Me gusta el terror en sus distintas formas. Mirar hacia el mal y esperar a que te devuelva la mirada es una tentación, lógicamente peligrosa y masoquista. He visto filmes de terror que son sublimes por su propuesta visual, a la vez que he observado durante horas algunas películas de dicho género que no conducen a nada. Hay de todo! Tengo claro cómo abordar estas películas, además de tratarlas con altura de miras, pero también reconozco que a un gran número de ellas les tengo un tremendo e incondicional cariño. Esto porque se vinculan con los recuerdos de mi infancia y con aquella necesidad voyerista de ver lo que le podría pasar al otro, y que suelo asociar con mi época de adolescente.
Las películas de terror son un testimonio de la sociedad, de sus nimiedades y temores, pero en particular de aquella necesidad compulsiva y en ocasiones catártica de ver y observar atrocidades. Las películas de terror se vinculan con nuestros miedos conscientes e inconscientes. Buscamos ser asustados porque queremos creer en monstruos o psicópatas en situaciones imposibles. De alguna forma, intuimos desde muy pequeños aquella conexión con la muerte y otras vidas, otras dimensiones de la realidad y del ser humano. Sabemos que hay algo allá afuera o bien dentro de nosotros, fuerzas que nos conducen a los actos más loables de la vida terrenal, pero también a otros totalmente salvajes y lejanos a toda moralidad. En la historia de la humanidad, en el día a día, hemos visto sucesos y actos liderados por el hombre que han acabado con miles de vidas, si bien en la ficción de la pantalla nos podemos enfrentar a estas situaciones casi sin culpas porque sabemos que se sustentan en una recreación, en efectos especiales e interpretaciones que a los 90 o 120 minutos terminan.
Me gusta pensar que a través del género de terror podemos desatar nuestros impulsos, pensamientos y obsesiones más atribuladas, más condenables y morbosas. ¿Cuántos de los que leen este comentario han disfrutado con las mutilaciones y zombies en largas secuencias de Lucio Fulci, hasta el punto en que deseamos que nunca se acaben? ¿cuántos cinéfilos han visto una y otra vez las secuencias y el gore creado por Rob Bottin para The Thing de John Carpenter? ¿cuántos hombres y mujeres se han quedado hipnotizados por el perverso humor de Freddy Krueger o por las salvajadas con un machete en la mano de Jason Voorhees? y ¿cuántos recuerdos imborrables han quedado en nuestra memoria en torno a los escenarios dantescos y operáticos de los filmes de Dario Argento? Por ejemplo, escuchamos los scores de Goblin, Joseph LoDuca, Harry Manfredini y del citado John Carpenter sólo para recordar sus películas.
El terror alimenta el alma de los cinéfilos y diría que nos expende el apetito por lo visual, y lo que más nos frustra es que muchos críticos de cine han denostado o ignorado el género, sin saber diferenciar entre obras realmente malas y sin aporte de otras que son expresiones artísticas bien planteadas y hermosamente filmadas. Los documentales In Search of Darkness I y II buscan responder parte de estas inquietudes. Su autor, el cineasta David Weiner creó algo único, un compendio de más de ocho horas en donde se repasan aquellos filmes claves de la década de los años 80. En cámara vemos a cineastas, intérpretes, productores y editores de medios especializados como Fangoria hablar de los filmes que los marcaron, y no sólo de la cultura estadounidense, sino también del cine oriental y de movimientos como el Gallio italiano, y del cine de autores como Dario Argento y Lamberto Bava. En dos documentales recorremos algunas películas claves del género de terror que van desde 1980 hasta 1989, y que se intercalan con análisis sobre los códigos del género, sus influencias, sus impactos sociales, la censura de la época, el fenómeno del arriendo del VHS y la reinvención de subgéneros como el slasher. También hay espacio para profundizar en intérpretes de filmes más cercanos al subgénero explotation o bien breves semblanzas a creativos como Tom Savini y sus aportes al ámbito de los efectos visuales y el desarrollo del maquillaje al servicio de una historia.
Lo interesante de In Search of Darkness es que hay mucha pación en cámara, un cariño genuino y desinteresado por el género de terror, ya sea hacia grandes obras como también para películas que son más cutres o con menos recursos. Al ver ambas partes de este documental es imposible no contagiarse con esta exaltación hacia el terror, la que además está muy bien documentada. En películas como The Changelling o Scannersvemos respeto hacia lo que lograron autores como Peter Medak y David Cronenberg respectivamente. En otro ámbito, se nos presentan breves semblanzas a filmes como Humanoides del Abismo, The Burning, Maniac, Motel Hell, Dead and Buried, Maniac Cop o My Bloody Valentine cuyas escenas provocaron impactos visuales, ya sea por algún tipo de crimen enmarañado o bien por historias realmente absurdas, pero en las que queremos creer.
Al ver In Search of Darkness los espectadores en general sentirán dicha, una alegría reconfortable que los conectarán con sus propios recuerdos de vida e infancia. Y los cinéfilos más conocedores de este tipo de filmes y de sus códigos probablemente quedarán con gusto a poco. Personalmente, yo podría haber estado viendo 10 horas más de documental y es muy probable que los productores de este pequeño gran compendio estén preparando una tercera parte.
En el mundo de la apreciación cinematográfica hay para todos lo gustos, si bien existe un comportamiento un poco snob en relación a qué valorizar ante las nuevas generaciones de audiencias. Yo soy un fanático y estudioso acérrimo de cineastas como Sidney Lumet, Orson Welles, Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman o Federico Fellini, pero también siento una pasión extrema ante nombres como Sam Raimi, Stuart Gordon, Tobe Hooper, Mick Garris, Joe Dante, Larry Cohen, John Carpenter, John Landis, y Wes Craven, entre otros. A ello se suma un infinidad de intérpretes que son entrevistados en el documental de David Weiner y que también se merecen su espacio de reconocimiento. Ahí está Barbara Crampton, Jeffrey Combs, Keith David, Tom Atkins, Caroline Williams, Kane Hodder, Linnea Quigley y Doug Bradley, entre otros. In Search of Darkness es un documental que tiene alma, amor y mucha gratitud ante un género que siempre se está reiventando, pero que en los años ochenta llevó a la pantalla historias extrañas, imposibles, ridículas e increíblemente fascinantes.