Una buena comida enamora, enaltece el alma y también nos hace más tolerantes hacia los demás. Los sabores de los platos gourmet y del suave y frutoso carisma de un buen vino son capaces de cambiar el humor de los comensales. El poeta Pablo Neruda ya sabía de esto, además de comentarlo en sus memorias en donde señaló que se comería toda la tierra y se bebería todo el mar, lo que demuestra la influencia que puede generar una buena mesa. La comida también ha sido retratada de mil maneras en el cine, siendo el cineasta Alfred Hitchcock uno de sus principales admiradores. Era usual en sus filmes de suspenso encontrar alguna escena o referencia a la comida.
Pero si de cine y comida tenemos que hablar no hay mejor ejemplo que La Fiesta de Bebette, filme danés que en 1987 obtuvo el Oscar a Mejor Película Extranjera. Esta obra, del cineasta Gabriel Axel, es una oda a la comida, si bien su trasfondo concierne al ámbito del arte y la religión.
El filme nos sitúa ante la puritana vida de Martine (Birgitte Federspiel) y Filippa (Bodil Kjer), dos hermanas que se transformaron en la mano izquierda y derecha de su religioso padre. Ambas son el pilar de un apartado pueblo, el cual se sostiene entre los cánticos hacia Dios desde un grupo de luteranos que viven el día a día desde una extrema moralidad y sentido del deber. En su juventud Martine fue cortejada por un teniente, mientras que Filippa fue admirada por un artista. Sin embargo, ambas hermanas prefirieron vivir en la soltería, la castidad y una vida dedicada al Señor. Ya en una edad avanzada, las hermanas reciben a Babette (Stéphane Audran), una joven francesa que escapó de la horrible guerra franco-prusiana. El encuentro entre estas mujeres culmina con el desarrollo de un festín gastronómico en honor al centenario del nacimiento del fallecido y respetado padre de las ya ancianas hermanas.
La Fiesta de Babette es una lección de vida en la que Babette agradece la hospitalidad de sus anfitrionas, mostrándoles que el regocijo de la palabra de Cristo no debe ser una anulación de la propia personalidad o de los sentidos. Al contrario, la pureza, el cariño y la tertulia que suele producirse a través de un notable banquete también puede convertirse en un catalizador para la bondad, el aprecio y el entendimiento. Las hermanas Martine y Filippa dejaron de lado la vida y el amor desde una concepción estricta hacia el servicio a Dios. Los hombres que la cortejaron vivieron vidas rectas, si bien ahogaron la falta de correspondencia afectiva en la nostalgia. Ya en una edad adulta ambas hermanas todavía se resisten a otros aspectos de la vida, pero el festín de Babette les muestra otro punto de vista que se relaciona con la sacralidad que tiene lo artístico, en este caso el arte culinario.
Las hermanas Martine y Filippa tienen la capacidad para conducir a los seguidores de su comunidad religiosa hacia la rectitud moral, si bien a veces se puede producir el desgaste propio de los seres humanos. Ahora bien, Babette demuestra que su arte culinario, uno que la conecta con un pasado más prospero, también puede ser una revelación tan sacra como la palabra de Cristo. El cineasta Gabriel Axel muestra el tono ocre del día a día de Martine y Filippa hasta que el color, desde las acciones y carisma de Babette, se van plasmando en pequeños detalles y alegrías. Las delicatesen que prepara Babette van llenando la pantalla de colores, sabores e, incluso, aromas. Hay amor en la comida dosificada en diversos momentos. Martine y Filippa comulgan en la oración y en interminables cánticos, mientras que Babette se encuentra a sí misma en el talento que tiene en torno a la creación culinaria. Los cánticos de las hermanas acercan a la congregación a Dios o bien a un estado de tranquilidad y revelación. Ahora bien, la comida de Babette consigue el reencuentro de los comensales con las mejores versiones de sí mismos.
El filme de Gabriel Axel, basado en una historia corta de la escritora danesa Karen Blixen, tiene muchas referencias religiosas, entre ellas, la última cena como símbolo de comunión y una profunda reflexión sobre la caridad y la gratitud. Desde otro punto de vista, nos acerca a la idea de que los placeres que provienen desde nuestros sentidos no deben ser tomados como faltas morales o pecados. Al contrario, el placer que nos proporciona una buena comida bien puede ser el fermento de buenos sentimientos, situación que también sucede con el cine. Es así que ver el filme de Gabriel Axel es una experiencia enaltecedora, un alimento visual para el alma, fenómeno que también sucede con aquellas grandes películas como Lawrence de Arabia, Ben-Hur o Los 400 Golpes.
Ver La Fiesta de Babette produce nostalgia, en especial al ver que la mayoría de sus intérpretes y director fallecieron hace algunos años. De alguna forma, es una pieza audiovisual que habla del pasado, de otro siglo, si bien sus temáticas son totalmente atingentes a la actualidad. Estamos ante una obra que habla del amor y gratitud hacia el otro, ya sea en la religión, el arte y la gastronomía. Sin duda, un filme que alimenta el alma.
Título original: La Fiesta de Babette (El Festín de Babette, Babettes gaestebud) / Director: Gabriel Axel / Intérpretes: Stéphane Audran , Bodil Kjer, Birgitte Federspiel, Jarl Kulle, Vibeke Hastrup, Pouel Kern, Hanne Stensgaard y Jean-Philippe Lafont / Año: 1987.