Cuando Tom Selleck se presentó al casting de Indiana Jones y Los Buscadores del Arca Perdida ya tenía en el bolsillo el piloto de la serie Magnum, P.I. (1980-1988), la que finalmente lo transformaría en un estrella mundial. La prueba ante Steven Spielberg y George Lucas había salido bien, pero la CBS, cadena televisiva que produjo la historia del bigotudo detective en Hawaii, tuvo la última decisión y los ejecutivos de la televisora tuvieron que decir que no. Fue así que Tom Selleck se perdió la oportunidad de vestir el sombrero y el latigó, si bien aquello no frenó sus intenciones de seguir explorando oportunidades como actor en el cine.
Magnum, P.I. convirtió a Tom Selleck en una cara reconocida a nivel mundial y el score de la serie, de la secuencia de créditos, siempre será recordado como uno de los más famosos de los años 80. Sin embargo, Selleck siempre tuvo como propósito trascender en la gran pantalla y para sacarse el sabor amargo de no haber protagonizado Indiana Jones que quedó en manos de Harrison Ford, se pusó bajo las órdenes del cineasta Brian G. Hutton (Los héroes de Kelly, Where Eagles Dare) para la película La gran ruta hacia China, una superproducción de cine de aventuras que no tuvo mucho impacto. Hizo otros intentos, siempre con el bigote que se posicionó como una parte natural de la fisionomía del actor, en Runaway, historia futurista a cargo del escritor y novelista Michael Crichton (Jurassic Park) y en la primera incursión en cine que le proporcionó un éxito comercial: Tres Hombres y un Biberón a cargo del Sr. Spock, el actor y director Leornard Nimoy. Más adelante destacó en roles en la serie Friends, en la comedia In & Out y en el personaje de Jesse Stone a lo largo de una decena de películas para la televisión.
Pero entre todas esta amalgama de incursiones para la televisión y cine hay una obra que bien podría catalogarse como de culto. Me refiero a Quigley Down Under, filme de 1990 bajo la batura del cineasta Simon Wincer y que fue rodada en Australia. Estamos ante uno de los pocos western noventeros que no tuvo el impacto de Danza Con Lobos o de Los Imperdonables, pero que con el tiempo se ha transformado en una pieza de culto.
En el filme, Selleck interpreta al cowboy Matthew Quigley, quien se traslada desde Estados Unidos a Australia producto de una oportunidad laboral que le ofrece un hacendado a cargo de Alan Rickman, quien por esos años cimentó una fama de villano desde Duro de Matar y pasando también por Robin Hood, El Príncipe de los Ladrones. Quigley consigue llegar hasta las tierras oceánicas y descubre que su nuevo patrón es un hombre cruel cuyo único interés es poder arrasar con toda la población aborigen cercana a sus tierras. El vaquero yanqui se niega ante esta terrible tarea y gracias a sus habilidades con el rifle y el apoyo de una mujer algo trastornada, la hermosa Laura San Giacomo, consigue salir adelante.
¿Pero qué hace a este filme un western novedoso y digno de redescubrir? Son varios factores, comenzando por el carisma de Tom Selleck en la pantalla. Vemos a Magnum, su integridad pero con pistolas y espuelas, y aquello no nada importa porque el actor se desempeña con gracia y le hace el peso a Rickman, formidable actor que falleció en 2016, pero que aquí tiene pocos momentos para lucirse. Lo interesante es que el filme es una vuelta de tuerca al género western, extrapolando la idea de la aniquilación social de aborígenes asutralianos, algo que en el cine estadounidense siempre ha sido un poco débil en relación a los indios nativos americanos. En cambio, Quigley Down Under es muy gráfica en su violencia, destacando una escena de masacre en un acantilado algo extraña e incómoda para los estándares hollywodenses.
La película también aborda la muerte de hijos a manos de los padres en forma accidental, en este caso por medio del personaje de Laura San Giacomo. Hay muchos momentos de introspección que hablan de culpas difíciles de olvidar, lo que eleva la historia a algo más relacionado con principios y temas como la tolerancia y la convivencia entre razas.
A nivel técnico, Quigley Down Under tiene logradas escenas de tiroteos, resaltando las originadas en un incendio y también el duelo final que tiene algunas referencias a la teatralidad del cine de Sergio Leone. En otro apartado, el score a cargo de Basil Poledouris es sin dudas uno de los más destacados de su carrera (junto con Conan, El Bárbaro, Robocop, Starship Troppers y Wind). Lo anterior, refuerza un carácter de epopeya, si bien se trata de una historia más intimista en varios de sus pasajes.
Tom Selleck lleva casi 10 años como protagonista de Blue Bloods y pareciera ser que su vida como intérprete siempre estará enlazada a su carrera en la televisión. Aún así, ha dado interesantes pasos en el cine y Quigley Down Under es un testimonio de ello. El director australiano Simon Wincer hizo un trabajo interesante y que se suma a otros hitos en su carrera, los filmes de culto D.A.R.Y.L, la premiada miniserie Lonesome Dove (también en el apartado del género western) y Harlequin con Robert Powell en uno de sus pocos papeles lejanos al rol de Jesucristo de Jesús de Nazareth. Quigley Down Under es western a la medida de Tom Selleck, una joya de los inicios de la década del 90 que proporcionará a los espectadores una muy agradable experiencia visual.
Título original: Quigley Down Under (Un Vaquero Sin Rumbo), Director: Simon Wincer / Intérpretes: Tom Selleck, Laura San Giacomo y Alan Rickman / Año: 1990.