Hace pocas semanas realicé una crítica de Asesinato por Decreto, filme de Bob Clark en donde Christopher Plummer interpretó con elegancia y mucho carisma a Sherlock Holmes. Por esos días también volví ver Dolores Claiborne en donde el actor interpretaba al antagonista de Kathy Bates en un relato de Stephen King. Y hoy me entero de la triste noticia sobre su fallecimiento a los 91 años. Mis amigos y familiares me dicen que cómo es posible que me ponga melancólico ante la pérdida un actor de más de nueve décadas de vida. La respuesta proviene desde mi pasión por el cine, por la admiración sincera y directa hacia un intérprete que trabajó hasta sus últimos días. Debo agregar que esta ocasión es más especial aún porque siempre albergué la esperanza de conocer algún día a Plummer para estrecharle la mano y decirle simplemente un sonoro ¡gracias! Sabía que aquello era casi algo imposible, pero los cinéfilos tendemos a ser muy imaginativos en torno a nuestros anhelos fílmicos.
Christopher Plummer no era un actor convencional, ya que era un artista de muchas capas que durante su vida colaboró en filmes emblemáticos de la cultura popular y del cine de autor. Era, sin duda, un caballero del cine, un hombre con porte y elegancia que aportaba a las películas sofisticación y calidad. Su semblante era refinado y su voz se sentía siempre con fuerza y credibilidad. Estas características llamaron la atención de cineastas del Hollywood de antaño como John Huston, Anthony Mann, Nicholas Ray, Sidney Lumet, Robert Wise, Mike Nichols, Robert Mulligan, Anatole Litvak, Guy Hamilton, Blake Edwards y John Boorman. También se conectó con las nuevas audiencias por medio de talentos como Spike Lee, Terry Gilliam, Michael Mann, Ron Howard, Atom Egoyan, Mike Figgis, Oliver Stone, Terrence Malick, Pete Docter, Ridley Scott y David Fincher. Esta es sólo una porción de quienes lo dirigieron en la gran pantalla. Impresionante, ¿no?
En un apartado más personal, debo decir que su partida me provocó mucha pena. Cada vez que tenía un filme por delante con el nombre de Christopher Plummer sabía que me iba a encontrar algo sorprendente o bien detalles en roles difíciles de olvidar. Lógicamente, siempre tendré presente al Capitán Von Trapp de La Novicia Rebelde, pero los papeles que asocio automáticamente con Plummer, y que son parte de mi infancia, adolescencia y vida adulta; son el Duque de Wellington en la epopeya de Waterloo, su querible Rudyard Kipling en El Hombre que quería ser Rey, el malvado y manipulador Bob Blair de Dreamscape, el mendigo Shitty de Where the Heart Is, el fanático de una secta en Dragnet, el shakespereano general Chang de Star Trek VI: La Tierra Desconocida, el detective John Mackey de la citada Dolores Claiborne, el despistado Dr. Goines de Doce Monos, la notable personificación del periodista Mike Wallace en The Insider, el padre que sale del closet en Beginners, el vengativo Zev Guttman de Remember y el miserable y mezquino J. Paul Getty de Todo el dinero del Mundo. Todos estos momentos, estas horas de Plummer en pantalla, son clases magistrales de interpretación en cuanto a ritmo, cadencia, gracia y precisión.
Con cuarenta y un años me preocupa ver que los actores y cineastas que más admiro tienen más de 70, 80 y 90 años. Es muy probable que en los próximos meses y años veamos en noticias nuevos decesos, pero así es la vida. Uno como espectador se encariña con estos intérpretes y cineastas, más aún de quienes también han tenido una vida intachable como Plummer, quien siempre fue catalogado por sus colaboradores como un caballero. Es cosa de ver sus entrevistas y escuchar sus anécdotas en Youtube. Mi cabeza es tan cinematográfica que incluso en mi trabajo diario o en el día a día suelo pensar siempre en cine, en sus protagonistas y hacedores.
Esta semana pensaré en Christopher Plummer y también en otros actores que se han ido recientemente como Hal Holbrook. En este momento termino esta reflexión sólo con la idea de poder evocar recuerdos sobre Christopher Plummer en los seguidores de Espectador Errante y de poder transmitir la necesidad de ver sus películas. Creo que ahora veré una vez más The High Commissioner, filme poco conocido de 1968 en donde Plummer realiza un interesante trabajo junto a Rod Taylor. Es mi forma de homenajear a nivel personal a este notable intérprete. ¡Descansa en paz, querido caballero del cine!