La vida del escocés Thomas (Sean) Connery (1930-2020) no fue fácil. Durante su infancia y adolescencia tuvo diversos trabajos, siendo algunos de ellos el de modelo, repartidor de leche, ferretero, marino y actor de televisión. Fue justamente en dicho medio en donde comenzó a destacar, logrando protagonizar con el tiempo el filme Another Time, Another Place junto a Lana Turner. Finalmente, llegó el año 1962 y un pequeño rol en la epopeya bélica The Longest Day llamó la atención de los productores de James Bond, quienes querían llevar al cine las aventuras del agente 007 creado por el escritor Ian Fleming.
Hoy el mundo despide a Connery, quien tenía 90 años de vida y 17 años alejado del cine luego de la catastrófica La Liga de los Hombres Extraordinarios (2003). Los homenajes que hemos visto en su gran mayoría hablan del Bond de Connery, ya sea porque fue el más rudo, el más sexy, el más carismático o bien porque a través de diversos filmes de la popular franquicia logró posicionar en todo el mundo, en la cultura popular de millones de generaciones, la imagen del agente secreto más seguro de sí mismo; un hombre capaz de salvar a la humanidad mientras besaba a las mujeres más bellas y tomaba sin despeinarse un martini seco, agitado, no revuelto.
En esta reflexión no quiero realizar el típico listado. En vez de ello, trataré de transmitir las razones de mi admiración hacia Sean Connery, cómo fue conocer su arte y su carisma interpretativa. Obviamente, mi primera experiencia como espectador en relación a Connery fue en mi infancia, con la película Nunca Digas Nunca Jamás, filme en donde Connery interpretó una vez más a James Bond con 53 años. En 1983 realizó una nueva versión de Operación Trueno (que protagonizó en 1965). Fue extraño porque después vi Octopussy con otro James Bond en la piel de Roger Moore. Fueron películas que visualicé en video y ambas me gustaron mucho porque era cine absolutamente de escapismo, filmes de acción con un montón de aparatos ingeniosos. Desde mi visión inocente de niño siempre creí que los detectives o los agentes secretos eran así en la realidad.
Pero el Connery que más me impresionó fue el de Los Intocables (1987), filme que le dio el tan preciado Oscar en la categoría de Mejor Actor Secundario, un reconocimiento que buscó durante años. Esta obra la vi en formato VHS hasta el cansancio y recuerdo que siempre sufría con el acribillamiento de Jim Malone, el mentor de Eliot Ness (Kevin Costner) y en donde Connery pudo transmitir un nivel de moralidad notable, la ejemplificación de la bondad y también la sabiduría de un hombre que sabe muy bien cómo es la vida. Luego, vinieron tres películas que profundizaron la veta reflexiva y la tremenda autoridad que Connery era capaz de exhibir en pantalla, siempre con barba y bigote para poder desprenderse del rol de James Bond. Me refiero a los filmes Indiana Jones y la Última Cruzada (1989) en donde fue el padre de Indy (Harrison Ford), la sublime La Caza del Octubre Rojo (1990), filme en el que el score de Basil Poledouris pareciera ser que fue creado especialmente para su protagonista; y El Curandero de la Selva (1992), probablemente la exploración más arriesgada y efectiva de Connery en el género vinculado al romanticismo. El score de Jerry Goldsmith siempre me recuerda a Lorraine Bracco y Connery haciendo canopy entre altos árboles en medio de la selva.
Ya de adulto fui descubriendo los mejores momentos de Sean Connery en pantalla. Me refiero a El Hombre que Quería ser Rey, filme de John Huston y coprotagonizado por otro caballero del cine, el señor Michael Caine. El segundo filme fue El Viento y el León de John Milius. Ambas obras se estrenaron en 1975 y según mi parecer integran la esencia del género de aventuras. El filme de Huston es uno de mis favoritos producto de la química entre Connery y Caine en los roles de Daniel Dravot y Peachy Carnehan, dos oportunistas en la búsqueda de tesoros y de trascendencia. En tanto, en la película de Milius, no puedo dejar de olvidar cuando Connery aparece en pantalla ante Candice Bergen en el rol de Raisuli y nuevamente con la partitura de Jerry Goldsmith…bueno, uno de esos momentos cinematográficos que se deben experimentar en vez de explicar. De esta época de mi vida en relación a Connery también merecen aplausos El Nombre de la Rosa (1986), Highlander (1986), Bandidos del Tiempo (1981) y uno de mis filmes bélicos favoritos: Un Puente Demasiado Lejos (1977).
