En 1969 el actor Dennis Hopper estrenó un filme fundacional del Nuevo Hollywood, rompiendo de paso algunos convencionalismos del cine clásico estadounidense. Los movimientos contraculturales de fines de los 60` estaban presente en el celuloide con una película que hablaba sobre la necesidad de buscarse a sí mismo en un ámbito contrario al sistema capitalista. El filme se llamaba Easy Rider y era una historia de hombres sin rumbo sobre motos en la carretera. La idea era moverse por instinto, teniendo sólo presente la libertad como principal objetivo en la vida. La icónica imagen de los actores Peter Fonda, Jack Nicholson y el mismísimo Hopper sobre motocicletas también manifestaba otras ideas vinculadas al amor libre, la ausencia de límites y el desprecio ante cualquier tipo de autoridad y deber ser.
Perdidos en América evoca el espíritu libre de Easy Rider en torno a un joven matrimonio, cuya estabilidad se construyó sobre la base de buenos empleos, posesiones, materialidad, lujos y las exigencias y deberes de la sociedad de consumo. El comediante Albert Brooks interpreta al publicista David Howard, quien espera un anhelado ascenso que finalmente no se concreta. Dicho resultado lo empuja hacia una crisis existencial que desde su juventud ha estado adormecida por el simple paso del tiempo. A su lado está Linda Howard (Julie Hagerty), mujer profesional sin hijos que también se siente vacía ante la vida suburbana que experimenta. El colapso de esta pareja implica la oportunidad de comenzar de cero, lejos de la urbanidad y las responsabilidades de la sociedad.
Perdidos en América aborda el estado de extravío emocional de los años 80`, una década atiborrada de materialidad, excesos, publicidad y conservadurismo. Se trata de un filme que exhibe el agotamiento de la rutina y la necesidad de retomar una búsqueda personal ante la ausencia de sentido. Debajo de los todavía atingentes chistes de Brooks se asoma un road movie en torno a un Estados Unidos carente de identidad y que de paso se mofa abiertamente de un espíritu contestatario que nunca fue tal, sino sólo una mera ilusión en medio de una nación encaminada hacia la productividad y los primeros rankings del mundo, en especial, en el terreno de los negocios.
Brooks no sólo es el protagonista del filme, sino que además lo dirige y con bastante pulso y conocimiento sobre lo que podría ser una comedia costumbrista en torno al hastío de la sociedad contemporánea. En una entrevista señaló que con Perdidos en América quería desmitificar el desenfado de Easy Rider, mostrando de paso que la idea de renunciar a todo a cambio de un estilo de vida más auténtico no es un asunto tan fácil. Los Howard son un matrimonio de burgueses que parten mal con el sueño de alejarse del mundo. En contraposición a los motociclistas del filme de Hopper, David y Linda compran una casa rodante con todas las comodidades disponibles. También liquidan sus inmuebles y activos financieros, dejándolos en una posición bastante cómoda desde donde cambiar de vida. Sin embargo, durante su paso por Las Vegas pierden todo el dinero ahorrado. Esta situación los enfrenta a la incertidumbre y a un esfuerzo e improvisación que asumen con cierto desdén. Son personas demasiado acostumbradas a un estilo de vida que usualmente va a la segura. Gracias a este conflicto, a la idea de abandonar o no el sueño de no tener ataduras materiales, suceden notables situaciones. Brooks no es Woody Allen, pero tampoco se queda corto. Su humor es mucho más sarcástico, con especial énfasis en las prisiones personales que nos llevan a contentarnos con un microondas, el olor a cuero de un auto nuevo o con un trabajo de terno y corbata.
Los Howard son carismáticos y a veces estrafalarios, y también es imposible no sentirse identificados con ellos. Como espectadores en más de una ocasión hemos pensado con la posibilidad de “escapar del stato quo” de nuestras vidas o de lo que esperan los demás y la sociedad de nosotros. Lo anterior, sobre la base de reglamentos y paradigmas bien definidos. También es cierto que somos cómodos al igual que Linda y David. Hemos experimentado los mismos momentos que ellos, así como sus pensamientos y deseos. Es interesante constatar que este filme continúa siendo muy actual, lo que se debe al talento de Brooks para cuestionarse la vida, sus pormenores y nimiedades. Recuerdo con cariño el filme Defendiendo la Vida, otra de sus obras como realizador. Su historia era más cómica, a la vez que se enfocaba en la situación trágica de un sujeto que antes de morir nunca se había arriesgado por nada. En una suerte de limbo, hombres y mujeres eran representados por abogados en una especie de juicio para ver si el alma podía ascender al cielo o retornar a la tierra para aprender nuevas lecciones. El talento de Brooks para identificar la ironía en torno a este tipo de historias es evidente, resultado que también está muy bien logrado en Perdidos en América.
Albert Brooks no sólo es un muy buen interprete, sino también un cineasta con ideas muy particulares sobre la sociedad y el rol del ser humano en ella, sobre todo, en sus momentos más absurdos. Perdidos en América tiene instantes alucinantes de los cuales es imposible no reírse (atención con el diálogo de David con el administrador de un casino interpretado por Garry Marshall, el director de Mujer Bonita). Su otro valor como autor es que enfrenta al espectador a un tipo de filme muy mordaz, ya que se sustenta en la descripción de hombres y mujeres que anhelan cambios, pero que al final no transitan hacia otros terrenos, principalmente por miedo y pereza. Brooks mira hacia el interior de todos nosotros y nos advierte con bromas que no se olvidan porque éstas hablan con la verdad.
Título original: Lost in America / Director: Albert Brooks / Intérpretes: Albert Brooks y Julie Hagerty / Año: 1985.