Las adaptaciones de videojuegos al cine son parte del vacío argumentativo de la industria hollywodense y también mundial. Pareciera ser que ya se han agotado las historias originales, priorizándose hoy fórmulas probadas que disminuyen el riesgo de pérdidas financieras, ya sea para pequeños o grandes estudios. Sin embargo, y al igual que el género de superhéroes, los videojuegos se han posicionado como un subgénero que en las nuevas generaciones ha encontrado un nicho, un espacio para la fidelización de espectadores que suelen pasar horas frente a las consolas de juego. En mi caso, nunca me he considerado un gamer, si bien me he obsesionado con ciertos videojuegos que literalmente son capaces de transportarte a terrenos insospechados de emocionalidad. Videojuegos como TheLast of Us no sólo te dejan estupefacto por su puesta en escena y recusos visuales, sino que además son capaces de involucrarte afectivamente. Lo anterior, a partir de historias que te hacen participe de la acción, situándote además ante decisiones morales que se vinculan con nuestra propia individualidad y sentido del deber.
Ahora bien, no es de extrañar que el éxito de The Last of Us esté próximo a materializarse en una serie de streaming, con el chileno Pedro Pascal como protagonista. La expectación es grande y aquello sucede porque los videojuegos muchas veces terminan por convertise en experiencias íntimas, mucho más solitarias a diferencia de los espacios colectivos atingentes a la sala de cine.
El mundo de las adaptaciones de videojuegos al cine siempre ha sido dispar, con resultados abominables y otros totalmente inesperados. Basta con recordar a Super Mario Bros, filme de 1993 que buscaba en 35 milímetros mostrar al famoso fontanero en carne y hueso. El hombre indicado para dicha tarea fue el fallecido Bob Hoskins junto a John Leguizamo en la piel de su compañero Luigi. Nintendo facturó millones de dólares con esta franquicia, pero la adaptación cinematográfica fue un cúmulo de sinsentidos argumentativos y visuales, y con un demencial Dennis Hopper como el villano de turno. Incluso, el grupo Roxette grabó el tema principal de la película. Literalmente, toda la carne se tiró a la parrilla, si bien el resultado final terminó convirtiéndose en una extrafalario filme de los años 90.
Las adaptaciones de videojuegos al cine, como el caso de Super Mario Bros, han experimentado garrafales equivocaciones, pero también inesperados aciertos. Uno de ellos corresponde a Silent Hill, franquicia creada por Keiichiro Toyama y la empresa japonesa Konami. En 2006, el cineasta francés Christophe Gans fue el responsable de adaptar al cine el citado videojuego, uno de los más populares en el género de terror. El filme se sustenta en la historia de Rose Da Silva (Radha Mitchell), una madre que viaja con su hija adoptiva Sharon (Jodelle Ferland) al malogrado pueblo de Silent Hill. En dicho lugar tratará de averiguar el origen de las atribulaciones de Sharon, a la vez que se introducirá en un mundo paralelo en torno a las omisiones morales de un pueblo que siempre estuvo condenado al infierno.
Silent Hill mantiene muchos elementos del videojuego original, en particular su atmósfera y sentido de perturbación. Realidad y fantasía se entrelazan en torno a una historia protagonizada principalmente por mujeres, y que además se vincula con cultos y la caza de brujas. En el subtexto tenemos una obra que habla de la maternidad, cuando ésta es incondicional o bien determinada por factores como la ignorancia. También habla del surgimiento del mal desde una perspectiva sobrenatural, en especial cuando la oscuridad infesta ecosistemas sociales que se conectan con la historia suburbana estadounidense.
Silent Hill tiene momentos absurdos a nivel de guion, pero estos se olvidan rápidamente producto de una ambientación que privilegia extrañas imágenes sobre seres deformes y demonios, los que podrían provenir de la mente del mismísimo Dante Alighieri. En el detrás de cámara de la edición en dvd del filme, se puede observar un acucioso trabajo de diseño de arte, con escenarios a gran escala. Christophe Gans nunca ha sido un director muy reconocido, pero ha realizado películas que se han transformado en obras de culto, entre ellas, Crying Freeman y Brotherhood of the Wolf. Además, en Silent Hill está acompañado de un aquelarre de competentes actrices que incluye a Laurie Holden (The Walking Dead), Deborah Kara Unger (Crash), Alice Krige (Ghost Story) y Jodelle Ferland (Tideland). Sobresale Radha Mitchell, actriz australiana que lamentablemente nunca pudo posicionarse como actriz de primera línea. Mitchell, a lo largo de su carrera, tuvo roles destacados, entre ellos, el protagónico de Melinda y Melinda de Woody Allen. Sin duda, es una interprete a ser redescubierta. En otros roles secundarios vale la pena mencionar a Sean Bean y Kim Coates.
Siempre he sido un admirador del fallecido Roger Ebert. Sin embargo, tengo algunas discrepacias con su pluma y percepciones en torno al cine. Por ejemplo, nunca comprenderé su adversión a obras como Blue Velvet de David Lynch. Ahora bien, en 2006 catalogó a Silent Hill como uno de los peores filmes del aquel año. Bueno, eso es lo interesante de la crítica de cine, la posibilidad para discrepar. Personalmente, creo que Silent Hill es una película a ser redescubierta. Sus méritos y su capacidad para producir extrañeza en los espectadores son atributos a valorar y a tener en cuenta. Estamos ante una obra de terror sobre la media, a años luz de su infumable segunda parte que se titulo Silent Hill: Revelación 3D. Silent Hill 2006 es una obra de atmósferas, que traslada perfectamente la estructura de su fuente original, un videojuego, al cine. A ello se suma los subtextos señalados y también su valentía al tratar de ir hacia terrenos impensados para el mainstream. Aquella independencia creativa, en parte, se origina en que es una co producción francesa canadiense.
Silent Hill me fascinó cuando la vi en el cine y lo sigue haciendo más de una década más tarde. El cine de terror continúa frente a críticos, y también espectadores, en un lugar relegado. Continúa percibiéndose como un pariente pobre de otros géneros más tradicionales. Es muy usual la falta de análisis ante estas obras, olvidando su propia génesis, códigos y alcance. Ahora bien, es cierto que hay películas de terror totalmente innecesarias, pero este género, incluso en el terreno del cine de clase B, tiene mucho que aportar. Un ejemplo de ello son las obras de John Carpenter, las que son verdaderos manifiestos sobre la sociedad de consumo y los estamentos gubernamentales. Silent Hill es una película que tiene que ser admirada desde su particular terreno, a la vez que es un trabajo que vale la pena rescatar, ya sea por sus propuestas e interesantes riesgos.
Título original: Silent Hill (Terror en Silent Hill) / Director: Christophe Gans / Intérpretes: Radha Mitchell, Laurie Holden, Sean Bean, Deborah Kara Unger, Kim Coates, Alice Krige, Jodelle Ferland y Tanya Allen / Año: 2006.