Han pasado 30 años desde el estreno de “Suban el Volumen”, película que marcó el inicio de la generación de los 90`, una en la que los jóvenes estaban hartos de la moda exitista de los años ochenta y del materialismo de una década probablemente demasiado plástica. Reconozco que a mí me fascinan los años ochenta, no sólo por la complejidad política de los últimos años de la Guerra Fría en medio de tendencias y modas transgresoras, sino también por un estilo de vida increíblemente superficial. Suban el Volumen es un deleite verbal (más que visual), sobre todo por su mensaje y su espíritu visionario ante una década que hoy recién se ha comenzado a explorar y analizar.
Los 90` arribaron en EE.UU. con una poderosa carga de existencialismo de la mano de millones de jóvenes desilusionados de la era Reagan, además de la recesión y conservadurismo republicano. Era el momento idóneo para que se alzara una voz disidente al ritmo melancólico de “Everybody Knows” del recientemente fallecido Leonard Cohen. Ese era “Hard Harry”, un joven estudiante de una secundaria de Arizona, quien a través de una radio pirata se dedica a desahogar todos sus pensamientos en torno al autoritarismo de académicos y padres, además de la hipocresía propia de una juventud presionada por los convencionalismos de la vida adulta, el matrimonio y el trabajo.
El cine americano ha generado varios géneros no reconocidos y uno de ellos corresponde a la vida de los adolescentes en la secundaria (la enseñanza media en versión local). Se pueden identificar buenos ejemplos (“Animal House”, “The Breakfast Club”, “Fast Times at Ridgemont High”, “American Graffiti”, “Valley Girl” y la subvalorada Heathers o Escuela de Jóvenes Asesinos también protagonizada por Slater), pero también otros de dudosa calidad (“Can’t Hardly Wait”, “Road Trip”). Sin embargo, todos estos filmes han tocado la fibra de quienes hemos sido alguna vez escolares. Nos identificamos con sus historias y con aquella melancolía estacionaria que suele marcar a esta edad.
Suban el Volumen fue un poco más allá en comparación a los filmes citados. Incluyó un discurso contra el autoritarismo, pero sin caer en la verborrea política anarquista (propia de movimientos de izquierda o socialistas). En vez de ello, la película de Allan Moyle se sustentó en el nihilismo de una generación de jóvenes incomprendidos y con valores más sólidos que sus propios padres. Hard Harry -que mejor que Christian Slater y su característica voz para este rol- también es un sociópata que se conduce a través de una personalidad retraída en el día y otra totalmente segura y confiada durante la noche. Es en medio de su show radial en donde puede ser el catalizador de otros adolescentes. Se mofa con sarcasmo de sus profesores y de la incapacidad de estos para escuchar las angustias de alumnos y adolescentes, a la vez que denuncia la falta de empatía y la presión abominable para ser alguien respetable en la vida, un “ser humano productivo para la sociedad”.
El filme de Moyle se disfruta por su osadía y ha envejecido con dignidad. Muchas de las inquietudes que preocupan a sus jóvenes protagonistas permanecen sin ningún cambio hasta el día de hoy. Esta película sin duda nos hace recordar nuestros tiempos de estudiantes en el colegio, una época en que comenzábamos a percibir los primeros pasos de la vida adulta (entiéndase por decepciones, alegrías y los primeros idealismos). Me pregunto cómo sería filmar una película así en la actualidad. No creo que el resultado sería tan bueno porque probablemente estaría cargado de la impersonalidad de las redes sociales. Por eso, prefiero quedarme con la idea, la sugestión y la vivacidad de Suban el Volumen made in los 90`, quizá una época en la que tratamos de ser más auténticos.
Título original: Pump Up The Volume / Director: Allan Moyle / Intérpretes: Christian Slater, Samantha Mathis, Annie Ross y Cheryl Pollak / Año: 1990.