Una vez leí que el acto de coleccionar es sinónimo de amar, definición que comparto totalmente. Desde que comencé a coleccionar películas en diversos formatos, además de cd`s de música cinematográfica, siempre pensé que estaba realizando un acto de amor. Esto porque mis objetos de deseo se relacionan con mi pasión hacia el cine y sus protagonistas. Son testimonios de una determinada expresión artística que en su gran mayoría provienen de cineastas, interpretes, técnicos y compositores que hace muchos años pasaron a mejor vida. Las primeras adquisiciones de un coleccionista son precarias por un tema de recursos, pero desde que comencé a trabajar reconozco que pocas veces me he cuestionado el dinero invertido. Lo anterior se debe a que la mente de un coleccionista es la de un apasionado, la de alguien que no pone en duda términos como cuándo, dónde, cómo y cuánto.
Para conseguir algunos objetos he viajado largas distancias, he gastado más de lo que debo y he buscado mucho. En el mundo de los coleccionistas se producen muchos “accidentes” afortunados, es decir, la detección casi imposible de objetos discontinuados. Algunas personas describen estos instantes como un asunto de suerte, pero según mi experiencia creo que es lo opuesto. Esto porque a veces siento que las películas, aquellos objetos que son especiales, te buscan y te eligen. Siempre me ha gustado la idea de los objetos conscientes de sus potenciales dueños. Por ejemplo, en muchas oportunidades he visto un filme o un cd en un determinado lugar y he deseado adquirirlo, pero no he podido. Sin embargo, meses más tarde, incluso años, el mismo artículo que vi en una tienda o galpón llega a mis manos. Volviendo a la idea de los “accidentes”, estos también producen otro estado, un momento de felicidad único que no tiene nada de superficial. Hace cinco años encontré el dvd original de Save The Tiger de John G. Avildsen (Rocky), filme que significó el Oscar a Mejor Actor para Jack Lemmon. A dicho actor siempre lo he admirado y cuando encontré la película en un estuche muy descuidado me alegré mucho. Sentí que hice un descubrimiento y un estado de enorme satisfacción se apoderó de mi cuerpo, en especial de mi mente. Tenía ante mis ojos la oportunidad de ver una obra importante en la vida de este actor, además de compartirla con amigos o de comentarla. Sin duda, muchos de quienes están leyendo esta columna han tenido “revelaciones” de este tipo.
Otro aspecto que asocio al acto de coleccionar es su terminología. Los coleccionistas compramos objetos, pero la definición más apropiada se relaciona con la adquisición. Encontrar un objeto especial implica adquirir una obra, un testimonio concreto que proviene de una fuerza creativa, por lo tanto, creo que esta palabra es más apropiada. Se trata de una acción que me permite poseer algo. Es mucho más significativa e intrínseca tanto en el objeto como en la experiencia de la persona beneficiada por dicha adquisición.
Sé dónde están cada una de las películas que he coleccionado durante mi vida y también tengo claro cuándo las adquirí. Están ordenadas y clasificadas según autores y géneros. Los coleccionistas invertimos mucho tiempo en cómo disponemos nuestras colecciones, debido a que dicho acto también es relevante y necesario. Observo las obras que tengo de Alfred Hitchcock en diversos formatos y siento una tremenda satisfacción porque conozco a este director. Con los años he aprendido a dimensionar su obra e impacto visual y he podido transmitir a mis amigos y familiares las razones de su importancia. Cuando adquirí el catálogo fílmico del director inglés en formato blu ray, que desarrolló para Universal (Frenzy, Family Plot), sentí que tenía en mis manos un tesoro. Lo mismo me sucedió con la edición de lujo de Ben Hur de William Wyler, la que incluía una réplica del diario de vida de Charlton Heston con todas sus anotaciones sobre la producción del filme. Por eso, estos momentos son especiales, desde cuando los coleccionistas abrimos las cajas hasta cuando desarmamos los empaques o exploramos sus materiales adicionales, en este caso un testimonial que me permitió comprender la complejidad de uno de los últimos actores del sistema de estudios de Hollywood.
Quienes amamos el cine vemos y escudriñamos diversos formatos, buscamos lo imposible y aprendemos de los objetos que tenemos. Soy amigo de muchos dealers apasionados del cine, con quienes converso durante horas en lugares como el Persa Bío-Bío, en el centro de Santiago o en el Paseo Las Palmas de Providencia. Los conozco desde hace muchos años y son personas que disfrutan como yo diversos géneros cinematográficos. Conocen el valor de la historia del cine y siempre comparten en forma generosa sus conocimientos. Los coleccionistas tratamos de adquirir objetos originales porque la originalidad también va asociada a otros ámbitos que se vinculan con el esfuerzo de realizadores y también porque nos preocupamos por detalles como las carátulas, presentaciones y cajas. Velamos por la integridad del producto porque también hay un asunto de contemplación asociada a ello. Me gusta mirar mis colecciones, admirarlas y mostrarlas a otras personas, y lógicamente quiero que se vean bien, que luzcan impecables. Por ejemplo, me encanta tener el mejor estudio del diseñador Saul Bass en un libro gigantesco que encargué a Estados Unidos, lo que me ha permitido mostrar su talento a mis amigos. Me apasiona enseñarles y explicarles quién es Bass y su influencia porque las personas no siempre tienen las mismas prioridades o, simplemente, tienen poco tiempo para informarse sobre estos artistas.
Otro aspecto que no le importa al coleccionista es la modernidad, es decir, todo es valioso. El formato blu ray es impresionante y la definición de los filmes en pantalla a veces puede ser sobrecogedora. Sin embargo, los coleccionistas disfrutamos cuando encontramos otros formatos que también son valiosos. Tengo muchas películas en dvd y siempre he sentido una pasión mayor por las ediciones en dicho formato producidas por MGM. Muchos de sus filmes están discontinuados. Por eso, la “búsqueda” de su catálogo es realmente una aventura. Los filmes editados por este estudio en dvd son notables y se ven muy bien en televisores de alta definición. Reconozco que disfruto mucho cuando encuentro estos verdaderos “tesoros” o cuando encargo por e-bay o a mis primos en EE.UU. algunas de las composiciones desconocidas de Jerry Goldsmith.
Ser coleccionista es una aventura y una dedicación que no termina nunca. De ninguna forma se debe confundir con el Síndrome de Diógenes que es una patología que se vincula con el acto de guardar cosas, lo que sea. En cambio, ser coleccionista es un acto de pasión, de libertad y también de identificación de predilecciones. De alguna forma, permite una suerte de autoconocimiento, la que finalmente no produce daño, salvo si se invierte dinero que uno no tiene. El gran Talón de Aquiles del coleccionista es la ansiedad. Sólo en ello se debe tener cuidado.
Soy un orgulloso coleccionista y de ninguna manera me considero alguien superficial. Al contrario, creo que todas mis colecciones me han permitido entender y dimensionar la expresión cinematográfica, ayudándome de paso a mejorar mi escritura y mis planteamientos sobre el cine al momento de enseñar o bien cuando escribo en esta página que me proporciona enormes satisfacciones.
Finalizo este comentario con el filósofo francés Jean Baudrillard, quien dijo que el coleccionista a través del acto de adquirir busca una forma de mantenerse vivo y apasionado en un mundo en el que se siente bien. Yo me siento muy vivo cuando sumo una nueva obra a mi colección y eso se debe a que mi gran pasión siempre ha sido y será el cine.
Julio Bustamante
Creador y editor general de Espectador Errante