En una tarde de invierno fui al cine sin mayores expectativas. Leí en el diario que habían estrenado Voraz (Ravenous), un filme sobre canibalismo protagonizado por dos actores de moda en los años 90: Robert Carlyle (Transpotting, The Full Monty) y Guy Pearce (Los Ángeles al Desnudo). Creo que fui uno de los pocos espectadores en el cine que pudo comprender que estaba frente a una obra muy valiosa y sarcástica porque durante la función sólo primó el silencio y el estupor. Es muy atípico que los cines chilenos estrenen filmes como Voraz, más aún al considerar que incluye diversos elementos como el gore, la cobardía como eje argumentativo y la utilización de un score totalmente contrario al canon de los grandes estudios cinematográficos. Dicho material estuvo a cargo de Michael Nyman (Gattaca) y el vocalista de Blur, Damon Albarn. Sin duda, se trata de una de las bandas sonoras más inusuales y originales de la década del 90`, lo que no podría haber sido de otra forma, ya que Voraz es una película difícil de clasificar.
La fallecida directora inglesa Antonia Bird (Mad Love, Priest) introdujo en el filme elementos de distintos géneros y subgéneros, entre ellos, el de aventuras, horror y comedia negra. Es poco común ver casos de directoras adentrándose en un material tan escabroso como lo es el canibalismo. A ello se suma una historia que se ambienta en medio de un interesante marco histórico, el cual se centró en dos hechos: la guerra entre EE.UU. y México (1846-1848) y el relato de la célebre Partida Donner, una expedición de colonos por las montañas del estado de California y que a causa de las inclemencias del invierno de 1846-1847 recurrieron al canibalismo para sobrevivir.
El protagonista es el capitán Boyd (Guy Pearce), quien a partir de un acto de cobardía termina probando la sangre de sus compañeros caídos en batalla. A lo largo del relato, el malogrado soldado vive acongojado por sus miedos, siendo el principal de ellos el gusto por la ingesta de sangre y carne humana.
La adicción de Voraz es el canibalismo, y que en otro contexto podría haber sido cualquier tipo de droga. Ambos son condicionantes de la deshumanización y de la pérdida de civilidad del hombre, si bien el canibalismo aporta originalidad al relato. La cobardía de Boyd se pone a prueba con la aparición de F.W. Colqhoun (Robert Carlyle), una suerte de predicador de una fe sobrenatural que desde su posición de semidiós ve al resto de los seres humanos como un recurso necesario y también descartable. La voracidad de Colqhoun es un simbolismo de la expansión colonialista estadounidense, una que ingiere tanto recursos naturales como etnias. El nihilismo que expresa también pertenece al de una nación que se abre paso hacia el siglo XX, el cual se sustentará en el individualismo y en la selección natural. Un segundo elemento es la referencia al wendigo, criatura mitológica que se relaciona con el canibalismo y al deseo intenso por comer carne humana. Supuestamente, el que coma carne humana también adquirirá el poder-alma del malogrado sujeto.
La película tiene muchas secuencias que destacan por su puesta en escena y la posición de cámaras, como aquella en la que Colqhoun revela sus intenciones. Antonia Bird le saca brillo y ritmo al clima de caos de esta escena por medio de persecuciones hábilmente acompañadas por la delirante banda sonora de Nyman y Albarn. Son escenas que provocan risa y horror ante la idea de una persona a punto de ser devorada por otra. Aquella contradicción aliviana al filme en lo aparente, si bien desliza otros significados más cercanos al cine experimental y europeo. Voraz, indudablemente, toma varios elementos del spaguetti western de Sergio Leone. Es una película que se sustenta en el plano formal, en encuadres y espacios que resaltan los conflictos personales de cada uno de sus personajes.
Casi todos los años vuelvo a observar el filme de Bird, principalmente porque me cuesta comprender la audacia de esta película bajo la tutela de los convencionalismos del cine e industria americana. Además, se trata de una obra dirigida por una mujer, algo atípico al género del horror. Antonia Bird fue precursora en este tema como antes lo fue Kathryn Bigelow en Near Dark, Barbara Peeters en Humanoids from the Deep y Mary Lambert en Cementerio de Animales. Voraz es una película con muchos simbolismos en torno al poder, a la vez que es muy crudo sobre la idea de la voracidad del hombre y su necesidad de anteponerse ante los más débiles.
En el año de su estreno (1999) Voraz no tuvo buenos resultados en boleterías, pero con el tiempo se ha posicionado como una película de culto. Los personajes que integran esta historia son outsiders, cuyas excentricidades conviven con la rutina y la tensión del aislamiento. Es un filme inusual y muy atingente a nuestros tiempos. Las secuencias son brillantes a nivel técnico y complejas en lo narrativo. Con el tiempo, el filme se ha transformado en uno de mis favoritos. Esto porque en los distintos visionados de la película he redescubierto decenas de simbolismos que se vinculan con la fe, la trascendencia y la reconstitución moral del hombre por medio del sacrificio. Voraz es un filme subversivo desde el terreno de lo comercial y un placer para los ojos y todos nuestros sentidos. A más de dos décadas desde su estreno es tan adictivo como el tema que propone. Tan así, que cada cierto tiempo escucho el CD de su score cuando viajo en auto. Sin duda, una película esencial del cine estadounidense de fines de los años 90.
Título: Voraz (Ravenous) / Director: Antonia Bird / Intérpretes: Guy Pearce, Robert Carlyle, Jeffrey Jones, David Arquette, Jeremy Davis, John Spencer, Stephen Spinella y Neal McDonough / Año: 1999.