educación de un hombre que trabaja con la intimidación de sus puños. Lip se desempeña como guardia se seguridad de un club nocturno, siendo su principal propósito la de repartir golpes a quien se lo merezca. En los meses previos a la Navidad consigue un trabajo como conductor del Dr. Shirley, célebre pianista afroamericano que toma la decisión de realizar una serie de conciertos en los estados sureños de Estados Unidos en 1962, es decir, en una de las épocas de mayor polarización racial de aquel país. Para ello, ambos hombres disponen de las recomendaciones de Green Book, una guía de bolsillo que en aquellos años indicaba a las personas de color donde podían alojar y comer en medio de una sociedad en la que estaba más activo que nunca el Ku Klux Klan. En este road movie el objetivo del docto pianista es remover consciencias, mientras que la de Lip es poder protegerlo de los peligros de la calle que tan bien conoce.
El filme de Peter Farrelly es la película de buenos sentimientos de la temporada de premios. Es lo que podríamos denominar como una obra anodina, con mensajes de buena crianza sobre la tolerancia y la aceptación. El filme también es una versión más actualizada de Conduciendo a Miss Daisy porque apunta básicamente a los mismo: espectadores que desean ver una película que les haga sentir bien, además de tener la oportunidad de escuchar y presenciar algunas enseñanzas orientadas a ser simplemente una mejor persona. Lo interesante, y en defensa del filme, es que funciona. En ningún caso estamos ante una película que trata de ser más lista que los espectadores. Es lo que es y el resultado es notablemente agradable, lo que se debe a una correcta dirección y, sobre todo, al descollante trabajo de sus dos protagonistas, en especial el de Mortensen, quien se roba cada escena a partir de su naturalidad y carisma.
Todos los años en los filmes que postulan al Oscar a Mejor Película tenemos ejemplos que buscan la mayor aceptación posible de parte de los espectadores. En las últimas décadas tuvimos los casos de Kramer versus Kramer, La Fuerza del Cariño, la mencionada Conduciendo a Miss Daisy, Una Mente Brillante y Crash. Todas estas obras hablaban de la familia, los lazos afectivos, las dificultades que se presentan en la vida, la tolerancia y, en resumen, sobre historias de superación con varias enseñanzas de por medio. Desde un punto de vista narrativo y formal es cierto que estas películas eran correctas, si bien con una calidad y valor artístico muy por debajo de sus contrincantes en los años que postularon al Oscar. Ahora bien, no podemos negar que son películas agradables de ver, obviamente unas más que otras. Es verdad que podemos asombrarnos y también sobrecogernos con filmes mucho más profundos que han hablado del ser humano, tanto de sus miserias como de sus virtudes. Para ello, tenemos la notable filmografía de artistas como Bergman, Tarkovski, Melville, Kieslowski y un largo etcétera. Sin embargo, películas como Green Book también consiguen su cometido, en particular si la manipulación no es demasiado burda. Reitero que la dirección del filme no es descollante, pero sí lo son sus intérpretes. Quizá en dos décadas más, cuando se repase la carrera de Viggo Mortensen como actor, en la lista de referencias sin duda aparecerá Green Book. Es así que estamos ante una película de actores, como antes lo fue The Ugly American para Marlon Brando o The Thomas Crown Affair para Steve McQueen.
En Green Book los protagonistas aprenden uno del otro. El Dr. Shirley comprende que no es necesario vivir la vida solo, además de reconocer el valor de disfrutar más la vida. En cuanto a Tony Lip, éste identifica la importancia de llegar a ser una mejor versión de sí mismo junto con el valor de los principios sin la necesidad de imponer la fuerza. Ustedes, queridos cinéfilos y espectadores seguramente también aprenderán algo o simplemente lo pasarán muy bien en la sala de cine. Por mi parte, puedo decir que no incorporé ninguna enseñanza o reflexión que no hubiese tenido antes (para ello tenemos otras películas como las de Spike Lee o aquella lograda obra que nunca se estrenó en Chile titulada Detroit de Kathryn Bigelow). Ahora bien, sí lo pasé muy bien, me encariñé con ambos protagonistas y me dejé manipular porque el cine también es una manifestación artística para pasarlo bien, para sentirnos mejor y para emocionarnos sin restricciones, sin culpas y sin darle demasiadas vueltas a lo que vemos. Green Book es un filme sencillo para dejarse llevar y aquello también es una virtud desde su justa mirada.
Título original: Green Book (Green Book: Una amistad sin fronteras) / Director: Peter Farrelly / Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Linda Cardellini, Sebastian Maniscaldo, Dimitir D. Marinov y Mike Hatton / Año: 2018.