Más allá del accidente del reactor de la central eléctrica nuclear Vladimir Ilich Lenin en 1986, más conocida como Chernobyl, la miniserie realizada por Johan Renck plantea interesantes ideas sobre el engaño. En cinco capítulos podemos ver las dinámicas de poder de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas junto con sus distintos estamentos integrados por el gobierno, políticos, líderes partidistas, generales y soldados. Cada uno maneja un trozo de la verdad, una que es manipulable según las circunstancias y las apariencias. HBO desarrolló una de sus series más profundas. Como es usual, los detalles y la recreación de la Unión Soviética de los años 80 es notable, pero lo que importa en realidad es el subtexto. Estamos ante un producto audiovisual que sobrecoge por la extensiva cantidad de estupideces, ignorancia y falta de previsión en lo que respecta al manejo y administración de una planta nuclear.
Los héroes de Chernobyl son el hombre de ciencias Valery Legásov (Jared Harris), la física nuclear Ulana Khomyuk (Emily Watson) y el político Boris Shcherbina (Stellan Skarsgård), cuyos actos revelan la necesidad de la verdad en medio del engaño sistematizado. Johan Renck simboliza en estos tres personajes aquellos científicos y personas que evitaron que el accidente de Chernobyl siguiese causando más daño en una historia con eventos y situaciones que se asemejan a un cuento de terror. Legásov y Shcherbina existieron en la realidad, a la vez que se convirtieron tanto en héroes como mártires de esta tragedia.
Al ver Chernobyl es imposible no sentir estupefacción ante momentos que son espeluznantes, en especial, ante la ignorancia de los habitantes de una ciudad como Prípiat, y también de un país con una sociedad civil que realmente no tenía idea y que nunca fue advertida sobre los efectos mortales de la radioactividad. Los villanos de esta serie son muchos, partiendo por el administrador de la sala de control de Chernobyl, Anatoly Dyatlov (Paul Ritter), y la desinformación partidista que se omite detrás del miedo de camaradas y agencias como la KGB, entidad que prefiere sacrificar a inocentes en vez de poner en riesgo la soberanía de todo un país.
En el plano formal, Chernobyl muestra edificios del estado ruso que son gigantes, con grandes espacios y techos de enorme altura. Todo se ve frío, cuadrado y estructurado como las reglas partidistas que prefieren el silencio y la omisión de la verdad. Estamos ante una serie deshumanizada que más allá de ideales comunistas o capitalistas muestra cómo la política se transforma en obsesiones blindadas por el secretismo sin sustento.
Es interesante ver cómo en cinco capítulos se revela lo inexplicable al espectador, la forma en que un reactor nuclear colapsa, dejando a su paso una estela mortal de cadáveres y sobrevivientes que perecieron años después. Al ver la miniserie sentí estupefacción, miedo, rabia, pena y esperanza al ver que los efectos de las grandes tragedias de la humanidad no han sido más horribles o nefastas gracias a la intervención de hombres y mujeres de buena voluntad, quienes por medio de gestos heroicos, usualmente anónimos y olvidados, han salvado vidas. En este malogrado escenario, de innumerables sacrificios, Legásov surge desde el sentido común. Su rostro refleja el calvario interno, una guerra privada contra políticos con un solo objetivo que es evitar que la tragedia continúe amplificándose. Jared Harris explica lo inexplicable desde la poca humanidad que va quedando a partir de un episodio de la historia del siglo XX que en ocasiones se ha banalizado y que en otras no se ha explicado lo suficiente. Cuando relata el accidente, independiente de los conceptos científicos, es imposible no sobrecogerse al enterarnos de aquellos momentos en que la tontera y la obstinación de hombres como Dyatlov dieron paso lo que nunca debería haber salido mal.
Chernobyl está por sobre las ideas políticas. Es una reflexión sobre aquellos desastres que surgen desde el ser humano y su falta de comunicación. Tampoco interesa el debate sobre si la energía nuclear es buena o mala porque aquella visión es algo reduccionista. Es más que aquello. El debate que realmente propone la miniserie se relaciona con nuestras decisiones, en particular, cuando éstas son prepotentes y carentes de empatía. Johan Renck en cinco capítulos estructuró una obra sobre los efectos de las malas decisiones, sobre la negligencia y también sobre una advertencia que se originó en un hecho ocurrido hace más de 35 años, pero que podría ocurrir nuevamente, y no necesariamente ante un accidente del tipo nuclear. A lo largo de nuestra historia el ser humano ha conquistado notables logros, pero también ha liberado sus peores bajezas, ya sea en guerras u otros accidentes. Lo importante es que estemos atentos a lo que podría venir en el futuro. El resultado de Chernobyl es el recuerdo imborrable de esta ambivalencia entre nuestras noblezas y la negligencia que usualmente nos ha conducido hacia terrenos mortales.
Título original: Chenobyl / Director: Johan Renck / Intérpretes: Jared Harris, Stellan Skarsgård, Emily Watson, Adam Nagatis, Paul Ritter, Robert Emms y Sam Troughton / Año: 2019.