Sigo sosteniendo que las películas son las que finalmente escogen a sus espectadores, te encuentran de alguna forma y usualmente en el momento más apropiado. El mismo día en que veo El Agente Topo de Maite Alberdi suceden dos eventos relevantes: su nominación a los Premios Oscar como Mejor Documental y, desde una perspectiva personal, el funeral de una tía luego de una extensa batalla contra el cáncer. Fue un día de muchas emociones, principalmente porque me tocó despedir a un familiar muy querido, a la vez que se trataba de la hermana de mi mamá, quien producto de la pandemia del Covid-19 no pudo viajar a despedirla. Representé a mis padres en una ceremonia muy íntima junto a mis primos y tíos, muchos de ellos con más de 80 años. Comencé a pensar en la vejez y en la mortalidad, y en cómo las personas de mayor edad tienen su propio lenguaje, tiempo e intensidad. Es así, ante el escenario descrito, que me encuentro con El Agente Topo, una obra sobre el olvido, la soledad y las incomprensibles realidades que nos rodean.
Maite Alberdi ha acumulado una filmografía que suele retratar ante la cámara espacios poco conocidos, pero que también son muy atingentes a nuestra idiosincrasia. El Salvavidas, La Once y Los Niños han mostrado con humor negro las luces y sombras detrás de micromundos que suelen ser poco conocidos, pero que están a la vista de todos. Estamos ante una cineasta que tiene la capacidad para explorar personas, clases sociales y condiciones que por diversos motivos están relegadas a otro ámbito de la realidad. Tuve el privilegio de tenerla como profesora hace algunos años, lo que me permitió conocer a una creadora que dedica bastante atención a la investigación, una que suele ser sistematizada y siempre abierta a nuevas oportunidades desde la planificación y los accidentes fortuitos. También tiene la capacidad para emocionar, pero sin recurrir a manipulaciones visuales que son muy propias del cine documental de artistas como Michael Moore. En cambio, Alberdi tiende a captar la realidad, pelándola capa por capa hasta registrar significados e ideas que surgen desde la forma, los espacios y las distancias.
El Agente Topo es probablemente el trabajo más disruptivo de Maite Alberdi, quien es más cercana al cine de documentalistas como Errol Morris, quien desde Gates of Heaven y pasando por The Thin Blue Line impulsó en Estados Unidos la incorporación de la ficción al género documental. Y hablamos de disrupción en El Agente Topo no sólo por sus guiños a Morris y al estilo visual del cine negro, sino también por su protagonista.
Sergio Chamy es uno de los participantes de un proceso de entrevistas de trabajo, cuyo objetivo es seleccionar al hombre indicado para infiltrarse en una casa de ancianos. La tarea encomendada es la investigación de supuestos malos tratos de parte de los administradores del hogar hacia una de sus inquilinas. Sergio se toma con dedicación y profesionalismo la tarea para la que fue seleccionado, la que incluye reportes diarios, muchas preguntas y la generación de nuevos lazos de amistad.
Todo lo anterior es real y Sergio está convencido de la nobleza de su nueva labor, mientras que un equipo de documentalistas liderado por Maite Alberdi registra momentos, días, horas, siestas y el tiempo que pasa para ancianos que habitan su última morada. Más allá de la propuesta entre ficción y realidad, lo importante en El Agente Topo es la vida de ancianos que desde su soledad y extravíos mentales sólo se dedican a esperar, ya sea una comida, alguna actividad lúdica, una fiesta, la novedad de un nuevo inquilino o bien el fin de una vida que puede ser muy cruel en su etapa crepuscular.
El Agente Topo habla del tiempo, del abandono y de los recuerdos. Estamos ante un ecosistema con personas que tienen que lidiar con migajas respecto de lo que fueron sus momentos más productivos, y cuyos familiares suelen estar situados en el terreno de la omisión. En cambio, Sergio con 84 años está lúcido y activo. Tiene en núcleo familiar que está preocupado por él, lo que contrasta con sus compañeras de hogar, las que apenas pueden caminar y recordar. De alguna forma, les hace compañía, las apaña, las alienta y conversa con ellas desde sus posibilidades y siempre desde el terreno de la dignidad. Sergio es un hombre decente, entrañable y sabio, y a través de sus ojos descubrimos un hogar de ancianos que se mueve en otro tiempo y lugar.
En este momento me estoy enfrentando ante la etapa crepuscular de mis padres, quienes en mayor y menor medida están comenzando a enfrentar padecimientos físicos y psicológicos. Es una etapa difícil, confusa y ante la cual no siempre tengo respuestas adecuadas. En forma paralela estoy siendo testigo de la partida de mis tíos a quienes durante años vi como personas eternas en su dimensión física. En el funeral de mi tía observaba a su marido ahora viudo y a sus hermanas, personas de más de 80 años que están bastante activas. Al ver El Agente Topo agradezco la calidad de vida de mis tíos, pero también reflexiono con pena y amargura sobre las externalidades de la tercera edad, principalmente sus males e ineludibles penas.
Me cuesta definir si El Agente Topo es un filme luminoso o con muchas sombras, más allá de sus cualidades técnicas y narrativas que dan una luz ante la principal brecha del cine nacional: la capacidad para ser internacional sin perder identidad. Maite Alberdi y su equipo han hecho posible un hito en nuestra cultura audiovisual, pero quizá el mayor logro de todos fue haber conseguido registrar una realidad que tarde o temprano protagonizaremos todos nosotros. Ahí está el propósito de los documentales, su capacidad para situarnos ante realidades desconocidas, ignoradas o bien que han sido desestimadas. El cine de Maite Alberdi cumple con gran satisfacción aquel objetivo.
Título: El Agente Topo (The Mole Agent) / Director: Maité Alberdi / Año: 2020.