Paralelamente mi obsesión y estudio por el cine de Alfred Hitchcock me presentó en mi época universitaria el filme Marnie (1964). Connery protagonizó esta obra en un estilo físico muy a lo James Bond, adentrándose con mucha elegancia en los códigos del maestro del suspenso. Una escena de violación, que es más insinuación, mostró el lado más agrio del actor, a la vez que su personaje no sabía cómo solucionar la frigidez y los traumas de su esposa representada por Tippi Hedren, actriz que encarnó el arquetipo de la rubia hitchkoneana luego de Los Pájaros.
Más adelante vinieron los filmes que más me impresionaron de Connery, y que todavía dan vuelta en mi cabeza. Son películas que suelo ver varias veces en el año porque muestran su lado más arriesgado como intérprete. The Hill (1965) de Sidney Lumet me dejó sorprendido. Connery interpretó al soldado Joe Roberts que pasa sus días en un campo para prisioneros militares en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial. En la película el actor soporta castigos, gritos y ejercicios físicos sin sentido como subir una colina empinada de tierra y arena una y otra vez. Pienso en esta película, en su lograda fotografía en blanco y negro mostrando a un Connery al borde de la locura y la desesperación. Quizá este es el secreto mejor guardado del actor y, sin duda, será un deleite para cualquier cinéfilo.
Los otros filmes que me impresionaron fue la arriesgada Atmósfera Cero (1981), remake del clásico western A La Hora Señalada (1952), pero en clave de ciencia ficción. Esta película la critiqué en Espectador Errante porque se trata de una de las obras más logradas de este género en los años 80`, y que lamentablemente siempre ha estado a la sombra de Blade Runner, Alien o The Thing. Finalmente, está el extraño futuro distópico de Zardoz (1974) de John Boorman con un Sean Connery comprometido y sin miedo a probar nuevas ideas en pantalla. Fue una historia que se tildó de ridícula en su época, pero que con los años se ha posicionado como un filme de culto de su director John Boorman (Deliverance).
Como suele suceder en la carrera de todo actor, no todo fueron logros en la carrera cinematográfica de Sean Connery. Hubo patinazos fílmicos que todavía me cuestiono. El intérprete estuvo muy fuera de foco en filmes como Meteoro (un mal resabio del cine de catástrofe de los años 70), Highlander 2, The Avengers (con el malo menos malo de su carrera) y el filme que significó su abrupto retiro del cine, la mencionada La Liga de los Hombres Extraordinarios. Sin embargo, aún en estos extraños ejemplos, Sean Connery siempre trató de ser digno en pantalla.
Vuelvo a pensar que Sean Connery ya no está más en este mundo, pero lo cierto es que hace mucho tiempo se fue porque se hartó de tener que tratar con un Hollywood tan ajeno y tan poco cuidadoso con sus leyendas. Lo cierto es que durante toda su carrera demostró un talento extraordinario y con una presencia que eclipsó a otros actores en pantalla. Trabajó con los mejores directores, con hombres como Martin Ritt, Fred Zinnemann, Terry Gilliam, Sidney Lumet, John Boorman, Alfred Hitchcock, Edward Dmytryk, Jean-Jacques Annaud, Brian De Palma, Steven Spielberg, Philip Kaufman y Gus Van Sant, entre otros. Este es un logro envidiable, además de haber tenido la capacidad e interés por explorar distintos tipos de género. Lamento haberlo visto en cine sólo una vez con La Roca de Michael Bay, obra en donde se robó los mejores momentos y nuevamente en un papel de mentor, en esta oportunidad de Nicolas Cage. Recuerdo que vi esta película con mi papá con quien nos divertimos mucho. Él estaba muy contento de ver en aquella época a un Connery con más de 60 años y más jovial que nunca desde sus tiempos de James Bond.
Antes de redactar esta reflexión me puse a ver Causa Justa (1995), filme en donde pude observar la capacidad de Sean Connery para ser creíble, incluso en personajes con poca profundidad. Recomiendo en esta película poner atención en sus reacciones frente a Ed Harris en dos interesantes escenas. Finalmente, debo confesar que desde que Connery se retiró del cine vengo echándolo de menos. Siempre tuve la esperanza de verlo nuevamente estrenando un filme en cines, pero aquello lamentablemente no sucedió. Sin embargo, y como le digo a mis amigos y lectores, sus caracterizaciones quedan, siempre estarán ahí para ser redescubiertas y admiradas. Tengo 41 años y todavía hay algunas películas de su filmografía que no he visto, lo que me produce una enorme felicidad porque será como una sorpresa, un reencuentro visual con una de las pocas leyendas del cine que ha despertado la admiración de muchas generaciones de espectadores. Sin duda, hay Sean Connery para seguir explorando. Los invito a que se sumen a dicho desafío, a que conozcan sus películas y roles, y a que se dejen seducir por su eterno acento. No se arrepentirán porque Connery siempre dejaba huella en el celuloide y estoy seguro de que se le seguirá respetando en las próximas décadas. ¡Descansa en paz, querido Sean!