Hace algunos meses publiqué un comentario sobre el cineasta Richard Fleischer y cómo trabajó el tema de los psicópatas en el cine en dos películas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX: El Estrangulador de Boston y 10 Rellington Place. En estas obras profundizó sobre dos célebres asesinos en serie, Albert DeSalvo y John Christie respectivamente. Ahora vuelvo a recordar a este director con dos obras que también hablan de asesinos y de psicopatías. Fleischer fue un cineasta que tuvo la capacidad para transitar por diversos géneros, siempre con oficio y aportando nuevas ideas, pero creo que donde más se le vio cómodo y libre fue justamente con historias sobre la perfidia humana.

Impulso Criminal (Compulsion): este fue uno de los primeros filmes que destacaron a Fleischer como realizador más cercano a la idea de autor que a la de director por encargo. En el filme dos brillantes universitarios de la carrera de leyes desean experimentar todas las sensaciones y experiencias posibles. Una de ellas es el asesinato, pero desde una óptica fría y calculadora. El filme se inspira abiertamente en el caso de Leopold y Loeb, que eran dos estudiantes de la Universidad de Chicago que en 1924 secuestraron y dieron muerte a un joven de 14 años. El objetivo de dicho crimen era demostrar que un intelecto superior era capaz de asesinar a una persona, además de cometer un crimen perfecto sin la posibilidad de encontrar al verdadero culpable. Ambos jóvenes, influenciados por las ideas de Nietzsche, confesaron este crimen, si bien siguieron sosteniendo que matar a un ser humano podía ser una práctica sencilla y ajena a sentimientos humanos.

Richard Fleischer desarrolló un relato atípico para los cánones cinematográficos de 1959, ya que Impulso Criminal es protagonizado por dos asesinos letrados con nada de empatía. Las interpretaciones de Dean Stockwell y de Bradford Dillman son brillantes, siendo el primero más relamido y el segundo alocado y enfermo. En el filme incluso ayudan a la policía a resolver el crimen, pero un detalle los lleva a confesar el horrible acto que han cometido. Otro punto relevante de la película es la forma en que insinúa la homosexualidad latente entre ambos estudiantes, quienes tratan de demostrar su teoría del crimen perfecto desde la impunidad y un mundo adinerado ajeno a los afectos, sin claridad entre lo correcto y lo repudiable.

El punto más logrado del filme es el juicio y la defensa a cargo del abogado Jonathan Wilk (un soberbio Orson Welles), quien se apiada de los jóvenes asesinos. Durante el juicio habla de la inutilidad de la venganza y de la importancia detrás de cada vida humana. Es así que el filme transmite algunos mensajes sobre la pena capital, tema todavía muy controvertido en Estados Unidos, en particular, en los estados sureños. La elocución de Welles es memorable porque habla del perdón, a la vez que trata de comprender el origen de la sangre fría de los sujetos que tiene que defender. Sin embargo, ambos jóvenes no consiguen empatizar con los mensajes de Wilk, mostrando al espectador una especie de maldad que es real, que se esconde en las palabras y que finalmente nunca comprenderá la importancia de la vida. Impulso Criminal habla justamente de aquellas ideas o sensaciones que todos hemos experimentado o pensado en un momento de odio y descontrol, pero también profundiza en la relevancia de la moralidad, en los límites de la condición humana que no podemos olvidar. El filme está muy bien rodado y tiene los acostumbrados movimientos de cámara de Fleischer haciendo que los intérpretes tengan una mayor interacción con los escenarios, lo que es una clara referencia a sus personalidades y relaciones de poder. Estamos ante una de las películas más interesantes de la década del 50 del cine estadounidense.

Título original: Compulsion (También conocida como Impulso Criminal) / Director: Richard Fleischer / Intérpretes: Dean Stockwell, Orson Welles, Diane Varsi, Bradford Dillman, E.G. Marshall, Martin Milner y Richard Anderson / Año: 1959.

See no Evil: Mia Farrow era la musa del cine estadounidense de fines de los años 60 con el clásico El Bebé de Rosemary de Roman Polanski. También a corta edad tuvo un bullado matrimonio con Frank Sinatra y más de una década después se transformó en musa de Woody Allen hasta el punto de filmar sólo con él. Hoy se le ve poco en el cine y en uno que otro titular respecto de las polémicas del director de La Rosa Púrpura del Cairo. La vida cinematográfica de Farrow ha sido diferente y es muy probable que en algunos filmen una película sobre su vida. Mientras tanto la queremos recordar en su etapa setentera, época en la que filmó El Gran Gatsby (Jack Clayton, 1974), ¡Follow Me! (Carol Reed, 1972) y See no Evil con Richard Fleischer.

En esta película interpreta a una joven que luego de un accidente queda ciega. Retorna a la casa de sus tíos, mientras que un psicópata acecha el lugar en donde vive. Esta es la obra más débil de Fleischer sobre homicidas, pero aquí no pretende profundizar demasiado en los impulsos u obsesiones de este tipo de sujetos. A pesar de ello, la película resulta interesante al mostrar a una joven ciega que prácticamente duerme y deambula en una casa con los cuerpos inertes de familiares que fueron asesinados por un enfermo metal.

Existe una notable película llamada Wait Until Dark, en la que Audrey Hepburn era una mujer ciega, cuya casa era invadida por ladrones. El filme dirigido por Terence Young (Dr. No, De Rusia con amor) tenía varios matices sobre la ceguera y la fragilidad de esta condición ante el asedio de criminales. Ahora bien, See no Evil es más sencilla en su planteamiento, pero Fleicher se las arregla para crear un relato que llama la atención por sus movimientos de cámara, por el trabajo realizado con Farrow y por una sensación de perversión fatídica que acecha a casi cada escena del filme. Este es un trabajo que vale la pena ver por el carisma de la ex señora de Allen, por aquella fragilidad que solía proyectar en la pantalla detrás de sus intensos ojos azules. También porque se trata de un filme sobre un psicópata que simplemente decide irrumpir en un lugar determinado para causar estragos desde un tipo de maldad que es difícil de comprender, pero que es real. Mia Farrow se luce en su rol, a la vez que demuestra la gran actriz que es y que Allen también supo detectar. Atención especial con la notable síntesis de la escena de créditos, la que transmite las peculiaridades del psicópata del filme.

Título original: See no Evil / Director: Richard Fleischer / Intérpretes: Mia Farrow, Dorothy Alison, Robin Bailey, Diane Greayson, Brian Rawlinson, Norman Eshley, Paul Nicholas y Christopher Matthews / Año: 1971.