El director debutante Valdimar Jóhannsson construye su primera obra en cine a partir de un relato que combina terror y fantasía. Este joven talento podría inscribirse en la nueva camada de cineastas integrada por Robert Eggers (La Bruja, El Faro) y Ari Aster (Hereditary, Midsommar), quienes han revitalizado el género del horror por medio de obras minimalistas en su esencia narrativa. Es el llamado “terror psicológico” de la mano de profesionales que conocen muy bien la cinefilia, aspecto evidente en sus tratamientos visuales y también en una suerte de falta de convencionalismos clasicistas como sucedió en el movimiento del Nuevo Hollywood, con nombres como William Friedkin (El Exorcista) y Tobe Hooper (La Masacre en Texas). A ello se suma la influencia de nombres como Dario Argento, Lucio Fulci y Mario Bava, ya sea por el uso del color o bien por el cuidado del diseño de arte.

Lamb es representativa de los contextos e influencias antes descritas, si bien explora otro peldaño que se asocia al concepto de lo grotesco. Quizá el referente indiscutido en esa línea sea Freaks de Tod Browning, filme que sepultó la carrera del responsable de Drácula, al mostrar a personas reales con amputaciones y defectos físicos. Incluso, una obra de cine B como Basket Case también podría estar perfectamente en esta clasificación. Lamb es una obra que conecta, sin duda, con lo grotesco. Su línea argumentativa produce una extraña sensación que colinda con la burla, la repulsión y lo extravagante. Estamos ante una película que se estructura en torno a la sorpresa y la estupefacción, situando al espectador en un contexto incómodo y volátil.

El filme transcurre en Islandia, en una granja totalmente aislada en la que abundan montañas, prados y horas interminables de rutinas. El matrimonio conformado por Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hamir Snaer Guönason) hacen lo mejor que pueden en el fin del mundo. Crían ovejas, utilizan un tractor, se abrigan todo el tiempo y los silencios entre el tedio de ambos abunda. Además, la pérdida de un hijo los ha ultrajado sexualmente. Dentro de su minimalismo social no hay un propósito definido hasta que en forma inesperada una de sus ovejas queda preñada. En vez de un tierno becerro, el matrimonio queda impávido al ver un animal con cabeza de cabra y cuerpo de niño. Hace tiempo que el silencio no otorgaba tanto en el cine. Las caras del matrimonio transmiten hacia el espectador la idea. De lo imposible.

El cineasta Valdimar Jóhannsson revela poco a poco el misterio. Desde el asiento de espectadores vamos visualizando en nuestras mentes cómo es el nuevo miembro de la familia. Ansiamos ver lo bizarro, la extravagancia hecha carne y rostro. Finalmente, y con la sorpresiva visita de Pétur (Björn Hlynur Haraldsson), el hermano de Ingvar, comenzamos a reconocer en imágenes a la pequeña Ada. En un mundo abarrotado de efectos digitales por computadora, es refrescante ver una aplicabilidad discreta y bien ejecutada. Jóhannsson nos muestra a este ser repulsivo que finalmente representa el reencuentro sexual de la pareja protagónica. La aceptación de todos los seres humanos de esta niña-cabra nos deja perplejos, a la vez que podría tratarse de una oda cinematográfica a la tolerancia. Sin embargo, Lamb también, en sus simbolismos, silencios y pocas palabras, es un castigo al anhelo parental cuando éste ya toca fondo. La moraleja del tiempo que ya pasó está presente desde el inicio. Es la falta de aceptación, pero en mayor profundidad es el egoísmo humano.

Lamb es cine reflexivo, el cual se conecta con mitos y leyendas ancestrales. En muchas partes del mundo se ha hablado de la existencia del “Hombre Cabra”, pero Jóhannsson en su calidad de director no busca profundizar en los orígenes de lo inexplicable. Descarta la verborrea sobre los posibles antecedentes que terminaron por dar forma y existencia a Ada. En vez de ello, juega con nuestra capacidad para sorprendernos y también nos sitúa ante cuestionamientos que se vinculan con nuestras propias elecciones. Al ver Lamb quedé estupefacto en varias ocasiones. Probablemente, mi primera reacción hubiese sido entregar el extraño animal a científicos. Es así que lo que más me remeció fue la reacción del matrimonio, en especial, sus decisiones amparadas en el dolor y el luto.

La obra de Jóhannsson se cocina a fuego lento. Es un tipo de cine reflexivo en donde el horror se origina en lo pedestre y en lo extraordinario. Aquí no hay sobresaltos, pero sí asombro, rareza y un sentido de misterio que la humanidad ha perdido, si bien todavía está presente en algunas partes del mundo.

Título original: Lamb (Cordero) / Director: Valdimar Jóhannsson / Intérpretes: Noomi Rapace, Hamir Snaer Guönason y Björn Hlynur Haraldsson / Año: 2021.