Conmover a través de un filme es un arte, más aún cuando éste tiene la capacidad de integrar de manera efectiva imagen con narración cinematográfica. Desde que existe el cine los espectadores han visto muchas escenas de profunda tristeza y nostalgia, si bien la mayoría de ellas suelen ser demasiado edulcoradas y comunes. Es verdad que hay gente que es más propensa a emocionarse frente a una película y otras que son más reticentes a la lágrima fácil, pero finalmente la capacidad para producir una respuesta afectiva en los espectadores es un don que pocos cineastas han podido desarrollar con elegancia y estilo.
William Wyler, director que aún hoy genera debates sobre su legado fílmico y, en especial, en su categoría de realizador autor, fue uno de los cineastas que tuvo la virtud de “tocar la tecla” exacta en la emotividad del público. Además, al igual que Kubrick, se desempeñó en casi todos los géneros cinematográficos y a través de algunas de sus películas impuso un estilo propio que hoy es objeto de estudio para críticos y cinéfilos.
En esta oportunidad hablaré sobre uno de los filmes fundacionales de Wyler: Los mejores años de nuestra vida (1946), una de las primeras obras sobre el periodo de post- Segunda Guerra Mundial en la sociedad estadounidense. Este filme tiene muchos elementos valiosos, partiendo por la forma en que retrata la readaptación de soldados después de la guerra. En aquella época el ejército estadounidense era visto como el libertador de Europa y del sudeste asiático, cuyos jóvenes soldados eran considerados como verdaderos héroes del mundo libre. Sin embargo, Wyler se atrevió a explorar en sus heridas físicas y, sobre todo, en sus traumas psicológicos.
A lo anterior se sumó cierta influencia del neorrealismo italiano, aquel movimiento fílmico que surgió en la abatida Italia en 1945 y que el realizador Vittorio De Sica popularizó con El Ladrón de Bicicletas. La crudeza, el realismo y las problemáticas de la vida diaria se pueden apreciar, en menor medida, en la historia de Los mejores años de nuestra vida. Wyler comprendió que el triunfo de su país también implicó muchas pérdidas, y que era el momento de sopesar y entender las secuelas del patriotismo.
A través de este filme, Wyler profundiza en las historias de tres ex combatientes: un capitán en cuyos sueños es acosado por traumas de la guerra, un sargento que vuelve más crítico y cansado de la ingenuidad de los civiles, y un marino que se debe enfrentar tanto a una discapacidad física como psicológica. Entre estos tres hombres crece la amistad en medio de un entorno que sienten ajeno y hóstil. El director de Ben Hur demuestra su habilidad como director de actores por medio de una historia que habla de personas y de hombres comunes que después de enfrentar eventos extraordinarios perdieron esencia y pertenencia. Los mejores años de nuestra vida es un símbolo sobre la destrucción y reconstrucción que experimentaron cientos de soldados junto a las familias que tuvieron que lidiar con dicho proceso. Lo anterior, siempre acompañado de agudos y acertados diálogos que se echan de menos en los dramas contemporáneos.
Wyler incluso va un poco más lejos al dirigir un filme que explora en temáticas que están al filo del conservadurismo de la época de Truman, y que bien podría ser un antecedente lejano de algunas obras antibélicas de los 70` (Regreso a Casa de Hal Ashby y El Francotirador de Michael Cimino). En todo caso, es importante precisar que el filme de Wyler no es una película contra la guerra, sino un mensaje sobre la actitud discriminatoria de la sociedad civil, y que en ocasiones se manifiesta como un hábito difícil de cambiar. Los mejores años de nuestra vida habla de aquellos momentos en donde más dolor experimentamos, pero también cuando más nos conocemos a nosotros mismos, ya sea por medio de nuestras vergüenzas, faltas, frustraciones y anhelos.
Este es un filme con muchos simbolismos (partiendo por aquella magnífica secuencia en el cementerio de aviones que evoca las pesadillas de uno de los protagonistas). Es verdad que es una película que privilegia un cierre bastante convencional y quizá algo esperable para todos sus protagonistas, pero es en su totalidad como obra donde adquiere su mayor valor e impacto fílmico. Wyler nos conduce por escenas de profundo dramatismo, a la vez que nos adentra en la épica personal de tres soldados que han vuelto a casa junto a la pesada mochila que suelen cargar los sobrevivientes de una guerra. Estamos ante un emblema del cine estadounidense que vale la pena ver y honrar, y que después de más de 70 años aún se mantiene vigente. ¡Imperdible, cruda y cierta en sus miserias y grandezas!
Título original: The Best Years of Our Lives / Director: William Wyler / Intérpretes: Dana Andrews, Teresa Wright, Harold Rusell, Myrna Loy, Fredric March y Virginia Mayo / Año: 1946.