Wendy Savage (Laura Linney) y Jon Savage (Philip Seymour Hoffman) son hermanos y comparten el apellido Savage. Ambos tienen más de 40 años en medio de una vida que no va a ninguna parte. Wendy envía cartas para poder obtener una beca que le permita escribir sobre su historia familiar, mientras que Jon dicta clases sobre Bertolt Brecht, autor que habló sobre la política y los ideales. Sin embargo, como profesor sabe mucho, pero en el día a día apenas comprende el real significado de lo que enseña. Los hermanos Savage apenas se ven, a la vez que comparten en común el abandono del padre junto con otras trancas personales que les impide ser felices. Desde la soleada Sun City, Arizona reciben un llamado que advierte la frágil condición mental de su padre, Lenny Savage (Philip Bosco), quien hace mucho tiempo comenzó a vivir una vida a expensas de su amante, quien también es alcanzada por la edad y, finalmente, por la muerte.
Los hermanos Savage tendrán que hacerse cargo del distante progenitor en medio de un contexto ajeno a los afectos. Al contrario, en ellos hay mucho desprecio hacia la figura paterna, ya sea por omisión o la indiferencia que experimentaron cuando eran jóvenes. Wendy y Jon se aprecian, pero también están ahogados literalmente en sus penas y frustraciones. Les cuesta amar y ser amados. Viven esperando un supuesto grandioso mañana que no llegará. Entre ellos se mienten y en medio de sus vidas planas y carentes de significado tienen que aceptar la fragilidad irremediable de un padre ajeno. En ocasiones tienen ganas de mandar al diablo a su alicaído padre, pero entre ellos resisten, en particular Wendy, quien pretende que su progenitor sea cuidado en un hogar de ancianos de primer nivel. Sin embargo, no hay dinero y tampoco voluntad de parte de su hermano, sino más bien resignación a la espera de un desenlace que en cierta forma les permita volver a sus rutinarias y anodinas vidas.
La cineasta Tamara Jenkins (que en 2018 volvió al cine con Private Life) realizó un filme que habla sobre la paternidad, las relaciones dañadas entre hermanos y la crisis de la mediana edad cuando ya apenas hay esperanza de que algo cambie. Su foco se centra en el cuidado de la tercera edad, en cómo ésta suele destruir la humanidad tanto de hijos como de padres. La demencia o cualquier enfermedad cognitiva degenerativa se muestra como un ineludible percance, una prueba de paciencia en la que también surge la rabia, la pena y la melancolía hacia un pasado en el que no se dijeron las cosas. Los hermanos Savage se lo guardaron todo y encerraron sus pensamientos hasta que vuelven a ver a un padre que ya está en los descuentos.
El filme transcurre en la nevada Buffalo, cuya atmósfera hace aún más opresiva la vida de los Savage. Ambos hermanos están en un punto sin retorno en el que tendrán que encarar sus frustraciones, todo para humanizar los últimos días de su padre. Jenkins muestra cómo los hijos realmente son puestos a prueba en situaciones límites, cuando tienen que poner la otra mejilla para ayudar a un progenitor que fue indiferente con ellos en el pasado. De alguna forma continúan comportándose como niños frente a la adversidad, con rabietas incluidas. Son almas muy dañadas, las que no tienen casi a nadie. Sólo ellos mismos pueden salir de la mala fortuna que les rodea y que ellos decidieron aceptar.
Recuerdo haber visto La Familia Savages en un cine arte de Buenos Aires junto a mi viejo en una noche de invierno de 2008. A mi papá le encantó esta película, se emocionó y seguramente pasó por su mente cómo sería su ancianidad con una enfermedad degenerativa. Hoy tiene 76 años y está más activo que nunca. Sigue trabajando y todas las mañanas lo paso a dejar a su oficina. A diferencia de los hermanos Savage mi relación y la de mi hermano con mi viejo es muy cercana. Estoy consciente que en algún momento tendré que enfrentar algún tipo de situación como la de Wendy y Jon. Mi padre también lo intuye. Hasta entonces nos queda ver este filme que en tono de comedia negra relata una realidad dura y compleja, como si se tratase de una verdad ineludible y cruel, y que probablemente también me tocará a mí en caso de llegar a la tercera edad. La Familia Savages es una película que sitúa al espectador ante este tipo de planteamientos, nos interpela, ya que todos somos hijos de alguien o bien padre de algún niño o niña. Estamos ante un filme formidable, cuyo trío protagonista desborda talento, carisma y un tipo de honestidad poco vista en el cine. Estamos ante una obra que motiva varias carcajadas, a la vez que emociona ante la idea de que todos somos padres e hijos imperfectos, si bien, tarde o temprano, buscamos como sea ciertas luces que nos ayuden a entender qué hacer, qué sentir, qué expresar y qué anhelar como seres humanos. Aplausos gigantes para Laura Linney, quien fue nominada como Mejor Actriz por su rol de Wendy.
Título original: The Savages (La Familia Savages) / Director: Tamara Jenkins / Intérpretes: Laura Linney, Philip Seymour Hoffman y Philip Bosco / Año: 2007.