En los años ochenta el británico Roland Joffé era uno de los cineastas más reputados, con dos películas que obtuvieron el beneplácito tanto de la crítica como del público: Los Gritos del Silencio y La Misión. Joffé fue nominado a mejor director por ambos filmes, sus primeros trabajos para el cine, antes de cumplir 45 años. Muchos catalogaron al joven director como un especialista en retratar historias íntimas en escenarios a gran escala. Sin embargo, algo sucedió en el camino con obras como La Ciudad de la Alegría, La Letra Escarlata y Goodbye Lover, las que no lograron convencer a nadie o a muy pocos. Lo cierto es que, desde entonces, Joffé se fue hundiendo cada vez más con lamentables incursiones en el cine, entre ellas, El Sótano,You and I y The Lovers. Tampoco tuvo suerte en el rol de productor, destacando aquella infamia llamada Super Mario Bros., la accidentada adaptación al cine del popular videojuego de Nintendo.
Pero aquí estamos para rescatarlo desde el olvido, teniendo presente una crisis internacional como lo es la actual invasión del régimen talibán en Afganistán. El otro día observaba en medios noticiosos a los miles de civiles que trataban de escapar de Kabul, la capital afgana. Aviones del ejército estadounidense subían a bordo a decenas de refugiados, mientras que otros corrían detrás de las aeronaves para tratar de salvar la vida. Las imágenes de temor eran impresionantes, así como los helicópteros de Estados Unidos evacuando a personal diplomático de esta zona geográfica. Al ver las imágenes de esta odisea me acordé de Los Gritos del Silencio, el debut cinematográfico de Roland Joffé, y cuya historia giraba en torno a dos periodistas, amigos y colegas entrañables, en los tiempos de la evacuación estadounidense en Camboya, allá por 1975 (caída de Nom Pen).
Las escenas del abandono de la embajada norteamericana, los refugiados escapando hacia los helicópteros militares y el score caótico de Mike Oldfield son un ejemplo virtuoso de dirección. Joffé retrató en pantalla el terror y miedo de miles de personas hacia los Jemeres Rojos, fuerzas comunistas que produjeron el llamado “genocidio camboyano”, con ejecuciones masivas que hasta el día se siguen investigando y juzgando. Los Gritos del Silencio se basan en un artículo escrito por el corresponsal estadounidense Sidney Schanberg (Sam Waterston), quien relató su relación con el reportero local Dith Pran (Haing S. Ngor), quien logró sobrevivir a duras torturas en los campos de trabajo forzado de los Jemeres Rojos.
Los Gritos del Silencio habla de la labor periodística en terreno, de profesionales de diversos países dispuestos a arriesgar la vida con tal de llevar la información al resto del mundo. Shanberg es un ambicioso hombre de las comunicaciones, si bien su aprecio por la idiosincrasia camboyana le permite ver la fragilidad de un mundo que se debate entre política, violencia y hambruna. A su vez, Dith Pran es reflexión e introspección, actuando de ángel de la guarda ante sus colegas periodistas. Ambos hombres se respetan en sus diferencias, a la vez que manifiestan en sus miradas un profundo sentimiento de admiración y lealtad.
Roland Joffé muestra una ciudad que en su belleza y rasgos exóticos en cualquier momento va a explotar. No importa el cansancio, la transpiración o la dificultades al tratar con la burocracia local o bien contra los intereses creados por políticos y países. Y quizá ese es el valor principal de Los Gritos del Silencio, la rigurosidad periodística en medio del aprecio entre dos colegas. Haing S. Ngor al asumir el papel de Pran nunca había estudiado actuación y, aún así, es capaz de retratar a un hombre pisoteado a nivel físico, pero con su moralidad y espiritualidad en una sola pieza. Se trata de un sujeto que trata de sobrevivir para poder reencontrarse con la humanidad que le proporciona su familia, profesión y, sobre todo, su amigo en la figura de Schanberg. También sobresale el trabajo de Sam Waterston, nominado al Oscar como Mejor Actor y, que a mi juicio, nunca ha tenido el valor que merece en Hollywood.
Los Gritos del Silencio es una de las grandes películas periodísticas-políticas de los años ochenta, muy en línea con otras interesantes obras como El Año que Vivimos en Peligro de Peter Weir y Salvador de Oliver Stone. Haing S. Ngor realiza una soberbia interpretación, lo que se debió en gran parte a sus propias experiencias en los campos de concentración de los Jemeres Rojos. Obtuvo el Oscar a Mejor Actor de Reparto, así como el BAFTA a Mejor Intérprete. Lamentablemente, fallecería producto de un robo y tiroteo en 1996.
Además, los Gritos del Silencio es parte de un tipo de cine muy usual de los años 80`. Me refiero a aquellas superproducciones con escenas de cientos de extras, cuyos argumentos buscaban mostrar el espíritu humano de superación ante situaciones extremas. Esta observación tiene más fundamento cuando vemos que el productor del filme no es otro que el reconocido David Puttnam, quien también fue responsable de películas como Carros de Fuego, Expreso de Medianoche y Los Duelistas. Independiente del “cálculo” artístico que es parte de la esencia del filme, no se puede negar que Los Gritos del Silencio es una de las películas más estimulantes de hace más de tres décadas. Sus escenas, en particular las conversaciones entre los protagonistas, son conmovedoras en medio de la permanente sensación de inestabilidad.
Roland Joffé ya tiene más de 75 años y es muy probable que nunca vuelva a brillar como lo hizo con sus dos primeras películas. Los Gritos del Silencio demuestra su expertise audiovisual en torno a una buena historia. Cuando veo el destino de directores como él, sólo puedo pensar que ojalá le hubiesen dado otros proyectos, quizá también de gran envergadura. Su experiencia es muy parecida a la de otros cineastas como Michael Cimino. A pesar de los soles y bemoles de su carrera, vale la pena recordar su trabajo y Los Gritos del Silencio siempre será uno de sus legados fílmicos, ¡uno de los buenos…muy buenos!
Título original: Los Gritos del Silencio (The Killing Fields) / Director: Rolan Joffé / Intérpretes: Sam Waterston, Haing S. Ngor, John Malkovitch y Julian Sands / Año: 1984.