Siempre me quedo pegado cuando encuentro en el cable películas sobre personas que tienen que sobrevivir en medio de la nada. Me sucedió con Viven, filme de Frank Marshal sobre “El Milagro de los Andes”. También con Deliverance de John Boorman, pero en un tono más existencialista en torno a una radiografía de la américa más profunda. Otros relatos del tipo Robinson Crusoe que me atraparon fueron The Martian de Ridley Scott y All is Lost de J.C. Chandor. ¿por qué sucede esto? La razón es bastante simple, ya que son películas que sitúan al ser humano en lo que sería la mayor experiencia de desamparo posible.
En los relatos de supervivencia la atención cae en un grupo o, principalmente, en una persona que tiene que enfrentar una situación extrema para sobrevivir. La línea narrativa busca seguir los intentos de algún individuo arrojado a su suerte, ya sea producto de un accidente aéreo o de un naufragio en un lugar sin atisbo de civilización. El drama viene ante la necesidad de alimento, refugio, agua, lo que sea, en medio de espacios agrestes que no tienen nada salvo hermosos e inhóspitos paisajes totalmente desconocidos por el hombre.
Esto es lo que distingue a El Ártico, película de Joe Penna que comienza con un hombre sólo y abandonado que al parecer tuvo un accidente aéreo en una de las zonas más despobladas del mundo. El protagonista es Overgárd (Mads Mikkelsen), hombre silencioso que se ha mantenido como si fuese una clase de prisionero gracias a distintas rutinas. Éstas son pescar, esconder la comida de los osos polares, activar una baliza de emergencia, instalar señales a gran escala para que puedan ser vistas desde el aire, dormir, comer y tratar en palabras simples de no trastornarse.
Los filmes de sobrevivencia suelen llamar la atención porque como espectadores nos hacemos las mismas preguntas del protagonista de turno. También nos aventuramos en pensar qué haríamos en circunstancias similares, si podríamos ser capaces o no de reaccionar, en resumen, de poder extender la vida propia, aunque sea por 48 horas o por un par de semanas. Claramente hay personas que no resistirían ni media hora en medio de la nada, pero lo cierto es que hay que estar en una situación extrema de esta naturaleza para comprender qué hacer. Overgárd se convierte en un reflejo de las capacidades de los espectadores. Visualizamos sus pensamientos en nuestras cabezas, a la vez que nos ponemos en su lugar. Es así que el subgénero de sobrevivencia o supervivencia se convierte en el tipo de relato más abierto a la empatía posible.
El cineasta Joe Penna prácticamente estructura un filme mudo, cuyo único sonido ensordecedor es el ambiente, el viento implacable de nieves eternas. Overgárd quiere salvarse, pero cuando se presenta la tan anhelada oportunidad se produce otro desastre, dando como resultado otra sobreviviente (María Thelma Smáradóttir). Esta pequeña mujer se convertirá en el catalizador que requiere el protagonista, una justificación mayor para querer salir de aquel infierno blanco en apariencia anodino.
El danés Mads Mikkelsen suele hacer papeles de villano en el cine (Casino Royale de la franquicia James Bond es un ejemplo), si bien sus mejores roles provienen de sujetos que sufren, que son castigados injustamente desde el plano moral (la soberbia The Hunt) o desde lo físico como sucede en El Ártico. Su rostro y gestos expresan dolor, pesadumbre, pequeñas esperanzas y mayoritariamente la obstinación de quien se niega a morir en una forma tan injusta y olvidable. El Ártico es una película que nos pone a prueba, que es difícil de presenciar porque se trata del abandono más miserable al que puede someterse el ser humano, dejando a la voluntad como el único recurso válido en medio de la nada.
Título original: Artic (Ártico o El Ártico) / Director: Joe Penna / Intérpretes: Mads Mikkelsen y Maria Thelma Smáradóttir / Año: 2018.