Hay un subgénero típico de la cultura cinematográfica estadounidense que corresponde a las historias sobre la secundaria. Generalmente, la pugna de este tipo de relatos sucede entre adolescentes populares e impopulares, entre los inadaptados que desean a la chica más popular de la escuela, pero que para lograr dicho anhelo tendrán que enfrentarse al capitán de fútbol americano o al galán de turno. En los 80 hubo muchas variantes de este tipo de historias, algunos ejemplos más existenciales y de amores de juventud como Fast Times at Ridgemont High, El Club de los Cinco, Some Kind of Wonderful y Pretty in Pinko bien películas más absurdas con chicas ligeras de ropa en La Venganza de los Nerds y Porkys hasta llegar a contextos más contestatarios como la imperdible Suban el Volumen. Nombres como John Hughes en calidad de director o productor, o bien de intérpretes como la actriz Molly Ringwald eran parte inherente a este tipo de subgénero, el cual siempre destacaba por sus pegajosas bandas sonoras.
Bueno, en 1995 el cineasta Todd Solondz vino a cambiar las reglas de este tipo de relatos mostrando una visión de la secundaria, del colegio, que en general más parece un infierno. La carrera de Solondz despegó con este filme y después vinieron otros relatos como Happiness y Storytelling, en donde abiertamente el cineasta se burlaba con sarcasmos y mucha agudeza del sueño americano, de los convencionalismos de una sociedad que suele sustentarse en el éxito. Las películas de Solondz suelen hablar de la derrota, de la impotencia detrás de lo que significa ser un inadaptado social y también de la disfuncionalidad como elemento inherente de la idiosincracia de Estados Unidos, independiente de que ésta se oculte detrás de diversos tipos de contextos.
Welcome to the Dollhouse es la vida de Dawn Wiener, una excepcional Heather Matarazzo que interpreta a una niña de 11 años impopular e incomprendida en sus excentricidades y rodeada de un éxito abrumador que ella nunca tendrá. Dawn tiene rabia en las entrañas ante una familia que no la entiende, ante una hermana pequeña que rebosa belleza y despreocupación, ante maestros que desconfían de ella, ante compañeros de clase que se burlan de su físico y ante una sociedad que en resumen no la escucha.
Todd Solondz muestra que el esfuerzo de Dawn por ser una mejor persona, por tratar de conducirse por las reglas, realmente no importa. Haga lo que haga siempre será una suerte de paria adolescente, cuyas pocas alegrías se relaciona con un amor platónico imposible. El mismo Todd Solondz ha comentado en entrevistas que su vida ha sido en torno a la margilidad del inadaptado y Dawn se presenta como su alter ego. El cineasta habla a través de esta niña sobre un sistema educacional estadonidense que termina por separar la vida entre jóvenes exitosos y otros que serán simplemente egullidos por el establishment. La visión del colegio que se presenta es desoladora, un campo de batalla diario en el que se respiran abusos de diverso tipo y no sólo desde los compañeros de clase, sino también por las autoridades a cargo.
Desde otro punto de vista, el filme muestra las características suburbanas de una clase social que realmente vive desconectada de la realidad y en donde hay privilegiados (la hermana menor por belleza y ángel), fríos y calculadores (el hermano que da cada paso teniendo presente la vida laboral) y padres que en su determinismo no suelen ver los peligros que acechan alrededor, ocultos bajo una vecindad que en una primera capa parece algo pedestre, pero que en el fondo oculta varias desviaciones.
En el mundo de Todd Solondz abunda el sarcasmo y la comedia negra, elementos que colindan con descarnadas realidades. En Happiness la felicidad parece un panfleto sin sustancia y cuyos personajes suelen ser prisioneros tanto de sus pasiones como de sus desviaciones. Uno de los momentos más brutales del cine estadounidense de los años 90 sucede en esta película, cuando un padre de familia le confiesa a su hijo sus obsesiones pedófilas. Aquel elemento también está presente en Storytelling cuando Solondz finaliza dicho filme con una amarga reflexión sobre el exitismo.
Welcome to the Dollhouse no es sólo la vida e injusticias que enfrenta Dawn, sino también un reflejo de los peores momentos de los espectadores, ya sea en el colegio o en la existencial etapa de la adolescencia. Todd Solondz aborda en su cine momentos incómodos, de los que nadie quiere hablar, de momentos que nos dan vergüenza y también de la rabia y frustraciones que vamos acumulando con los años. Es cierto que el director ha estado un poco perdido en la última década, pero sus primeras incursiones en el cine americano no dejan de perder vigencia y sentido. Entre 1995 y 2001 estrenó Welcome to the Dollhouse, Happiness y Storytelling, tres obras que se atrevieron a denunciar muchas de las falacias del american way of life.
Debo decir que Welcome to the Dollhouse es mi obra favorita por la cruda interpretación de Heather Matarazzo y por aquellos momentos en que camina rabiosa y desenfadada acompañada por un acertado score. Esos momentos me recuerdan cuando yo también sentí rabia en el colegio, en la universidad o en mi vida laboral, momentos en que sentía que el mundo era verdaderamente injusto y en los que tenía ganas de repartir varios golpes. Mirando desde la distancia, confieso que algunos de ellos eran totalmente injustificados, pero otros eran verdaderos suplicios que adjudicaban algun tipo de venganza o desquite, pero que por cobardía y comodidad nunca se materializaron. Todos hemos tenido momentos como los que enfrenta Dawn en la película y aquello hace que el filme de Solondz sea tremendamente genuino, pertinente y a veces muy doloroso.
Título original: Heather Matarazzo, Brendan Sexton Jr, Eric Mabius y Matthew Faber / Director: Todd Solondz / Año: 1995.