¿Por qué es adictiva Mindhunter? Porque los seres humanos sentimos una curiosidad casi morbosa cuando se trata de asesinos seriales. Conocer sus pulsiones, pasiones, deseos, prácticas y obsesiones suele producir fascinación y temor. También persiste una cuota de extrañeza al pensar en aquellos hechos y situaciones que han llevado a diversos tipos de personas a matar, pero desde el sadismo. Mindhunter respira el estilo visual del director David Fincher, así como sus intereses en las investigaciones policiales, sus procedimientos y jerarquías. La filmografía del director de Zodiaco se mueve en el terreno de personas obsesionadas por su trabajo que desde la desadaptación social tienen talentos poco comunes, principalmente la capacidad para identificar el mal en todas sus formas y en todos los rincones de ciudades cuyos habitantes viven en un permanente estado de temor, culpa y cierta desesperanza.
Fincher dirigió varios capítulos de Mindhunter, a la vez que se apoyó de otros cineastas como Carl Franklin (Un Paso en Falso), Asif Kapadia (responsable del documental Senna), Andrew Dominik (Killing Them Softly, El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford) y Tobias Lindholm (guionista de La Caza). A ellos se suma Joe Penhall (guionista de The Road), creador de la serie a partir del libro Mind Hunter: Inside FBI`s Elite Serial Crime Unit de Mark Olshaker y John E. Douglas, siendo este último uno de los precursores en el desarrollo de perfiles criminológicos junto a su compañero Robert Ressler. Sin embargo, la serie es la esencia de David Fincher, creador cinematográfico que durante casi tres décadas ha hecho que los espectadores comprendan mejor aquella célebre frase de Nietzsche“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”.
La primera temporada de Minhunter se adentró en los primeros pasos del prodigioso Holden Ford (Jonathan Groff), personaje que se inspiró en John E. Douglas. Sus 10 capítulos abordaron la relación con el curtido Bill Tench (Holt McCallany) y la Dr. Wendy Carr (Anna Torv) y en cómo estos disímiles investigadores empezaron a crear perfiles de criminales a partir de entrevistas a reconocidos psicópatas, sacrificando de paso sus particulares individualidades y relaciones afectivas. La segunda temporada, aún más lograda y concisa en nueve capítulos, se atrevió con un caso mayor, en la puesta en práctica de la data y antecedentes de los agentes en torno al caso de Wayne Williams, hombre que mató a más de 20 niños en Atlanta entre 1979 y 1981.
Más allá de contar la historia de esta serie, lo importante es el resultado que produce sintetizado en un permanente estado de inquietud en los espectadores. Las conversaciones de Tench y de Ford con la peor calaña de la sociedad es adictiva. Hay personajes que inquietan, unos más que otros, destacando la interpretación de Cameron Britton como Edmund Kemper, Happy Anderson como Jerry Brudos y, en especial, los momentos de Sonny Valicenti como el monstruoso Dennis Rader, lo que anticipa el que probablemente será el asesino en serie más peligroso y escurridizo del FBI.
Admito que vi las dos temporadas de Mindhunter en pocos días, en ocasiones hasta cinco capítulos en una noche. Esta situación me ha sucedido pocas veces, lo que se justifica no sólo por los aspectos técnicos de la propuesta de Netflix (una cuidada puesta en escena, soberbias interpretaciones y la sensación de estar realmente acompañando a este variopinto equipo de agentes a fines de los años setenta y primeros años de los ochenta). Lo que oprime en el alma al ver esta serie es el saber que sus asesinos seriales fueron reales, existieron y todavía existen. Mutilaron o masacraron a hombres, mujeres y niños a través de los más inimaginables métodos. La normalidad en cómo orquestaban sus crímines impacta. Queremos saber de ellos, conocer sus historias o entender lo incomprensible. El detective Holden observa sus vidas, los escucha y por medio de conversaciones que parecen inofensivas nos acerca a una realidad parelela que ocurre cada día en calles, ciudades y vecindarios.
Durante años he leído y estudiado a los antagonistas de Mindhunter. Conocía muy bien sobre sus crímenes gracias a libros, entrevistas y documentales en canales como Investigation Discovery. Por tal motivo, la acertiva creación de Netflix consigue transformarse en un fenómeno social, un hijo ilustre del boca en boca de las redes sociales. Desde otro punto de vista, al igual como sucedió con The Haunting of Hill House, hace lo imposible al desarrollar una película de casi 20 horas de duración, dando espacio a una identificación natural entre espectador y televisión. Éste se cuestiona, se horroriza, se identifica y se plantea incómodas preguntas sobre la propia capacidad para transformarse en alguien perverso. ¿El asesino serial nace o se hace?, ¿podría cometer un crimen a partir de acciones pocos ortodoxas?, ¿sería capaz de disfrutar el hacer daño a otra persona?, ¿podría sostener una conversación con un psicópata?, ¿qué haría si mi hijo pudiese manifestar un desapego hacia emociones humanas como la empatía y la culpa? Mindhunter nos invita a plantearnos estas preguntas, a observar la vida con más cautela y respeto, y a pensar en las innumerables víctimas que pierden su vida en carreteras, casas, debajo de puentes o en hermosos parques naturales.
Minhunter se cocina a fuego lento, en cada gesto y revelación de sus protagonistas y entrevistados. Es innegable algunas de sus influencias, por ejemplo, el cine de Richard Fleischer en sus obras Impulso Criminal, El Estrangulador de Boston y El Estrangulador de Rillington Place. Otras referencias son Peeping Tom (Michael Powell) y la citada Zodiaco de David Fincher. El catálogo de películas originales de Netflix tiene algunas obras totalmente innecesarias, pero con Mindhunter van por buen camino porque están haciendo historia televisiva en forma reservada, además de interpelar los pensamientos más despreciables de quienes estamos frente a la pantalla.
Título original: Mindhunter / Intérpretes: Jonathan Groff, Holt McCallany y Anna Torv / Año de creación: 2017.