El veterano director alemán se ha transformado en un ícono cultural en los últimos años. Sus trabajos como documentalista lo han posicionado como uno de los autores europeos avecindados en Hollywood más queridos y estudiados por las nuevas generaciones de cineastas. Las pellejerías que sufrió durante la filmación de Aguirre, La Ira de Dios y Fitzcarraldo son legendarias, como también su intensa relación con el actor Klaus Kinski con quien mantuvo una relación profesional destructiva y necesaria que se puede apreciar en el documental Mi Enemigo Íntimo. Quienes han trabajado con Herzog lo describen como un director intenso, metódico y profundo. En Rescate al Amanecer, Christian Bale hizo todo lo que el cineasta le ordenaba hasta el punto de poner al límite su capacidad física. A su vez, estrellas del mainstream como Tom Cruise no han dudado en colocar al alemán frente a las cámaras en el rol de villano (Jack Reacher). A lo anterior se suma su reflexiva voz, la que está presente en la mayoría de sus documentales y que para muchos cinéfilos y académicos es un placer escuchar. A lo largo de su carrera, Herzog ha hecho de todo o más bien todo lo impensado para sacar adelante sus películas. En sus obras se puede observar a un artista que está en una permanente búsqueda para desentrañar las motivaciones de los seres humanos, ya sea en la selva, en el interior de un volcán, en una prisión, en la Antártica y en ocupaciones anómalas y arriesgadas. El director de Nosferatu sabe lo que es el cine, sus procesos y también sus miserias. En el ámbito de lo común suele detectar lo extraordinario y lo sublime, pero también la maldad y la locura del hombre atrapado por sus deseos y obsesiones.
Herzog es un cineasta en plena etapa crepuscular, pero que filma como un joven apasionado por las ideas, por los misterios del hombre y por aquellas acciones que de alguna forma han puesto en marcha al mundo, tanto hacia el cielo como hacia el abismo. En los próximos comentarios, a partir de entrevistas realizadas por los investigadores y teóricos Paul Cronin, Hervé Aubron y Emmanuel Burdeau (*), podrán conocer algunos de los intereses y motivaciones del cineasta alemán. Herzog es único en su tipo, al igual que sus originales respuestas, siempre con el ánimo y pasión de quien no olvida las posibilidades del cine.
Sobre el proceso de filmación
“Filmar películas supone un camino más vulnerable que la mayoría de los emprendimientos creativos. El escultor tiene un solo obstáculo –una masa de piedra-, a la que debe dar forma con el cincel. Pero filmar películas implica organización y dinero y tecnología, cosas de ese tenor. Uno puede haber hecho la mejor toma de su vida, pero si el laboratorio mezcla mal la solución de revelado, la toma desaparece para siempre. Uno puede construir un barco, seleccionar 5000 extras y planear una escena con los actores principales…y a la mañana siguiente a uno de ellos le duele el estómago y no se presenta al rodaje. Esas cosas pasan, todo está entramado e interrelacionado, y si un elemento no funciona como debe toda la aventura tenderá a colapsar. Habría que enseñarles a los cineastas que en algún momento las cosas seguramente saldrán mal, habría que enseñarles a enfrentar esos problemas, a manejar un equipo técnico que se les está yendo de las manos, a tratar con un coproductor que no paga lo que debe o un distribuidor que no hace la publicidad como corresponde, esa clase de cosas. La gente que se queja constantemente de este tipo de problemas en realidad no es apta para esta profesión…Y, vitalmente, hay que enseñarles a los aspirantes a directores de cine que a veces la única manera de superar los problemas es poner el cuerpo. Muchos grandes directores de cine han sido individuos asombrosamente físicos, atléticos”.
“Todos los que hacen películas deben ser atletas en cierto grado porque el cine no nace del pensamiento abstracto; nace de tus rodillas y de tus muslos. Y también deben estar dispuestos a trabajar veinticuatro horas diarias. Cualquiera que haya hecho una película -y la mayoría de los críticos jamás han estado detrás de una cámara- lo sabe. Yo también intento hacer personalmente la mayor parte de la preproducción –sobre todo la búsqueda de los escenarios naturales- cuando filmo una película. Soy experto en entender y leer cartografías y, munido de un buen mapa, no me resulta difícil imaginar dónde encontraré los paisajes y ambientes que busco”.
