En Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014) el guionista ganador del Oscar, Armando Bo, creó una historia sobre un actor en decadencia desesperado por recuperar la fama perdida, además de sumar la validación de la crítica. Michael Keaton interpretaba a este artista que en un momento determinado se desestabiliza emocionalmente, ya que se siente infeliz y presionado por sus miedos y ansiedades. En Animal, filme en el que Bo también asume el rol de director, el protagonista es Antonio Decoud (Guillermo Francella), un sujeto que ostenta una vida acomodada. Desempeña un cargo importante en una empresa ganadera, su casa es perfecta y su familia no tiene ningún problema. En las mañanas la mujer de Decoud tiene el tiempo para hacer yoga, para después tomar desayuno en una cómoda cocina. La vida le sonríe al padre de familia y él lo sabe. Por eso, sale a correr con alegría. Mira el mar y de repente sucumbe y cae al suelo. Al igual que el protagonista de Birdman, Decoud se enfrenta a una realidad ingrata que también lo desestabiliza hasta sacarle desde su alma la peor versión de sí mismo.

A Antonio el destino le cambia las reglas del juego y algunos meses después lo vemos tratándose su malogrado cuerpo con diálisis. Necesita un riñón para poder seguir adelante, para continuar con la vida que tanto le gustaba y en la que nunca defendió o sacrificó ideales. Tiene una oportunidad con su hijo, si bien éste se arrepiente y sale corriendo de la clínica a horas de darle el tan anhelado riñón. Luego, viene la decepción junto con los miedos de Decoud que comienzan a crecer, cada vez más, para finalmente desesperarse en torno a la búsqueda de una solución a su predicamento, aún si ésta es moralmente incorrecta.

A nivel de argumento el cineasta Armando Bo registra una historia no demasiado nueva. En el cine hemos visto cientos de historias sobre personas enfermas que hacen lo imposible para poder sobrevivir. Sin embargo, lo interesante de la película es cómo Bo dirige la cámara hacia la transformación emocional de Decoud, cuyas decisiones lo llevan a un estado de demencia desprovisto de cualquier civilidad. Se podría decir que antes de su enfermedad era un padre, un ciudadano modelo que simplemente no se cuestionaba el sistema. En vez de ello, prefería usufructuar de éste. En cambio, ahora sin riñón nada importa salvo la vida. Esto lo lleva a considerar una posibilidad demencial, sin papeles y sin leyes de por medio. Una pareja de jóvenes indigentes representa la oportunidad de conseguir un riñón a buen precio, si bien el monto y la ambición de los anhelados donantes comienza a crecer. Es en este punto donde empieza a manifestarse la bestia en Antonio Decoud, dejando de lado a su familia y todo lo que ha construido.

En Animal la tesis es qué tanto estamos dispuestos a sacrificar principios, esposa, hijos y amigos en caso de tener que preservar la vida, la de uno. Bo confronta al espectador con estas preguntas. Nos cuestionamos la pérdida de control de Antonio, a la vez que repudiamos su disposición a relacionarse con un par de vagabundos, lacras sociales que no tienen nada que perder, sino más bien mucho que ganar. En algún punto nos impresiona cómo dos jóvenes están dispuestos a darlo todo, pero por un precio. Antonio Decoud es otro tipo de lacra, una más compleja y evidente que habla de la necesidad de salvar el pellejo sin importar la destrucción de los afectos. Guillermo Francella (El Secreto de Sus Ojos, El Clan) realiza una interpretación notable porque en la superficie parece ser una persona ingenua, incluso algo tontona. Sin embargo, se transforma y con un arma en la mano no duda en hacer cualquier cosa para conseguir su objetivo. Se convierte en un animal y es curioso porque desde nuestra tribuna de espectadores nos ponemos de su lado. Deseamos que finalice su calvario y que por fin consiga su riñón y esto es porque en alguna medida nosotros también somos Antonio Decoud y sus miserias, y quizá en menor medida también nos proyectamos en la pareja de indigentes que recurren al chantaje para conseguir lo que nunca podrían tener.

Animal es una montaña rusa que termina en pendiente hacia las fauces de la deshumanización, lo que es irónico porque su acción se sustenta en el principio de conservar la humanidad, la corpórea. El protagonista gira su vida en dirección a un estado de primitivismo moral que hemos visto en el ser humano en otras ocasiones, cuando éste sucumbe a la guerra, los genocidios y la destrucción de los demás. Nos damos cuenta de ello y nos horrorizamos, pero cuando vemos a Antonio Decoud al final del filme habiéndolo perdido todo, salvo la vida, y más encima sonriendo, en aquel momento también sentimos una satisfacción, independiente del despojo de moralidad y sentido común. La razón es simple: somos seres humanos imperfectos con necesidades y, lo queramos o no, quizá en nuestro fuero interno y en una situación límite también tenemos un precio o algo que sacrificar para preservar nuestro pellejo.

Título: Animal / Director: Armando Bo / Intérpretes: Guillermo Francella, Carla Peterson, Gloria Carrá, Marcelo Subiotto, Mercedes De Santis, Federico Salles, Majo Chicar y Verónica Calvo / Año: 2018.