La película de la década de los 90´, el mejor relato coral de la historia del cine (sólo igualado por el arte de Robert Altman en sus obras The Player y Short Cuts)), un clásico cinematográfico americano, la obra cumbre de Paul Thomas Anderson, la exquisita música folk que hizo a Aimee Mann una artista conocida y adorada en todo el mundo, el último filme del gran Jason Robards y, finalmente, una historia sobre los sufrimientos del ser humano y su implacable búsqueda del amor. Estos son sólo algunos de los imperecederos atributos de una película que ha definido y marcado a toda una generación de cinéfilos, y que después de más de una década se ha mantenido elegante y con el mismo ímpetu que tuvo el día de su estreno.

Se podría catalogar a Magnolia como un filme más grande que la vida misma y decir aquello es bastante porque en la actualidad son pocas las obras que son capaces de producir un impacto psicosocial permanente en los espectadores. Tuve el privilegio de ver esta gran película en el cine en 1999, lugar en donde pude apreciar la visualidad de un tour de force en ámbitos escenográficos, técnicos e interpretativos. Es una obra endemoniadamente bien escrita, actuada, representada y filmada, y cuya premisa se basa en las posibilidades, en la interconexión y en experiencias comunes y cercanas de la vida, siempre teniendo presente una perspectiva intimista. Cada uno de los personajes que componen las flores de esta gran Magnolia ama, odia, crece, se avergüenza, siente culpa y cree vivir la vida en forma totalmente solitaria. Sin embargo, P.t. Anderson se avoca a la conexión y vínculos, tal como la teoría de los seis grados de separación, pero sobre la contraposición entre mero azar y destino. Si hay coincidencias o no, probabilidades, casualidades y giros inesperados, Magnolia no entregará respuestas concretas. Al contrario, este es un filme que aborda una idea, un concepto, cuya aproximación se sustenta en el desencadenamiento de diversos eventos, ordinarios y extraordinarios, y que son parte de nuestra existencia o bien de la humanidad que llevamos a cuesta.

Magnolia demuestra que cualquier día en la vida de una persona puede ser terreno fértil para historias de enorme intensidad. Incluso, se aprecia cierto sentido operático en las escenas, característica acentuada por el score compuesto por Jon Brion. Probablemente, el mejor director-especialista en relatos corales fue Robert Altman (The Player, Mash), pero sólo P.t. Anderson consiguió masificar y comercializar dicho estilo entre las nuevas generaciones desde Boggie Nights en adelante.


En Magnolia todos los actores tienen su momento. John C. Reilly personifica a un policía entrañable, William H. Macy respira desengaño, Alfred Molina tiene una escena alucinante como el vendedor Solomon Solomon y Julianne Moore lleva la culpa hacia nuevos límites. Pero es Tom Cruise y su feroz Frank T. J. Mackey el que se roba todas las miradas. La mejor actuación de su carrera corresponde a la de un macho alfa misógeno y megalomaniaco, que además vive extraviado de sus emociones y verdaderos intereses.

En Magnolia todos los personajes experimentan la abrumadora soledad, ya sea en compañía de otros o en las actividades del día a día. Son seres necesitados y arrepentidos, conectados por sus egoísmos, flagelos y miserias, si bien también están unidos por grandes esperanzas y anhelos.

Aimee Mann, tal cual coro griego, acompaña con sus canciones el sentir de los protagonistas del filme de Anderson. A través de sus letras comunica estados y sensaciones como pocas veces ha sucedido en la historia del cine. El momento más efectivo, a nivel visual y narrativo, proviene con el clip de Wise Up. La canción, cantada por los propios protagonistas, resume las encrucijadas del ser humano, aquellas que se resisten a cualquier trago o distracción. Son los dolores autoinflingidos que nos acompañarán durante toda la vida, y que provienen de nosotros mismos, especialmente de nuestras propias rutinas.

Magnolia es un filme esencial por las razones citadas y porque nos devuelve la fe en el cine, en el poder sugestivo de la imagen en perfecta sincronía con el diálogo. P.t. Anderson es un cineasta independiente en todo sentido de la palabra porque sus películas son visiones profundas del hombre. Es cierto que durante los últimos años su dirección se ha orientado a temáticas más personales y pulcras (Petróleo Sangriento y The Master). Aun así, toda su filmografía comparte determinados estándares en donde el eje central es la soledad del hombre, ya sea por la religión, el poder exacerbado y por la búsqueda del amor de parte de hombres y mujeres que suelen ser incomprendidos.

Hace algunos años vino Aimee Mann a Chile. Fui a su concierto y disfruté a rabiar de su exquisito estilo folk, en donde cada canción consiguió transmitir una experiencia emotiva y significativa. Cuando cantó las canciones de Magnolia no pude evitar emocionarme, sobre todo por la conexión que se produjo con el público. Era imposible disociar su música con las imágenes creadas por P.t. Anderson. Se trataba del filme a través de una canción o viceversa.

Magnolia marcó a una generación extraviada y solitaria, y que a duras penas todavía se abre paso en la implacable sociedad hiperconectada de hoy. Nos recuerda que somos parte de todos y que los caminos entre conocidos y desconocidos se cruzan a diario, para bien o para mal, ya sea por casualidad o destino, o bien como parte de un plan maestro misterioso e ignorado. También tiene un mensaje muy religioso, pero no en el sentido cristiano. Es más universal porque representa la búsqueda, consciente o no, de un sentido. Para cada espectador Magnolia usualmente tiene un significado. ¿Cuál? ¡Depende de cada uno! La canción Save Me cierra esta gran historia con una hermosa sonrisa de Claudia (Melora Walters), quien con ojos llorosos mira hacia la cámara y esboza una tímida sonrisa. ¿Cuántas veces hemos terminado el día -con sus interminables dolores, angustias y felicidades- con una sonrisa similar? ¡Seguramente en muchas ocasiones!

Título original: Magnolia / Director: P.t. Anderson / Año: 1999 / Intérpretes: Tom Cruise, John C. Reilly, William H. Macy, Julianne Moore, Melora Walters, Alfred Molina, Jason Robards, Philip Baker Hall, Philip Seymour Hoffman, Ricky Jay, Michael Bowen, Jeremy Blackman, Melinda Dillon y Henry Gibson.