El cineasta francés Louis Malle siempre fue un experimentador en sus filmes y forjó una carrera en sus propios términos alternando su trabajo entre Francia y Estados Unidos. Nunca fue parte del movimiento de la Nouvelle Vague. En vez de ello, desde muy joven se aventuró en el mundo del cine a partir de diversas motivaciones. Con apenas 25 años dirigió Ascensor para el Cadalso y en 1987 dirigió Adiós a los niños, uno de sus filmes más reconocidos tanto por la crítica como por los espectadores. Uno de sus mayores periodos creativos se desarrolló en Estados Unidos, país en donde dirigió Pretty Baby, Atlantic City, Crakers y Alamo Bay. A esta etapa también pertenece Mi cena con André, obra que se sustenta en una conversación entre dos amigos interpretados por André Gregory y Wallace Shawn. Ambos sujetos, provenientes del mundo del teatro y de la dramaturgia, se ponen al día en un elegante restaurante de Nueva York, luego de varios años sin saber uno del otro.
Mi Cena con André se sustenta en la utilización de planos y contraplanos, en tomas generales y en primerísimos primeros planos de la cara de ambos protagonistas. Estamos ante un ejercicio narrativo que transcurre en un solo lugar y que principalmente es el vehículo para una conversación de carácter intelectual. La experiencia no es fácil, en especial ante los ojos de espectadores que hoy están cada vez más acostumbrados a las exigencias visuales del cine contemporáneo, uno que tiende a sobreexplotar recursos técnicos que en forma calculada buscan sorprender a las audiencias. Por tal motivo, la experiencia de Malle resulta tan extraña, desconcertante y también fascinante, a la vez que nos remite a otros ejemplos visuales anteriores como Mi noche con Maude de Eric Rohmer.
Pareciera ser que esta historia de dos personas contando historias fuese real, es decir, algo basado en sus propias vidas. Algo de verdad hay en ello, si bien ambos intérpretes han asegurado que un gran número de las anécdotas que cuentan en la película son ficticias. En la primera hora del filme escuchamos a André y, principalmente, lo que hizo en los últimos cinco años de su vida. Están sus viajes de autodescubrimiento personal, sus experiencias con comunidades ecológicas, algunos pasajes relacionados con sus vivencias con el teatro experimental y su visión sobre el arte, la vida y el sin sentido del día a día. André considera que toda la gente vive en un permanente estado de somnolencia, en el que poco o nada arriesgan. Todo le parece superficial y artificial producto de una vida aniquilada por las apariencias y que es distante ante la necesidad de comprender las verdaderas necesidades del ser humano. En pantalla vemos a un hombre que ha experimentado con emociones que lo han despojado de su materialidad, llevándolo a cuestionar el sentido de todo, desde el trabajo, la familia y el arte que a veces parece tan presuntuoso.
En la otra vereda tenemos a Wallace, quien se siente sorprendido y algo abrumado por las revelaciones de André. La vida de Wallace podría pertenecer a la existencia aletargada que tanto desprecia André, pero Wallace la defiende con orgullo. No teme decir que en ocasiones es un conformista que sólo piensa en cómo pagar sus deudas, a la vez que siente una felicidad tremenda por aquellas cosas simples de la vida como tomarse un café por la mañana o cuando puede ocupar un calentador de cama en las frías noches de invierno de Nueva York. En varias ocasiones señala que quizá no es necesario buscarle la “quinta pata al gato” a cualquier acto o problema de la vida. A diferencia de André, Wallace prefiere ser más práctico, si bien las palabras de su amigo igual le afectan y lo deprimen un poco. Esto porque el discurso de André no deja de ser cierto en sus conclusiones.
Mi Cena con André es un experimento sobre la dramaturgia llevada al cine. Lo interesante son sus planteamientos que hablan sobre el ser humano, sus flaquezas, obsesiones y extravíos morales, siendo estos no tan nefastos o condenables, sino una realidad que todos tenemos que enfrentar. Los protagonistas tienen puntos de vista muy disímiles, pero aún en sus diferencias hay similitudes. Los dos son seres humanos que respiran día a día en medio de una sociedad en ocasiones demasiado superflua y en otras profunda en torno a cuestionamientos que clavan como si fuesen dagas sobre el cuerpo. Probablemente, Mi Cena con André es uno de los filmes más difíciles de Louis Malle, quien nunca quiso imponer puntos de vista, sino más bien presentarlos para que los espectadores pudiesen tomar sus propias decisiones. El espectador del filme podrá tener algo de André, de Wallace o de ambos. Estamos ante un filme notable, arriesgado y adictivo tanto para cinéfilos como para cineastas, demostrando que a veces menos recursos da como resultado más, mucho más.
Título original: My Dinner With André (Mi Cena con André) / Director: Louis Malle / Intérpretes: André Gregory y Wallace Shawn / Año: 1981.