El cineasta Ridley Scott es uno de los últimos representantes del clasicismo cinematográfico en el mundo. El octogenario director es uno de los pocos que se atreve a filmar historias a gran escala, a partir de un sentido del espectáculo que suele privilegiar grandes escenarios. El frame de sus películas nos conecta como espectadores con obras que aprovechan la panorámica en historias sobre personajes geniales, carismáticos y que rozan la grandeza. Napoleón, su último filme, tiene todos los excesos visuales de su filmografía, así como una conexión inmediata con películas como Patton (Franklin J Schaffner, 1970) y las nociones visuales de David Lean (Lawrence de Arabia, La Hija de Ryan), dejando de lado los simbolismos.
Ridley Scott es venerado por los espectadores de todo el mundo, a partir de una filmografía que ha sido capaz de darnos obras de culto como Blade Runner (injustamente ignorada en su época), una historia de terror en el espacio como fue Alien, y ya entrado en el siglo XXI, cierto barroquismo visual que empezó a ser más notorio con G.I. Jane y La Caída del Halcón Negro. Esta última característica especialmente explorada por su fallecido hermano Tony Scott (Spy Game, Hombre en Llamas). También cuando hablamos de Scott, una gran parte de la crítica suele acusarlo de excesivo y grandilocuente, mientras que otro sector actúa como defensor gracias a sus proezas visuales.
Ridley Scott divide aguas y él lo sabe, declarándolo abiertamente en sus entrevistas. Se podría decir que es el alumno brillante de clase que es admirado, pero también despreciado y envidiado por sus habilidades. Lo cierto es que Scott, más allá de la personalidad que ha construido todas estas décadas, es un autor. Su marca justamente es la grandilocuencia y la ampulosidad visual sobre la base de personajes que expresan lo que son desde la gestualidad y las acciones. Los protagonistas del cine de Scott suelen ser hombres y mujeres silenciosos y avocados a una tarea en particular. Se podría decir que el responsable de Gladiador es un pintor, un artista que en la pantalla es capaz de crear un sinfín de posibilidades, desde un hombre abandonado en Marte (The Martian) hasta un western moderno en Thelma & Louise, adelantándose años a temáticas vinculadas con el empoderamiento femenino, la inteligencia artificial y el reacondicionamiento que suele provocar la guerra.
Con Napoleón realiza su obra más ambiciosa, con un Joaquin Phoenix en la piel de Napoleón Bonaparte, general corso que se autoproclamó emperador de Francia, y que se transformó en uno de los principales estrategas militares de nuestra historia. En el filme vemos el fin de la monarquía francesa con María Antonieta perdiendo la cabeza en la guillotina (notable los primeros minutos del filme), mientras se gestan los escenarios idóneos para que un hombre pueda expresar toda su capacidad, aún si aquello implica la contienda de cruentas batallas. En esta tarea lo acompañará Josefina de Beauharnais, en la soberbia interpretación de Vanessa Kirby. La complicidad entre ambos determinará un nuevo imperio, además de posibilidades para uno de los personajes más influyentes y fascinantes de la historia.
Ridley Scott lo da todo en el filme a través de impresionantes escenas, destacando la Batalla de Austerlitz. Son momentos visuales que sobrecogen, como todo en la filmografía de Scott. Todo está meticulosamente coreografiado, permitiéndonos a los espectadores la comprensión de las tácticas militares de combate. Sin embargo, los momentos más alucinantes de Napoleón son justamente cuando éste interactúa con Josefina, en una relación casi de codependencia, de amistad y también de traiciones. Kirby se pone en fila, con toda justicia, para una nominación al Oscar como Mejor Actriz, a la vez que Phoenix realiza un notable trabajo, el cual consigue superar anteriores interpretaciones de Napoleón Bonaparte, usualmente caricaturizadas en el cine y la televisión (rescatando a Rod Steiger en la subvalorada e impresionante Waterloo junto a Christopher Plummer de 1970). El amor y deseo entre ambos de alguna forma también definió el carácter de un Napoleón observador, silencioso y bastante pragmático.
Es impresionante ver a Ridley Scott con tanta energía a sus 85 años, en una época en la que está filmando lo mejor de su filmografía. Hace un par de años vimos The Last Duel, uno de sus más notables trabajos a la fecha, si bien fue bastante ignorada por la crítica y el público en general. Napoleón es, como todo el cine de Ridley Scott, entretenimiento puro, de principio a fin. El filme utiliza efectos especiales, pero al cineasta británico le gusta lo genuino, para lo cual utilizó cientos de extras y más de 10 cámaras registrándolo todo. Ahora bien, el filme experimenta su propia polémica producto de historiadores que acusan a Scott de haber sido poco preciso por los hechos históricos relatados. Creo que es absurdo entrar en estas discusiones, ya que productores, guionistas y creativos del mainstream hollywoodense nunca se han destacado por ser acuciosos. Lo importante de esta obra es que Scott consigue acercar a los espectadores a Napoleón, a su figura y valor histórico, alejándonos de la mera imagen de un tirano, sino más bien aproximándonos a la idea de un hombre que logró trascender gracias a su ingenio y templanza.
Ridley Scott hoy está con varios proyectos en carpeta, incluso filmando una secuela de Gladiador. Es un cineasta imparable, obsesivo y brillante que gracias a su productora Scott Free nos ha deleitado imaginando y creando nuevos mundos. Además, Napoleón es un filme que nos conecta con su primera obra: Los Duelistas(1977), una de mis obras favoritas de su filmografía. En esta película dos militares franceses durante las guerras napoleónicas, interpretados por Harvey Keitel y Keith Carradine, se debaten a duelo en diversas instancias. La película obtuvo en su época el premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Cannes. Muchos de sus elementos, obsesiones y tratamientos visuales están en presentes en Napoleón, lo que en cierta forma representa el cierre de un círculo en cuanto al aprendizaje visual y narrativo de Ridley Scott como autor.
Napoleón es una epopeya visual, un tour de force en imágenes y en el carisma de su pareja protagónica. Esperamos que el realizador de Gangster Americano continúe dirigiendo y sorprendiendo a las audiencias, ya que su cine tiene mucho vigor y también la sabiduría de un artista que durante años ha estado junto a nosotros, entregando infinitas posibilidades visuales para los fanáticos del cine de todas las partes del mundo.
Título original: Napoleón / Director: Ridley Scott / Intérpretes: Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby, Edouard Philipponnat, Rupert Everett, Mark Bonnar, Ludivine Sagnier y Catherine Walker / año: 2023.