Los filmes que transcurren en prisiones suelen ser del interés de las audiencias producto de la idea del escape, aquella posibilidad de reencuentro con la libertad luego de haber estado encerrado durante años en un ámbito deshumanizado y violento. Fuga de Alcatraz (1979) nos mostró a Clint Eastwood en la piel de Frank Morris, personaje que supuestamente se escapó de la célebre prisión de la bahía de San Francisco. Se trataba de una historia verídica filmada por Don Siegel (Harry, El Sucio) sobre la paciencia y la importancia de ser metódico. En El Gran Escape (1963) tuvimos una película coral en donde destacaba Steve McQueen y sus acrobacias en motocicleta en un campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial. En Papillon (1973), de nuevo con McQueen, el cineasta Franklin J. Schaffner (Patton) nos mostró una historia sobre la amistad y la redención en uno de los sistemas penitenciarios más implacables del siglo XX, en la Isla del Diablo, Guyana francesa. Décadas más tardes vino Sueños de Fuga (1994) de Frank Darabont, con una historia sobre la inocencia, el perdón y la esperanza de la mano de un relato de Stephen King. Y retrocediendo en el tiempo a 1967 tuvimos La Leyenda del Indomable (Cool Hand Luke), obra protagonizada por Paul Newman y dirigida por Stuart Rosenberg que contribuyó a sustentar los inicios del movimiento Nuevo Hollywood y que además hizo referencia al sentimiento contestatario de la sociedad estadounidense de la época.
El director Stuart Rosenberg (Amityville, The Pope of Greenwich Village) se consagró con el filme protagonizado por Newman y años más tarde vio en el subgénero de películas sobre cárceles una nueva posibilidad. En 1980 estrenó Brubaker, uno de los cantos de cisne del Nuevo Hollywood en una historia protagonizada por Robert Redford, quien interpretaba al joven alcaide Henry Brubaker cuya misión se centraba en reformular la prisión de Wakefield. Es importante mencionar que Rosenberg se hizo cargo de la dirección del proyecto luego de diversos problemas entre la producción y el cineasta Bob Rafelson (Mi Vida es mi Vida), el director original.
La película se inicia con Brubaker infiltrándose en el campo de prisioneros, para averiguar los abusos de poder de guardias de seguridad y las falencias de un sistema penitenciario arcaico y obsoleto. Brubaker se inscribe en los filmes que son propios del idealismo de Redford, quien con obras como El Candidato y Todos los Hombres del Presidente comenzó a interesarse en historias más cercanas a su sensibilidad como artista, una vertiente que profundizó principalmente en su carrera como director en Quiz Show, Leones por Corderos y en The Conspirator.
El filme de Rosenberg muestra las falencias de un sistema penitenciario politizado y abusivo, en el que se cruzan intereses de juntas directivas, guardias de seguridad, reos con privilegios y senadores del Estado. El filme está basado en parte en los escritos de Thomas O. Murton, quien reformuló la cárcel de Arkansas. Henry Brubaker es un idealista, un hombre que no cede a los juegos del poder y que busca genuinamente mejorar y transparentar procesos. Robert Redford realiza una de sus mejores interpretaciones en torno a una historia en donde es difícil encontrar aliados, salvo Yaphet Kotto (Alien), quien falleció hace poco tiempo. Los ojos de Redford muestran un sistema carcelario perverso y estratificado, y que también es redundante en sus particulares vicios.
En algunas entrevistas, Rosenberg señaló que cuando se hizo cargo del proyecto todo fue muy intenso, ya que el equipo de actores estaba desorientado y Rafelson, el director anterior, no hizo mucho para contribuir a un buen ambiente de trabajo. Rosenberg tomó cartas en el asunto y rápidamente modificó partes del guion y volvió a filmar todo de nuevo. También estaba el problema del rol de Brubaker, el que era bastante plano al principio. Sin embargo, Redford comenzó a incorporar diversos matices, lo que se acentuó por diversas situaciones de su vida privada, principalmente por el divorcio de su esposa Lola y los preparativos para su debut como director en Gente como Uno.
Brubaker tiene escenas notables, entre ellas, la de Redford con un poco conocido Morgan Freeman y otras junto a Jane Alexander, actriz que interpreta a una mujer politizada por el sistema en contraste con la independencia y ausencia de concesiones de Henry Brubaker. En el filme hay muchos secundarios conocidos, destacando David Keith y M. Emmet Walsh. El score desarrollado por el compositor argentino Lalo Schifrin transmite la esencia de un filme crudo que no necesita recurrir a escenas introspectivas para comprender lo que pasa por la cabeza de Brubaker, quien en esencia es un cruzado contra un ecosistema relegado a la periferia social, y que además quiere hacer bien su trabajo. Las escenas finales de Redford emocionan por su honestidad y por el reconocimiento de personas que desde sus culpas y crímenes encuentran algo de humanidad. Sin duda, un filme imprescindible de los años ochenta y de la carrera de Robert Redford como intérprete.
Título original: Brubaker / Director: Stuart Rosenberg / Intérpretes: Robert Redford, Yaphet Kotto, Morgan Freeman, Jane Alexander, Murray Hamilton, David Keith, Matt Clark, Tim McIntire, Richard Ward, Everett McGill y Mathan George / Año: 1980.