Sobre el imaginario y la televisión
“Con frecuencia he hablado de lo que denomino el imaginario inadecuado de la civilización de hoy. Tengo la impresión de que las imágenes que hoy nos rodean están gastadas; hemos abusado de ellas y han quedado inútiles y exhaustas. Renguean y se arrastran detrás del resto de nuestra evolución cultural. Cuando miro las postales en las tiendas para turistas y las imágenes y las publicidades que nos bombardean desde las revistas, o enciendo la televisión, o entro en una agencia de viajes y veo esas láminas enormes, todas con la misma, tediosa imagen del Gran Cañón del Colorado, sinceramente siento que allí está surgiendo algo peligroso. El mayor peligro, a mi entender, es la televisión, porque hasta cierto grado arruina nuestra visión y nos vuelve tristes y solitarios. Nuestros nietos nos culparán por no haber arrojado granadas de mano contra las estaciones de TV por causa de los comerciales. La televisión mata nuestra imaginación y terminamos atiborrados de imágenes gastadas debido a la incapacidad de demasiadas personas para buscar imágenes nuevas, frescas”.
Sobre los personajes de sus filmes
“Siempre he sentido que todos mis personajes pertenecen a la misma familia, independientemente de que sean ficcionales o no. No tienen sombras, no tienen pasado, todos emergen de la oscuridad. Siempre he pensado que mis películas en realidad conforman una obra ambiciosa en la que vengo trabajando desde hace cuarenta años. Los personajes de esta larga historia son, todos ellos, rebeldes solitarios y desesperados que carecen de lenguaje para comunicarse. Inevitablemente sufren por eso. Saben que su rebelión está condenada al fracaso, pero continúan sin respiro, heridos, luchando solos, sin ayuda de nadie”.
Sobre el financiamiento de sus películas
“Durante toda mi vida laboral tuve que luchar para conseguir dinero. Pero el dinero, en realidad, no es tan importante. En cuanto salí de la oficina de esos productores hace ya muchos años supe que jamás filmaría un solo fotograma si continuaba perdiendo el tiempo con esa clase de gente. Si uno quiere hacer una película, tiene que ir y hacerla. Nada más. (….) Todo el mundo, cada vez que nos encontramos, empieza a quejarse de la estupidez del dinero. Esa parece ser la cultura del cine. El dinero tiene dos características: es estúpido y cobarde”.
“Mi salario jamás me preocupa cuando dirijo una película. Desde el comienzo decidí no cobrar por escribir los guiones y dirigir porque yo era el productor de las películas y, además, trabajaba mucho con mi hermano y mi esposa…Siempre prefiero invertir hasta el último centavo en las películas, incluso aunque no sepa cómo haré para pagar el alquiler el mes próximo…El dinero no mueve barcos ni montañas; los mueve la fe. Y el dinero tampoco filma películas”.
Sobre su relación con la cinefilia
“Soy tan cinéfilo como es posible serlo. Adoro el cine. Pero no necesito ver tres películas por día. Me basta con ver tres buenos filmes al año. En un año que sea de una buena cosecha para el cine, se producen cinco o seis buenos filmes en el mundo. No más. Se ha convertido en el mayor problema de los festivales: su número creció hasta alcanzar, no sé, la cifra de 2.800. Puede estar bien ver cinco o seis películas. A veces también puede estar bien contentarse con lo peor que haya, the real junk. Precisamente para aprender lo que no hay que hacer. Los malos filmes siempre son más instructivos que los buenos”.
Sobre su visión de los rodajes
“En Nueva Orleáns fui muy claro con el equipo (en relación a su filme Teniente Corrupto con Nicolas Cage). Les expliqué a todos mi manera de hacer películas…Por ejemplo, no ejercí mi derecho a tener una casa rodante, ni mi derecho a tener un chofer, ni mi derecho a tener un asistente personal. En mis rodajes, me niego categóricamente a tener una silla de director. Se lo dije a todo el mundo: El director en mis películas siempre encuentra un rincón donde pararse o una caja de metal para sentarse. Nunca me sentaré en una silla de director. Lo que les digo significa que quiero ver el dinero en la pantalla”.
(*) Extractos de entrevistas publicadas en Manuel de Supervivencia y Herzog por Herzog de editorial El Cuenco De Plata.