Ridley Scott tiene el mérito de ser el único director épico en Hollywood con una carrera con guiños al cine de David Lean (Lawrence of Arabia, Dr. Zhivago) y al de Franklin J. Schaffner (Patton, El Planeta de los Simios). Sus filmes pertenecen a la categoría de grandes relatos, los que usualmente se enmarcan en variados escenarios históricos. Además, ha profundizado en casi la totalidad de géneros, pero siempre con un sentido de la estética único que incorpora elementos disruptivos, además de nuevas tendencias. Esta capacidad para “engrandecer” el frame de la pantalla se debe a sus orígenes en la publicidad y a cierta concepción de la narración que proviene del cine clásico.
Tanto espectadores como críticos suelen valorar la creatividad de Scott para asombrar en la pantalla, pero también echan de menos su falta de sustancia en la construcción de personajes e historias. Tal característica ha hecho que los estrenos de Scott se esperen con ansias, a la vez que surgen preguntas sobre su capacidad para igualar o superar sus primeras obras, las que finalmente hicieron posible su carrera como cineasta. Lo que sucede con Scott es que sus tres primeros filmes fueron muy potentes, es decir, relatos que rozan la perfección y que en la actualidad son considerados como obras de culto. Las películas que sentaron la carrera y el “estilo Scott” fueron Los Duelistas (1977), Alien (1979) y Blade Runner (1982). El primero fue una historia modesta situada en las guerras napoleónicas en donde dos militares se enfrentan a un eterno duelo durante varios años. El segundo y tercer ejemplo no necesitan mayor introducción. Sólo basta decir que son obras que redefinieron la ciencia ficción y la integración de ésta a otros géneros como el cine de horror y el film noir.
Es así que el cineasta inglés a lo largo de toda su carrera ha tenido que enfrentarse al fantasma de sus primeros trabajos. Fue con Legenda (1985), historia referencial de El Señor de los Anillos y con un joven Tom Cruise de protagonista, que Scott tuvo un primer tropiezo, uno bastante injusto por lo demás. Después vinieron otras obras, algunas más íntimas como Thelma y Louise (1991) y otras a gran escala, pero un poco pretenciosas como 1492: La Conquista del Paraíso (1992) o la innecesaria Hannibal (2000), secuela de El Silencio de los Inocentes. Sin embargo, Scott demostró que aún tiene carácter e inventiva con filmes pequeños y grandes. Black Hawk Down (2001) demostró su pulso narrativo y su innegable conocimiento sobre el montaje y el sentido de acción sin pausas. Después con Los Tramposos (2003) y Gangster Americano (2007) dio cuenta de su talento para dirigir actores, obteniendo lo mejor de un inspirado Nicolas Cage en el primer filme, además de un notable duelo actoral entre Denzel Washington y Russell Crowne en el segundo.
Toda esta introducción es necesaria para entender y valorar el último trabajo de Scott: Misión Rescate (2015). Basada en el best seller The Martian escrito por Andy Weir, la historia se centra en un astronauta que por error es abandonado en Marte. Es aquí, en el ámbito desolado del planeta rojo, donde deberá sobrevivir ante la falta de recursos y la soledad. En contraposición están los esfuerzos de la Nasa por traer de vuelta a la Tierra a su extraviado tripulante en una misión que involucra a científicos, ingenieros, astrofísicos, astronautas y la colaboración de la agencia espacial China. Ridley Scott filma, probablemente, uno de sus trabajos más entretenidos en años. La historia es vertiginosa, pero también íntima gracias a la interpretación de Matt Damon. El actor dispone de una historia hecha a su medida, en donde demuestra humor y desesperación en torno a la epopeya que implica quedar abandonado en otro planeta (situación que se remonta al relato de Robinson Crusoe de Daniel Defoe). Lo interesante es que Scott consigue integrar en forma adecuada y sin artificios el espíritu de sobrevivencia del protagonista junto a las teorías científicas que buscan revertir una situación que parece imposible de enmendar.
Misión Rescate no tiene la espesura metafísica de Interestelar, pero si contiene adrenalina y mucha cinematografía. Scott demuestra su patentado estilo visual, si bien la belleza de las imágenes de Marte y la epopeya del viaje espacial están al servicio de los protagonistas. A ello se suma la habilidad para sintetizar la temporalidad de una historia que sucede durante meses en un filme de poco más de dos horas, todo con credibilidad y nervios de acero. Otro aspecto llamativo es el respeto de Scott hacia su protagonista, situándolo como un ser humano corriente con capacidad para subsistir y enfrentar lo inimaginable. Esta cualidad es el gran valor de la película, ya que sin recurrir al terreno fácil de los discursos patrióticos muestra el sentido de proeza del hombre, uno que decide convertirse en explorador a pesar de los riesgos. En Misión Rescate predomina el mensaje de que los actos más heroicos son los que finalmente construyen las leyendas (punto de vista anteriormente tocado por la sublime Los Elegidos de la Gloria de Philip Kaufman en 1983).
Ridley Scott es un cineasta único por su claridad y creatividad en el tratamiento de la imagen. A veces equivoca el camino con filmes como Éxodo: Dioses y reyes, pero en otras ocasiones está increíblemente inspirado como en Misión Rescate. Con casi 80 años todavía tiene energía y decenas de proyectos en carpeta (la esperada Alien Covenant). Quizá estemos en presencia de su despedida como director y creador, pero sin duda se trata de una etapa crepuscular que la quisiera cualquier director novel de menos de 30 años. Scott es y será el cineasta de las historias a gran escala, de aquellas que suelen identificar a la pantalla del cine con la espectacularidad de nuestra historia pasada, presente y futura.
Título original: The Martian (Misión Rescate) / Director: Ridley Scott / Intérpretes: Matt Damon, Jessica Chastian, Michael Peña, Jeff Daniels, Sean Bean, Kristen Wiig, Sebastian Stan, Kate Mara y Chiwetel Ejiofor / Año: 2015.