Rutinas de más de 40 años es lo que en apariencia filma Maite Alberdi en Los Niños, obra que también registra las alegrías, frustraciones y anhelos de un grupo de adultos con síndrome de down. En un ambiente protegido y en el que abunda la estimulación intelectual y técnica se enseña la relevancia de lo que significa ser autovalente, además de la satisfacción asociada a la concreción de objetivos personales. Sin embargo, el discurso, aunque esté cargado de buenas intenciones, tambalea en contraposición a una sociedad ensimismada en paradigmas sobre lo que supuestamente es normal y que además suele definir quiénes están circunscritos a dicha condición.

Anita, Andrés y Ricardo son adultos con más de 40 y 50 años con planes que incluyen la obtención de una casa propia y también el matrimonio. Son personas conscientes del síndrome de down que los ha acompañado durante toda la vida, y también saben o intuyen que la sociedad y familiares desconfían de ellos, de sus capacidades. Estamos ante un estado muy difícil de superar porque detrás de la preciosista fotografía de Los Niños hay algo más oscuro y que se relaciona con la falta de oportunidades. Dicha definición se ha transformado en un cliché de las sociedades latinoamericanas y también de Chile, pero es atingente a la obra de Alberdi. A Ricardo, que ahorra para su casa propia, no le alcanza la plata. Le pagan una miseria porque en nuestro país no existe ninguna ley que regule el sueldo mínimo para personas con síndrome de down. En otra realidad, tenemos a la pareja formada por Anita y Andrés, quienes se quieren casar, pero también simbolizan una suerte de Romeo y Julieta, es decir, un romance condenado al fracaso por circunstancias externas.

Lo llamativo y más valioso del último trabajo de Alberdi es que consigue tensionar los paradigmas de los espectadores por medio de un montaje estructurado en momentos de innegable ternura, otros que apelan al ingenio y perspicacia de sus protagonistas, y también el registro de momentos que son más dramáticos. Hay sorpresa, incredulidad y empatía. A ello se suma la utilización de una cámara que muestra a custodios, profesores y padres siempre desenfocados, y que corresponde al punto de vista de Anita, Ricardo y Andrés. Sus realidades son más ingenuas y puras, como también sucede con Charlie Brown cuando interactúa con voces distorsionadas y sin rostro de los adultos. Esta desconexión muestra las diferencias entre dos mundos, cuyos puntos de unión a veces son desestimados, ya sea por cansancio, miedo y la necesidad de control.


Ver Los Niños es una experiencia demasiado grata, pero también dolorosa. Nos asombramos por la sabiduría de sus protagonistas, a la vez que empatizamos con sus penas y frustraciones, en especial cuando también nos vemos reflejados en ellos. Al ver este documental es imposible no mencionar La Vida Sigue su Curso, serie estadounidense que fue protagonizada por un joven con síndrome de down llamado Chris Burke entre 1989 y 1993. En aquellos años la experiencia de dicho actor produjo varios reportajes de prensa, los que también incluyeron a Chile. Sin duda, se trató de un hito televisivo de alcance mundial, haciendo de Burke un actor nominado a los Globos de Oro como mejor actor secundario.

Alberdi en Los Niños revitaliza una vez más el género documental, haciéndolo masivo, pero con una mirada autoral siempre presente en la idiosincrasia chilena. Su cine es corporal, metódico y abunda en él la determinación de una sociedad que todavía está demasiado anquilosada respecto de algunos tópicos. En El Salvavidas y en La Once profundizó sobre la apariencia y la estratificación social del Chile de hoy, y que se desarrolla en ámbitos que, por lo general, son herméticos tanto en lo popular como en lo elitista. En Los Niños también centra su punto de vista en una realidad particular y ajena, si bien aquí los protagonistas buscan desesperadamente salir de dicha uniformidad.

Detrás de Los Niños hay una una cineasta que, consciente o inconsciente, renueva las temáticas que abundan en el cine chileno en torno a la política y hechos que sucedieron hace más de 40 años. Es importante rescatar la memoria, pero cuando se produce un abuso de ciertas temáticas el discurso también termina agotándose. En cambio, Los Niños se detiene en otros ámbitos que también preocupan al Chile de hoy, los que contribuyen a enriquecer nuestra identidad y algunos de los desafíos que tenemos que resolver como sociedad, una que se repite a sí misma, por moda o simple arribismo, conceptos como la internacionalización. El último trabajo de Maite Alberdi es una obra muy estimulante por su impecable factura técnica, pero también por una narrativa que centra su mirada en adultos con síndrome de down que también buscan trascender, amar y vivir la vida con autenticidad.

Título: Los Niños (The Grown-Ups) / Director: Maite Alberdi / Año: 2017.

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